“Entre a un lugar con poca iluminación, y conforme me adentraba de las paredes aparecían rostros amorfos y grandes, que no me asustaban pero me provocaban una sensación de extrañeza. Me adentré más y terminé en un gran cuarto con muchos muñecos y esponjas, de las cuales seguían saliendo rostros que parecían demonios. De fondo se escuchaban sonidos estridentes pero que se sentían a cierta distancia, lo que hacía que no me aturdieran en ningún momento. En ese momento me extrañó más lo que estaba pasando y fue entonces que desperté.” El sueño de Miriam, luego del concierto de Stephen O’ Malley en Guadalajara.
En algún comentario en Facebook, acerca de la visita de Stephen O’ Malley a Guadalajara, decían que tuviésemos cuidado con este hombre, pues con su música abría portales. Alejándonos del sentido esotérico del divertido comentario, algo hay de ello al escuchar la música de este gran músico. Pero vamos por partes. El martes, día poco habitual para conciertos (y que sin embargo se engalanaba con una segunda fecha de King Crimson), en medio de una Guadalajara que amenazaba con lluvia, llegaba la hora la cual harían su presentación varios proyectos que acompañarían al maestro Stephen O’ Malley. La noche prometía (dado los implicados) densidad, pesadez y mucho drone.
El primero en tocar fue Fausto Arellano, la mitad de los viejos conocidos Chivo Negro y sin duda, alumnos adelantados del principal acto de la noche. Fausto hizo su parte con un pequeño set, sentado, estático y ensimismado en su instrumento y su sonido, con una propuesta que se siente por momentos incluso más densa que su banda principal, logrando su cometido de adentrar a los pocos asistentes que había al minimalismo y las largas notas propias del estilo musical que reinaría la noche.
El siguiente en aparecer en escena sería CCOOWWSS, proyecto del incansable Arturo Ortega (más conocido por su imprescindible proyecto .RR) y que en esta ocasión, mostraría, acorde a la noche, su lado más drone, manteniendo mucho de su sello característico. Capas y capas de ruido que creaban un muro de sonido compacto y potente. Sin lugar a dudas Arturo, dentro de la escena electrónica y experimental, es uno de los músicos más importantes del país y sus proyectos, cada vez que pisan un escenario, lo demuestran.
La tercera en presentarse y que resultó un tremendo lujo, fue Lori Goldston, quien una semana anterior había tocado en Guadalajara en un muy emotivo concierto. La cellista, igualmente se puso en un tono más grave que lo que se le escuchó la última vez, pues había que estar ad hoc al momento, no olvidando que este género no le ha sido ajeno, sobre todo por su participación como parte de Earth, los pioneros del drone, aunque a ella, en la parte compositiva le haya tocado una etapa un tanto más alejado de los oscuros y densos inicios de la agrupación. Lori hizo gala de su virtuosismo e improvisación, otorgando una variación a lo que se había escuchado hasta el momento. ¿Único tache? al ir bajando su sonido ya para terminar su participación, se empezaron a escuchar muchos murmullos de varios sectores del público.
Finalmente, haría su aparición Stephen O’ Malley, quien directamente y sin ningún tipo de alarde, empezaría su presentación. Cargando hacia la derecha del escenario y moviéndose lo justo ya sea para manipular las perillas o los pedales y perdiéndose entre las sombras (detalle muy importante para el músico, pues en algún momento hubo un juego de luces que lo iluminaba frontalmente y por su gesto, parecía no estar muy contento con ello); fuera de esa situación, una expresión fría, concentrada en la creación del sonido. Musicalmente, lo que Stephen O’Malley ofrece en un recital en vivo, más que un concierto al uso como lo que nosotros conocemos, es una experiencia. La experiencia de sentirse envuelto entre las largas notas, de sentir la vibración en el cuerpo y en los pies (literalmente el sonido se sentía hasta en el suelo) entre un mar de sonido profundo y cavernoso, y siendo parte de una estructura en lo que uno no sabe en qué momento mutó sutilmente a otra dimensión. El público el cual era ya un poco más nutrido, pero que terminó siendo corto para lo esperado, miraba expectante y algunos nos fuimos recorriendo un poco hacia atrás dada la intensidad del sonido.
Así como el sonido se hizo compacto e intenso, de esa manera, entre la penumbra total, O’Malley fue bajando los tonos de manera gradual, dando por terminado su recital. Agradeciendo de la manera más sutil y recibiendo el aplauso de un público que se vio envuelto en un tipo de música poco habitual. De esta manera, nos fuimos moviendo fuera del Anexo Independencia a la fresca noche en Guadalajara. Afortunadamente, no me encontraba en otra dimensión paralela como en Stranger Things, ni se habían abierto portales (o eso creo). El zumbido de los oídos me duró hasta medio trayecto en el automóvil y al siguiente día, mi amiga Miriam, quien me ayuda con las fotografías, me contó que tuvo ese sueño extraño. “Creo que la culpa la tuvo el concierto para que soñara así” me dijo.
¿Portales? ¿Dimensiones paralelas?