Juan García Esquivel es el ejemplo perfecto de que el mexicano no tiene memoria, una frase que puede sonar exagerada, o hasta puede llegar a ofender, pero que, en los hechos, se repite una y otra vez. ¿Cómo es posible que a los cien años de su natalicio, escasos medios le dieron cobertura? ¿Ni una mención? ¿Ni un triste doodle de Google? Vamos, a nosotros se nos olvidó mencionar tan importante fecha en nuestra agenda musical del año. Imperdonable. Ya lo había comentado el compositor Brian O’ Neill, quien ha recreado la música del genio de Tamaulipas: “La música de Juan García Esquivel es poco valorada”. El considerado padre indiscutible del lounge o space pop music, uno de los primeros músicos en experimentar con la música electrónica y las posibilidades de estudio, siempre ha sido más reconocido en el extranjero que en su propio país, y esta tónica parece no cambiar.
En esta ocasión, quiero hablar acerca del citado músico, no haciendo un recuento de sus logros y lo que hizo, sino desde punto de vista del fan, ese fan que también olvidó el natalicio de uno de sus héroes y que hoy quiere recordar la relación que ha tenido con el músico. Sirva a manera de homenaje por este aniversario:
“Mini Skirt”
Mi primer acercamiento con Juan García Esquivel tuvo que ser a través de otro músico. Tema abridor de un disco tan deliciosos como adictivo: El Lounge-a-palooza, lanzado en 1997 y en la cual se juntó la música de gente tan dispar como Chris Cornell y Eydie Gorme con resultados extraordinarios. En este caso, el grupo Combustible Edison no era ajeno el músico, sino más bien tuvieron la oportunidad de recrear uno de los temas más divertidos del compositor mexicano y clara influencia en su música. Años después, Kronos Quartet se regodeó en sus arreglos de cuerdas con la misma composición en su disco Nuevo, su personal homenaje a la música mexicana. Si hay una música para ponerte de buenas, esta era la de Juan García Esquivel, pensé en su momento.
Odisea Burbujas y los Picapiedra
Como todo buen niño de la época, las caricaturas del canal cinco eran parte de mi educación sentimental, y entre todas las que consumía ávidamente, había dos que posteriormente me enteré que eran musicalizadas en parte por Esquivel.
Uno era de los programas más entrañables y creativos de la historia de la televisión mexicana: Odisea Burbujas, que con sus excéntricos personajes me hipnotizaban frente a la televisión como hoy los niños lo hacen frente al iPad. El otro, era parte de la infinidad de programas para los que trabajó el músico y que en su momento me tocó ver entre sus repeticiones: Los Picapiedra. Quien diría que mi relación (y la de muchos) con la música de Esquivel ya estaba ahí, no de manera consciente, pero bastante tangible.
Los discos de Esquivel
Una vez conociendo más a fondo la música de Esquivel, ya irremediablemente atrapado por su sonido, me di a la tarea de buscar con mayor o menor fortuna todo lo que encontrara del músico. Con muchos temas me fui dando cuenta que ya los había escuchado alguna vez. Sus extravagantes arreglos hechos a mucha de la música popular mexicana -Como “La Bikina” o “Besame Mucho” por mencionar algunas- me reconciliaron con música de la que en algún momento renegaba -como buen metalero recalcitrante que era en ese tiempo, afortunadamente venido a menos- en versiones tan cadenciosas, deliciosas y -contra lo que se puede pensar, dada la etiqueta de easy listening– de una escucha atenta a los detalles y los arreglos.
No había un disco malo, todo lo que encontraba era disfrutable, aunque podría citar discos como Exploring new Sounds, Latin-Esque, Other Worlds, Other Sounds (con el cual tengo otra historia aparte), Esquivel! y See It Sound, el famoso disco que no fue lanzado en su época porque se pensó que no podría ser exitoso y que se lanzó en 1998 al fin.
Other Worlds, Other Sounds
Desde que empecé a comprar vinilos y me doy mis escapadas aleatorias al Tianguis del Baratillo en Guadalajara, uno de mis anhelos era encontrarme con un LP de Esquivel en perfectas condiciones. El resultado regularmente era el mismo: no encontraba nada. Un buen amigo me comentaba que era difícil pues era de los discos que los cazadores de joyas en vinilo siempre buscaban. Curioso que siendo música tan poco valorada como menciona O’Nell, sea de los que la gente se pelea como en barata de Black Friday. Uno de esos días donde no esperaba mucho, me encontré al fin con lo que siempre busqué. Aunque quiero ponerme romántico y pensar que el disco “me encontró” como esa idea que existe de que las piedras y las personas se encuentran y no busca una a otra. El disco era Other Worlds, Other Sounds, ese de la portada donde una dama en ropajes de rojo intenso, contrastaba con un ambiente, sí, de otro mundo. Una portada tan divertida y extravagante como su contenido. Regresé feliz a casa a envolverlo cariñosamente en su plastiquito protector, detalle que ningún otro disco usado tiene en mi pequeña colección. Ya no solo se lo envidio a mi amigo coleccionista Carlitos Pepón, ya también yo lo puedo escuchar en casa directo de mi consola.
Cien años de su nacimiento
Lo de los cien años me ha agarrado de sorpresa. Regularmente hacemos un recuento de natalicios en la página y cuando me enteré sentí un poco de pena de no haber hablado siquiera de ello, mencionarlo. La única reflexión que me queda, aparte de esto que escribo, es que Juan García Esquivel, merece que alguien le haga una retrospectiva, una exposición, (a mi gusto, debería de haber un museo de él solito) recopilando sus logros, sus discos, el diseño de sus portadas, la manera en que concebía la música, los temas que musicalizo en cine y televisión, que la gente experimentara su música en el momento a través de diferentes canales y espacios diseñados ex profeso para ello, que se hiciese un rescate de su puesta en directo como el que hizo O´Nell en su propio país, la influencia que ha tenido en gente de otras latitudes que han retomado su música o sus conceptos adelantados a su época.
Algún día me gustaría ver eso.
Por el momento, regocijémonos con un documento que produjo Canal Once acerca del músico: