Mohamed Chukri nació en 1935 en Beni Chiker, región marroquí del Rif. Murió en Rabat, en el año 2003. Su infancia y juventud fueron marcadas por la miseria, la violencia, la prostitución y las drogas. Su padre, desertor del ejercito colonial español solía amarrar al pequeño Chukri a un árbol y azotarle con un cinturón de cuero. Ese padre bestial, un día en un arranque de crueldad, estranguló al hermano pequeño de Chukri. Mohamed nunca olvidó ni perdonó a su padre por aquello, incluso llegó a decir que nunca tuvo hijos por temor a reproducir lo que su padre había hecho con él y con su hermano. Analfabeta hasta pasados los 21 años, cuando entró a prisión, aprendió a leer y a escribir árabe clásico gracias a la ayuda de un reo. Al salir de la cárcel aprovechó la oportunidad para asistir a la escuela primaria en la ciudad de Larache.
El libro de El pan a secas es el primero de una trilogía autobiográfica que tuve la oportunidad de conseguir en la pasada Feria Internacional del Libro (FIL) de mi ciudad. Los otros dos libros que la componen son Tiempo de errores y Rostros, amores, maldiciones. Los tres libros merecen la pena de ser leídos ya que los tres mantienen un buen ritmo y la magia que se encuentra en esta clase de autores; la capacidad de convertir lo particular, lo personal en algo universal. Todos los libros son publicados por la editorial Cabaret Voltaire.
En El pan a secas, Mohamed Chukri nos narra su infancia y parte de su adolescencia. Hay quienes han calificado este libro como El Guardian entre el centeno marroquí por el tono un tanto confesional que Chukri da a su obra, aunque yo no comparto tal comparación ya que los personajes de Chukri viven al filo de la navaja, a un paso del abismo y poco o nada tienen de parecido a los personajes del mítico libro de J.D. Salinger. Mohamed da introducción a su libro con el éxodo de la familia de Rif hasta Tánger, donde según palabras de su madre, “habrá montañas de pan”. Al llegar, descubren que también ahí hay hambruna. Chukri narra esa hambruna en las primeras páginas de la novela:
Cuando el hambre apretaba, salía a las calles de nuestro barrio, Ain Ktiwet, y buscaba restos de comida entre las basuras. Vi como otro chico hacía lo mismo que yo. Iba descalzo, hecho un harapo. Tenía granos en la cabeza y en las manos.
—Prefiero las basuras de la ciudad a las de nuestro barrio. Lo que tiran los cristianos suele ser mejor que lo que tiran los musulmanes—me dijo.
Cada vez me alejaba más del barrio, sólo o en compañía de otros chicos. Éramos los chicos de las basuras. Un día encontré una gallina muerta; la oculté bajo mi camisa y me fui corriendo a casa.
La violencia del Padre es una constante hacia todos los miembros de la familia. El pequeño Chukri no se siente seguro en casa, tiene miedo. Chukri nos narra el asesinato de su hermano con palabras sencillas y directas como saetas a una diana;
Mi hermano llora y se revuelve, sacudido por el hambre y el dolor. Me da pena, lloro con él. Veo como mi padre se acerca hecho una fiera. Se puede ver la locura en sus ojos. Sus manos son tentáculos. Nadie puede detenerlo. Me agarro a mi sombra y pido socorro. ¡Un monstruo! ¡Un loco! ¡Que alguien lo pare!, pero el maldito le retuerce el cuello mientras la sangre rebasa su boca. Me escabullo de la habitación. Mi madre se queda sola con él. La calla a puñetazos y a patadas. Me escondo esperando a que terminen los golpes. No hay ni un alma afuera, las voces de la noche se oyen a lo lejos. El cielo y las estrellas de Allah son testigos del crimen cometido por mi padre. Todo el mundo duerme en la ciudad.
A consecuencia de la violencia del padre el pequeño Mohamed huye de casa hacia las calles de Tánger y Tatúan. Se entrega al vagabundeo y se entrega a la vida bohemia y destructiva, noches de amor con prostitutas, homosexualidad, peleas a muerte con su navaja y ocasionalmente visitas a la tumba de su hermano muerto. En el año 1989 Chukri fue condenado a muerte por el régimen Jomeini, al igual que lo fue Salman Rushdie. Algo curioso sobre esta novela, es que fue transcrita al inglés mientras Chukri dictaba oralmente en español a Paul Bowles, ya que el castellano era el idioma que utilizaban ambos escritores para comunicarse. Fue publicada originalmente en inglés en 1973 y esa edición se tradujo a más de cuarenta idiomas. Al árabe fue publicada en marruecos en 1982 y luego prohibida hasta el año 2000, tres años antes de la muerte de Chukri por múltiples cánceres; factura de una vida de excesos. Cierro la reseña con la respuesta que dio Chukri cuando le preguntaron sobre la condena a muerte hecha por el régimen Jomeini;
Sí, vamos para abajo, no para arriba. Pero esto no me para, no es el muro de Berlín, ni es la Muralla de China. Esto no me impide seguir escribiendo lo que escribo. Si a mí me ataca un loco por la calle y me da una puñalada y muero, me importa un pepino. Porque tú te vas, pero la idea queda. Yo no busco el martirio, pero si me toca la mala suerte, pues que me toque. No tengo miedo de seguir escribiendo tal como escribí mi primer libro. Yo también llevo conmigo un cuchillo. De gran tamaño. No quiero irme solo al cementerio. Que vayan conmigo uno o dos, oye. Puedo llevarme a uno o dos de esos locos. No me voy solo.