Cuando empezamos mi novia y yo (porque parece que ver series se ha vuelto hoy día parte de la convivencia de casi cualquier pareja) a ver BoJack Horseman, nos acercamos a ella esperando ver algo muy similar a lo que estábamos acostumbrados en otro tipo de series de animación para adultos, (como South Park por ejemplo) o sea, algo ácido y divertido a partes iguales. La premisa era sencilla: animales antropomorfos y humanos, conviviendo juntos en el mundo real, en Hollywood (o «Hollywoo» para ser precisos). ¿El personaje principal? Un caballo que tuvo su época de fama con una serie en los noventas pero que no ha vuelto a tener otro éxito de esa índole y tiene que aprender a sobrellevarlo, pero su canalla forma de ser no lo ayuda mucho.
En los primeros capítulos no había algo distinto a lo esperado, lo cual cumplía mi expectativa de algo ligero y fácil de ver. Pero conforme avanzaba la temporada, algo se daba a notar: había una continuidad en la línea argumental, había un arco dramático. Las vidas de los personajes se iban entrecruzando y complicando, y todo, sin perder el humor ácido y divertido.
Enganchados como estábamos ya, seguimos viendo las siguientes temporadas. Y si la primera, con la presentación de los personajes y el dibujo argumental había sido suficiente para entrarle, la segunda y tercer temporada ganaban tremendamente en complejidad e inteligencia. Definitivamente no caía en el humor facilón y gastado en el que caen muchas series actuales. Lo que parecía ser solo una ácida crítica al mundillo de Hollywood (créanlo, es una de las mejores críticas que pueden ver en pantalla) se extendía a la sociedad y los medios, con momentos bastante duros.
El 8 de septiembre se acabó de estrenar la cuarta temporada y nos la devoramos prácticamente. Esta última entrega es un salto aun mayor a los problemas existenciales, demonios y fragilidad de los personajes, siendo prácticamente, una disección profunda y dramática de cada uno de ellos. Y lo dicho, sin perder ese tono cómico y divertido. De esta manera es como la animación explora cuestiones más universales (y dolorosas) de la relación que hay entre las personas y el resultado en el perfil de cada sujeto; en esta temporada Bojack no solo nos hace reír, sino que por momentos, prácticamente nos rompe el corazón y nos hace mirar hacia nosotros mismos (y los que nos rodean). Creativamente, la forma como se resuelve la narración es algo realmente sobresaliente. En esta última temporada el factor tiempo siempre está presente, e incluso en algún capítulo se juega con la desfragmentación del mismo. Visualmente, han ido más allá con otros estilos cuando la misma narrativa así lo ha exigido.
BoJack Horseman, el personaje, posiblemente es uno de los personajes más complejos y multidimensionales de la TV. Incluso me atrevería a decir que es un personaje tan complejo como Tony Soprano, o tan auto destructivo y dramático como Don Draper. Y lo mejor, que es igualmente carismático.
BoJack Horseman, la animación es una serie divertida, profunda y reflexiva. La joya de Netflix.