La trilogía original de Evil Dead es una de mis favoritas del cine. Desde la primera vez (y las ocasiones en que las he vuelto a ver) siempre he disfrutado su mezcla de terror y comedia (siendo la segunda parte la que más me voló la cabeza con sus litros y litros de hemoglobina salpicando todo a su paso) y su derivación a la fantasía en la tercera cinta. El remake que se hizo en 2013, contra lo que esperaba, era una muy buena adaptación, y mucho tuvo que ver que tanto Sam Raimi -su creador- como Bruce Campbell -El actor original- producían la cinta, guardando mucho del espíritu de la trilogía originial, pero trayéndolo a la actualidad. La carrera de su director Sam Raimi también me ha gustado mucho, no exenta de ciertos traspiés -el punto más bajo sin duda: Spiderman 3 ) pero dando por otro lado delicias como Drag Me To Hell, donde se da vuelo en lo que parece ser el terreno que mejor domina: el terror con tintes de comedia. Estas eran muchas de las razones por las que cuando me enteré que estaba por estrenarse una versión actualizada del universo de Evil Dead, brinqué de alegría. A la mierda Los Sopranos, The Wire, Breaking Bad, Mad Men o Six Feet Under. Esta sería la mejor serie de la historia.
Así es como desde hace tres años he estado al filo del asiento viendo Ash vs Evil Dead, el regreso de Bruce Campbell como Ash Williams, el mayor antihéroe de la historia, ese personaje que podía ser tan irresponsable, macho e idiota, como valeroso, audaz y empático en la siguiente escena. Lo mejor es que no venía solo, en el camino se le unirían dos personajes que terminaron siendo tan entrañables como el personaje principal: Kelly y Pablo, dos jóvenes personajes que pelearían hombro con hombro para derrotar a bestias y demonios por igual. El elenco principal lo cerraría una guapísima y muy malévola Lucy Lawless -mejor conocida en su emblemático papel de Xena, la princesa guerrera – como antítesis del bien.
La serie me trajo lo que esperaba y más: Gore a raudales, humor retorcido y desproporcionado, guiños a las películas y una actualización del universo que no se quedaba solo en el simple homenaje, esto en parte apoyado por la tremenda inventiva que le inyectaba Sam Raimi y su equipo de guionistas y productores a muchos momentos de la serie que hoy me parecen emblemáticos: títeres que cobraban vida, teléfonos demoniacos, monstruos del tamaño de un rascacielos, familiares y amigos poseídos, muertes y resurrecciones, bebés del inframundo, portales a otras dimensiones, etc. Todo podía pasar y cualquier cosa, por muy exagerada que fuese, entraba de forma natural en la estética y la historia.
Es por eso que el hecho de enterarme de su sorpresiva cancelación me cayó como balde de agua fría, sobre todo porque lo anunciaron por las fechas en las que había salido su noveno capítulo -uno antes del capítulo final-. Su tercera temporada había tomado un ritmo endiablado, con nuevos personajes -entre ellos, una inesperada hija de Ash- y su premisa llevada a extremos delirantes. Todo indica que la decisión fue tomada por la poca audiencia que tenía; aunque nunca fue (ni creo que se haya pensado así) una serie para las masas, al parecer el rating caía cada vez más. Posiblemente Ash vs. Evil Dead siempre fue una serie para los más fanáticos, y aunque haya podido captar otro tipo de público, no cualquiera aguanta -así sea en tono humor- situaciones tan cafres, delirantes y sangre y fluidos al por mayor. Lo que si es cierto, es que más de uno pegó el grito en el cielo al enterarse de ello; basta darse una vuelta en foros y páginas que hablen del tema para confirmar que los que lo seguían viendo, estaban encantados con el ritmo y el camino que estaba llevando.
El 29 de abril fue su última emisión dejándonos con sentimientos encontrados. El capítulo fue el clímax de una temporada desbordante de creatividad y acción, y como tal, respondió a las expectativas, pero el final del mismo fue cuando menos desconcertante. ¿Malo? en lo absoluto. El hecho era que, aunque cerraba de cierta manera lo que sucedía en la tercera temporada, dejaba todo abierto y con muchos hilos de donde podía jalar la historia aunada a múltiples preguntas. Lo peor es que ese camino que dejó abierto prometía bastante: una vuelta de tuerca como lo fue la tercera película para trilogía original. Parecía una mala broma, más sabiendo que el propio Bruce Campbell comentó que ya no se enfundaría en el personaje de Ash Williams nunca más.
Se especula un cierre con una película, pero los creadores ya comentaron que hasta ahí se quedarían. No se sabe lo que vaya a pasar, pero hay pocas expectativas. Lo que duró fue muy bueno, pero queda ese sinsabor al final, como ha pasado con algunas series que abruptamente terminaron pero que estaban otorgando muy buena ficción, como Carnival o Penny Dreadful (aunque ésta siempre se ha comentado que se pensó desde el inicio así). No sabemos nada, pero por el momento estoy de luto por esa decisión. El Necronomicón Ex-Mortis ha cerrado sus páginas, y esta vez, parece que para siempre.