A los 15 años tuve mi primera banda de rock, yo era el bajista y tocábamos casi puros covers de caifanes, poco después estuve un corto tiempo en una banda de punk que se disolvió y me hizo volver a mi banda original, con la que transité durante años por distintos géneros e integrantes que entraban y salían, dando a la banda una identidad multiforme en la que conocí el rock progresivo, alternativo, punk, ska reggae, worldbeat y quizá algún otros estilo que ahora se me escapa.
Hace poco ví en Netflix un documental titulado Los Punks: We Are All We Have (2016) de Angela Boatwright que me hizo recordar mi etapa punk, tocando canciones de La Polla Records y 2 minutos en alguna calle del barrio de San Andrés, rodeado de punks haciendo slam, o en alguna fiesta underground en Huentitán que terminó en pelea con los cholos del barrio. El documental muestra la actividad y vida del punk callejero hispano en el sur de los ángeles, la organización de sus fiestas en patios traseros, los problemas a los que se enfrentan con los vecinos y policías, riñas entre ellos mismos, así como el testimonio de varios jóvenes, la mayoría de familias inmigrantes disfuncionales, que encuentran en el punk, fiestas y conciertos una familia, identidad y su razón de ser en el mundo. Desde mi punto de vista se trata de un documental de corte comercial al que le hizo falta recuperar con profundidad el verdadero espíritu contestatario del punk, al menos el que yo conocí y viví, hace ya algunos años, y que marca su origen en el Reino Unido en los años 70. Si bien la intención del documental es retratar la pertenencia a una tribu urbana como familia, se queda corto al no mostrar las raíces profundas de protesta social y hastío en general que identifican a este movimiento, ya que como menciona el escritor mexicano José Agustín en su libro La contracultura en México: “Su desencanto era abismal y abarcaba todo: familia, religión, escuelas, instituciones, gobierno…” .Si bien el documental de Boatwright toca un par de estos temas, en un principio me parece que un material de este estilo que fuera congruente con lo la ideología punk, se opondría a aparecer en una plataforma de corte capitalista como Netflix.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=O9lXBKbEMwM]Por otro lado un documental que rescata de manera loable la esencia del movimiento punk pero en un contexto diferente, es La década podrida ( 1985 ) de Pablo Gaytán y Guadalupe Ochoa. Un filme lleno de imágenes, canciones y una voz en off de lenguaje poético y de barrio al mismo tiempo, que perfila de manera congruente y general el movimiento punk en todo su esplendor. El documental está disponible en youtoube, y terminó de completar mi recuerdo de aquellos años en que marchaba con la bandera punk al lado de mi banda. La sensación de estar viendo una producción marginal y underground, me dejó un grato sabor de boca digno de compartirse. Al final los dos documentales parten de esa imagen contracultural del punk ya por todos conocida, quizá eso valga más que mil palabras.
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