Desde que me enteré de que tendríamos un festival con las presentaciones de Black Rebel Motorcycle Club, The Black Angels y sobre todo, de Ty Segall, y enfocado en la psicodelia y el garage, dos de los géneros que nos han dado hoy día discos y momentos extraordinarios, no pudo ser mayor mi emoción. Si en todo el año no había podido ir a CDMX a alguno de los tantos conciertos que suele haber, esta vez no podría dejarlo pasar. El día anterior, a pesar de un largo recorrido con mis acompañantes, entre bares punks y de electrónica, aunado a una visita al templo del high energy: el Patrick Miller, logré guardar energía para el siguiente día, que prometía ser bastante intenso.
Llegamos alrededor de la 1:30 P.M., por lo cual no alcanzamos a escuchar a Virtual Haze, el grupo encargado de abrir el evento, pero sí una parte del set de Viv & the Sect y toda la presentación de Cascabel. Cabe mencionar que los tres grupos son parte de una muy joven escena psicodélica mexicana, y en donde cada una va madurando un sonido que le va dando fuerza a este movimiento. De ambas presentaciones, con la que más conecté, fue con la de Viv & the Sect, que con un sonido rasposo y divertido, nos dio una agradable bienvenida al festival.
Después de la presentación de las bandas mexicanas abridoras, tocó el turno de una de las agrupaciones que más ganas tenía de ver: GØGGS. Aún sin ser el mejor proyecto de Ty Segall (entre la infinidad de música en la que suele estar inmerso) su sonido garage punk sucio y directo, y su electrizante guitarra es suficiente para que lo disfrute a tope, y de entrada es una probadita de lo que el músico nos ofrecería más adelante con mayores alcances.
Para esa hora, el clima todavía era bastante benévolo (cuando no estabas en la sombra) y para antes de que iniciara la siguiente banda, aprovechamos a comer, dándonos cuenta de que los precios eran un tanto abusivos, aunque cuando menos estuvo rico lo que consumimos. Un detalle que me gustó del festival era la música que se escuchaba entre las bandas, totalmente adhoc a lo que el festival ofrecía, con propuestas un poco más nuevas hasta algunas otras ya clásicas y donde se le daba lugar a agrupaciones tan emblemáticas en México dentro de la escena como Dug Dugs y El Ritual. Lamentablemente este detalle se dejaba de lado en la zona de alimentos para algo un poco más heterogéneo (posiblemente por orden de la marca cervecera oficial del evento).
La siguiente banda en continuar con el festival, fueron los sonorenses The Mud Howlers, banda que igualmente pertenece a esa oleada de nuevos grupos psicodélicos mexicanos, pero que ha tenido una repercusión mayor, en parte por haberle abierto a The Last Shadow Puppets, pero el lugar que se ha ido ganando no es solo por ello, su contundente sonido de naturaleza plenamente rockera es algo digno de tomar en cuenta. Posiblemente estamos ante una de las mejores bandas noveles del país y el que tengan un sonido tan maduro augura buenas cosas si siguen por ese camino. En vivo suenan naturales, conectados y con mucho gancho. Habrá que seguirles el paso.
Luego del blues desértico de los sonorenses, toco el turno de Death Valley Girls, la banda californiana desató toda su energía en el escenario, ofreciendo un punto de quiebre en el festival con su rasposo y directo garage el cual mezcla de manera enloquecida estilos como el punk, el surf o el rock and roll. Cabe resaltar la presencia de su vocalista Bonnie Bloomgarden como la encarnación de una muñequita malévola y sin ataduras. Las chicas del Valle de la Muerte sin lugar a duda nos estaban regalando una de las presentaciones más divertidas y con buen rollo del festival.
Pero si las Death Valley Girls habían puesto la bandera del Riot Grrrls en escena, The Coathangers, el trio de féminas de Atlanta la despedazó y lanzo sus jirones al público. Con un sonido aún más punk y sucio, elevaron más la intensidad y los decibeles, intercambiándose los instrumentos varias veces y regalándonos momentos tan divertidos como plenamente hardcoreros. Su simpatía y electricidad se adueñaron del escenario durante todo su set, y aunque cada una hace su parte para que el combo suene afilado y estimulante, sin lugar a dudas los momentos que más disfruté, fue cuando Stephanie Luke deja su lugar habitual en la batería y se pone a berrear detrás del micrófono.
La noche había caído ya, y el frío estaba calando, pero también era momento de olvidarse de ello y meterse un poco más entre la gente, pues uno de los momentos estelares de la noche (para mí, el más) haría su presentación: Ty Segall. Para esa hora, la mayor parte de mis acompañantes y yo habíamos dejado la cerveza de lado para recurrir a un chocolate caliente. Cuando menos unos 20 minutos antes de la hora marcada para su presentación, el inquieto guitarrista y su Freedom Band ya estaban arriba del escenario, solo parados ahí, como si quisieran empezar a desatar su directo desde antes de lo que se les había señalado. Esto ocasionaba cierta confusión pues la gente al verlo ahí con el grupo completo hubiéramos querido que empezara desde ese momento.
Poco antes de la hora marcada, el grupo arrancó con su potente e inolvidable directo. Una maquinaria totalmente engrasada y con los engranajes en su lugar, y en el cual, por encima de ello, brillaba la guitarra incandescente del rubio compositor, nos regaló una noche plena de distorsión y electricidad y en la cual el público respondió como no podía ser menos: con igual intensidad, como si no hubiese un mañana. Recorriendo un poco de cada uno de sus discos, desde una canción tan nueva como “Alta” hasta un clásico infaltable como “You Are The Doctor”, me hizo pensar (por un momento, pues era difícil no estar viviendo totalmente el momento al ritmo de sus composiciones y de su guitarra envuelta en llamas) que estaba presenciando uno de los momentos que podrían definir al rock tanto como en su momento lo hizo Chuck Berry o Kurt Cobain. Una canción detrás de otra transcurría casi sin pausa, con un Ty Segall como maestro de ceremonias (No por nada su disposición en el escenario sea prácticamente hacia su grupo y prácticamente dando la espalda al público).
Casi al finalizar el concierto daba la impresión de que estaban alargando su set (cuestión por la que el público en lo absoluto se hubiese quejado) pues había ciertas señas entre la gente del staff y los músicos; inclusive, en algún momento parecía que tocarían una más, pues el guitarrista se volvió a hablar con alguien de la organización y solo se dirigió al público para disculparse por no tocar más: “Sorry guys. Bye” ocasionando algunas risas. Pero otra vez se pareció llegar a un acuerdo, y se cerró de manera espectacular con “Ghost”. No cabe duda de que Ty Segall es un nerd de la música, alguien a quien se debe a ella y que lo que más le gusta es tocar. Será por ello que el domingo ofreció un concierto sorpresa en el centro de la ciudad (y donde le abriría The Mud Howlers), al cual lamentablemente no pude ir (me encontraba muy lejos para cuando me enteré y saldría esa misma noche de regreso a Guadalajara).
Seguiría calentando la noche (porque ahora sí, el frío estaba haciendo mella) The Black Angels, otro de los actos más esperados para quienes estaban ahí. Empezaron su set con “Currency” con algunas fallas en el sonido (lástima por tan tremenda canción) pero corrigieron y al segundo tema ya todo estaba en orden. Con un ligero énfasis de su último y flamante álbum, el impresionante Death Song dentro de su set, pero sin olvidar algunos grandes temas que han hecho de esta banda uno de los pilares de la nueva psicodelia, como “Young Man Dead” o “Bad Vibrations”. De llamar la atención los visuales de la agrupación, los cuales no sabría si decir que son agradables (mi novia incluso me comentaba que le pareció una experiencia perturbadora) pero sin lugar a duda cumplen una función de llamar la atención por sus sinuosas formas y vibrantes colores complementando la experiencia total del grupo. A nivel musical, fuera de esos detalles de sonido del inicio, la banda lució su psych de forma maestra, no por nada tienen el lugar que tienen dentro de la escena.
Culminaría la noche el que se consideraba el plato fuerte y por quien posiblemente más gente fue al evento: Black Rebel Motorcycle Club, esa gran banda que desde el nombre transpira rock. La banda no se guardó nada desde el principio hasta el final, dando un concierto épico y contundente, de puro rock. Los integrantes proyectan una enigmática personalidad, en especial Robert Levon Been; su música dispara temas con olor a clásico y que hicieron entonar a miles de gargantas por momentos y a brincar y despacharse en el mosh pit en otros. No cabe duda de que la gente agradecía escuchar esa ya gélida noche temas del calibre de “Beat The Devil’s Tattoo”, “Spread Your Love” o “Red Eyes and Tears”, suenan ásperos cuando se necesita, pero también sutiles, para volver a darle por el lado rebelde y plenamente rocanrolero. No por nada son capaces de entonar un himno tan clásico como “Jailhouse Rock”, ya que ellos en sí mismo son uno de esos baluartes que parece que tienen como misión salvaguardar ese espíritu añejo, potente y rebelde del viejo rock and roll. Para el cierre del evento, el lugar ya era una locura, una especie de catarsis colectiva donde el frío se olvidaba al ritmo de la música.
Al terminar el set de B.R.M.C., muchos optamos por movernos del lugar, posiblemente el frío aunado al desconocimiento de la última banda: La ReDaDa, otra banda nacional que hacía su aparición en la programación del festival. Yo, hecho una paleta, me había dado por bien servido y prefería ya retornar a otro sitio más cálido junto con mis acompañantes. En el camino de salida se dejó escuchar algo de lo que el grupo ofrecía, una especie de psicodelia tropical que sonaba bastante divertida. Tal vez merecían una escucha más atenta, pero cuando menos yo, estoy muy malacostumbrado a climas más tropicales o cálidos. Ya habrá oportunidad de escucharlos a conciencia. Lo que sí, fue muy extraña su inclusión al final del evento.
El festival Hipnosis terminó siendo una experiencia bastante grata y divertida, una oportunidad única de ver a estas bandas en plenitud. Si todo va bien, podremos seguir teniendo un festival con una dirección tan definida y gratificante, llena de garage, psicodelia y rock.
Larga vida a la música de guitarras, larga vida al Hipnosis.
*Fotografías obsequiadas por Valeria y Miriam de manera tan espontánea como lo ha sido este post.