Flota como mariposa, pica como abeja. Las manos no pueden golpear lo que los ojos no pueden ver
En 1964, antes de enfrentar a Sonny Liston, vigente campeón que los expertos temían no solo vencería sino que llevaría al joven Cassius Clay a la tumba, el retador utilizaba estas palabras como su frase de presentación de lo que sería no solo el inicio de su reinado, sino la bandera de toda una generación sumergida en las idas y vueltas de la guerra y la turbulencia racial americana. Años después entenderíamos que Muhammad Ali era el mensaje, Bundini Brown era el altavoz. En 1988 las palabras podrían seguir siendo las mismas, solo que el altavoz sería Flavor Flav y el mensaje Chuck D.
Chuck D, la voz principal, pasó su adolescencia en Long Island siendo influenciado por la música de James Brown y Gil Scott Herron, el discurso de los Black Panthers y el movimiento AntiVietnam. Entre sus estudios asistía a fiestas underground donde terminaba improvisando como MC y opacando a quienes estaban contratados para el trabajo. En una de esas ocasiones un colectivo que producía a nivel local le propuso ser el frontman, se rebautizaron, buscaron integrantes para completar la alineación e inmediatamente fueron firmados por Def Jam y Rick Rubin.
Professor Griff estaba a cargo de ser el rostro oficial ante los medios y de organizar al grupo de seguridad de la banda, Security of the First World, que al mismo tiempo fungía como parte del espectáculo en vivo realizando coreografías de movimientos militares y portando UZIs falsas para hacer más contundente la imagen de la banda. En estos tiempos algo así es casi inimaginable, pero seamos honestos, los Arctic Monkeys no serían tan insufriblemente blandos si tuvieran armamento pesado.
En el otro lado del escenario estaba Terminator X, el DJ de la banda y persona parcialmente responsable del brutal y revolucionario sonido que la agrupación imprimió en sus cuatro primeros discos.
El hombre del sombrero de copa y el reloj gigante al cuello, con más energía que un reactor nuclear y expresiones faciales sacadas de los más avant garde sueños de Jim Carrey es William Jonathan Drayton Jr, o Flavour Flav si prefieren. Él toca 15 instrumentos, pero esa no fue la razón por la que lo invitaron a unirse, según las leyendas nadie, en la faz de la tierra, es un mejor trash talker.
La primera placa de la banda, Yo! Bum Rush The Show, fue un éxito, pero dejó a Chuck con el sentimiento de que por la necesidad de adelantar los acontecimientos no se construyeron las ideas que flotaban en su cabeza. Además, la posterior aparición de Eric B & Rakim y el romantic hip hop de LL Cool J desvió la atención de ambas costas.
Aunado a esto, el inicio de los trabajos para el segundo disco no había comenzado bien, las sesiones de grabación del primer sencillo de la banda parecían estancadas en un sonido muy similar al del primer LP de la banda. Fue Flavor quien se sentó detrás de la batería y a base de un tempo más rápido en comparación al que se manejaba habitualmente en el mundo del hip hop, mostró el camino que The Bomb Squad utilizaría para sellar el disco como un misil aural. La producción del equipo encabezado por Hank Shocklee y Eric Sadler consistiría en construir capas y capas de samples que brindaban a la atmosfera de la canción un sonido denso, agresivo y casi industrial. Para el track que sería la punta de lanza del disco se mezclaron canciones de James Brown, Chubb Rock y sí, Jefferson Starship.
Además de la inclusión de éstos samples a menudo discursos políticos, fragmentos de transmisiones noticiosas o mensajes particulares eran agregados, en el caso del single el Reverendo Jesse Jackson, activista social se escucha diciendo «No sé a dónde se está dirigiendo el mundo». Yo tampoco Jesse, yo tampoco, hay bandas sampleando a Jefferson Starship.
Al final, todo fue coronado por las voces de Chuck y Flavor que contrastan como el discurso radical ingobernable de un profesor de estudios políticos chocando contra las diatribas de una persona que ha pasado demasiado tiempo tomando jarabe para la tos en las calles y que, sin embargo, comparte las mismas creencias básicas.
La mezcla resultó agresiva, directa e infecciosa. La canción fue llamada “Rebel Without a Pause” y ellos eran Public Enemy. Antes tenían el sonido, el mensaje, el logo y la imagen. Ahora tenían el disco.
Un disco que habla de la violencia policial, la segregación, el papel de los medios en la disparidad social, la cultura pop, el rol de la educación, la epidemia del crack en los sectores minoritarios, todo mientras te hace bailar como si hubieras terminado con las reservas de cocaína de Long Island.
Una idea se ligaba a la siguiente pero no quedándose atrás, sino sumándose y construyendo un mensaje que a su vez caminaba a la par de la música. Y ese mensaje no se limitaría a la Costa Este, tendría un carácter global. Cuando fueron a Londres no negociaron y las primeras palabras en el escenario fueron un rotundo y alto “fuck Thatcher”, exactamente lo que el grupo de jóvenes presentes, sin importar que el mensaje de las letras de Chuck D no fuera de manera literal lo que vivían día día, querían escuchar. Sin metáforas, sin discursos, sin saludos ni rimas. Solamente el equivalente al “fuck Reagan” con que habían empapado el disco.
Y mientras te hacían bailar.
A “Rebel Without a Pause” lo siguieron como sencillos “Bring the Noise” y “Don’t Believe The Hype”, “Night Of The Living Baseheads” y “Black Steel In The Hour Of Chaos”, todas canciones que se han convertido en clásicos y referentes de un disco que logró amalgamar la aceptación de la prensa especializada, del público de ambas costas y tal vez, por primera vez, de puristas musicales que se negaban a aceptar al género como uno mayor o global. De hecho, la amalgama de actitud y temática anti-establishment acerca más a It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back al circuito punk y el sonido al rock industrial y al proto trip hop a los cuales ha servido como referencia en trabajos de Massive Attack, XTRMNTR de Primal Scream o Rage Against The Machine por citar algunos ejemplos.
Treinta años después el disco no solo conserva su status de piedra de toque, sino que cada día se vuelve más relevante. Si este puñado de canciones hubieran nacido hoy la temática sería perfectamente aplicable a nuestra realidad social:
No matter what the name, we’re all the same pieces in one big chess game
A la información que los medios masivos nos proveen:
Her brain’s been trained by a 24-inch remote
Revolution a solution for all of our children
But her children don’t mean as much as the show
A la industria del entretenimiento, cantantes y películas de super héroes:
Your singers are spineless as you sing your senseless songs to the mindless
It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back es un parteaguas para el género, ya que de la misma forma en que The Clash salvó al punk de convertirse solo en un grupo de jóvenes gritando que eran punks, Public Enemy dejó en claro que el rap podía ser una herramienta social poderosa para generaciones por venir y se podía hablar de otras cosas además de ligar, tener armas, ligar, usar cadenas y ligar. En conclusión, no solo es probablemente el mejor disco de 1988 sino el disco más importante en la historia del hip hop. Believe the hype.
Las manos no pueden golpear lo que los ojos no pueden ver. Flota como Flav, pica como Chuck.