Tom Kromer, escritor de sólo una novela

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La editorial Sajalín se ha convertido en un referente para mí en cuanto a la búsqueda de “nuevos” autores, de nuevos libros. Lo que sucede con esta editorial es que rescata a muy buenos escritores, algunos que incluso jamás habían sido traducidos al español. He revisado a conciencia su catálogo y de verdad me hubiese gustado encargar un montón de libros, pero por cuestiones de dinero pude hacerme sólo de dos. Esta clase de libros, en ocasiones son imposibles de conseguir en mi ciudad, así que suelo traerlos de España y la paquetería a veces resulta mucho más costosa que los jodidos libros. Los dos que más llamaron mi atención fueron En el patio una novela salida de las rejas de una prisión, escrita por el escritor ex-convicto Malcolm Braly, de la que quizá escriba en otra entrada y Nada que esperar novela de la que hoy hablaré.

Tom Kromer, fue escritor de sólo una novela, pero mierda ¡que genial novela!, escrita con las entrañas. Me recordó bastante por su temática a la gran novela de Hambre de Knut Hamsun. Tom nació Huntington, Virginia Occidental, 1906-1969. Fue hijo de migrantes checos. Su novela es ambientada en los años 30´s, los años de El Crack del 29, de la gran depresión. Había miles de personas desempleadas en la Norteamérica de aquellos años, a las afueras de las ciudades había campamentos con gente desesperada, hambrienta y los vagabundos estaban por todos lados. Kromer joven de veintitrés años que tuvo que dejar sus estudios universitarios fue uno de aquellos vagabundos. Vivió en la intemperie, en parques públicos, en albergues cristianos o en pensiones de mala calaña. Su libro, narrado en primera persona nos cuenta algunas de las humillaciones y brutalidades que tuvo que soportar durante cinco años, lo que duro su éxodo por el país buscándose la vida, años en los que su salud se deterioró y contrajo tuberculosis. Nada que esperar es una dura crónica descorazonadora sobre la desigualdad que fue publicada en el año 1935 con el titulo original de Waiting for Nothing and Other Writings. Nos dice el propio Kromer, que escribió su novela en papeles de fumar Bull Durham y en los márgenes de folletos religiosos.

Los capítulos no son consistentes, lo que intento decir es que el autor mete a su personaje en líos constantes y al final del capítulo nos deja en suspense sobre lo que sucederá, pero al llegar el siguiente capítulo sin más ni más pasa a otro asunto. Esto no afecta para nada la trama, al contrario, le da cierta fuerza y al final la novela se sostiene sin mayores problemas, no decae su ritmo en ningún sentido. Comparto algunos fragmentos:

Un perdonavidas jovencito, con un poco de pelusa en vez de barba, asoma la nariz entre los barrotes de la celda de enfrente.

– Por qué te han trincado? – me pregunta.

– Por mendicidad – le contesto . Me he metido en un edificio abandonado para no tener que pasar la noche bajo la lluvia y me han detenido por vagabundo.

– ¡por mendicidad! – se burla – Maldita sea, menudo pardillo. ¿Sabes por qué me han trincado a mí?

– No, ¿Por qué? – le pregunto.

– Por un atraco. Por eso estoy aquí – insiste – , por un atraco.

Es un fanfarrón. Pues no le queda por aprender ni nada. Esta pagado de sí mismo porque lo han pillado en un atraco. Dejo que siga alardeando a través de los barrotes sin prestarle ninguna atención.

El tipo de la celda de al lado también se asoma.

¿te gusta tu suite encanto? –me grita.

Tiene la voz chillona. Desde donde estoy advierto que se depila las cejas. No puede negar que es marica.

– Sí, no tengo queja – le contesto.

– Los muy cerdos – me dice –, los muy cerdos entraron a mi casa y me fastidiaron el plan. Maldita sea, ¿es que una chica no puede tener una simple cita sin que la policía se le meta en casa?

El hombre que esta tumbado en la cama se levanta y de un empujón aparta de los barrotes al marica. Es un matón y no quiere que se mariposón hable conmigo. Está celoso.

 

La prostitución también se hace presente en las páginas de Kromer cuando se topa con un travestido, a quien llama Sra. Carter. Algo que me resultó un tanto extraño para una novela publicada en la época de los años 30’s, en una Norteamérica aún bastante puritana.

Entonces me pone la mano en la pierna. Pero no debo apartarla. Me está tanteando, y si aparto la pierna va a darse cuenta de que no tiene nada que hacer conmigo. Este marica no me va a pagar la cena sino se convence antes de que vale la pena correr el riesgo. Así que dejo la rodilla en su sitio. Los maricas me ponen de los nervios, pero tengo que conseguir algo de comida. Hace una semana que apenas pruebo bocado.

– No estoy tan flaco -le digo.

El tipo hace un gesto hacia el parque.

– Parece que todo el mundo tiene novia – observa.

– Hay que tener pasta para tener novia – replico –. Las chicas salen caras. Así que sin pasta no hay chica.

– ¿has tenido alguna novia? – me pregunta.

– Sí, una – le contesto –. Pero me quedé sin pasta… y sin novia.

– Un tipo tan guapo como tú debería encontrar novia aunque no tenga dinero.

Me pellizca la pierna.

Se me pone la carne de gallina y un escalofrío me recorre la espalda. Este marica con sus cejas depiladas y labios pintados me recuerda a una serpiente y me asusta. Pero ¿por qué habría de asustarme un marica de piernas larguiruchas y pecho plano? No lo sé.

– Bueno, a veces los hombres pueden pasar un buen rato juntos – me dice – ¿Has salido alguna vez con hombres?

– No, nunca  – le contesto.

Estoy mintiendo, pero si este marica prefiere que sea virgen, así será.

– Apuesto a que tú y yo podríamos pasárnoslo muy bien juntos – sugiere –. Cuando dos personas se conocen de verdad, descubren que hay muchas cosas que los unen.

 

Al finalizar la novela viene un apartado; Otros escritos, que son algunos breves relatos, que llegó a publicar antes de desaparecer por completo del mundo literario en 1937. En el año 1960 regresó a Virginia Occidental en donde permaneció hasta su muerte en 1969. En este apartado de Otros escritos hay un texto titulado “Autobiografía” del cual comparto un extracto ya que habla sobre su novela y con ello cierro.

Como no tenía intención de publicar Nada que esperar, lo escribí tal y como me iba naciendo, y el lenguaje que utilicé fue el lenguaje que utilizan los vagabundos, pese a que no es el más agradable del mundo.

Garabateé los fragmentos de este libro en papeles de fumar Bull Durham y en los márgenes de folletos religiosos. Los garabateé en vagones de mercancías, en centenares de albergues cristianos, en celdas y calabozos, en cobertizos ferroviarios y en pensiones de mala muerte. Y en algunas ocasiones memorables llegué incluso a teclearlos con mis dos dedos índice en una máquina de escribir como Dios manda.