La primera vez que escuché a Héctor Lavoe se lo debo a mi papá, recuerdo que llegó a la casa después de ir a ver a un amigo el cual le prestó un disco de “El Jibarito de Puerto Rico”. Yo creo tenía unos 13 años, andaba volado sintiéndome rebelde escuchando el CD XL de Resorte (en otra ocasión hablaremos de esa época en mi vida).
Mi papá, un hombre con cara de enojado toda la vida pero con una esencia que solo él tenía y lo caracterizaba: dicharachero, cábula, bailador y bueno para el putazo, así lo recuerdo yo y muchos de sus amigos. ¡Nombre mi Charlie, (suena esa frase cada que me van a contar una historia relacionada con él) “El Botas” (así le decían a mi jefe, en el barrio) esto, “El Botas” lo otro. Anécdotas que no me canso de escuchar, porque alguna vez él a mí me las contó como si yo fuera su gran amigo.
Él era gran fan de la música tropical, los boleros y los trios. Existe la anécdota de que cuando él nació, mi abuelo le llevó serenata a mi abuela en agradecimiento por regalarle su quinto hijo, viinieron a la casa a tocar Los Tecolines.¡Puta! Cada que escucho “Ahora y Siempre”, canción del trio mencionado, solo es cuestión de cerrar los ojos y ver la cara de mi padre cantando, dibujándose en su cara una felicidad inexplicable.
Esa misma cara recuerdo haberla visto cuando puso el CD de Lavoe. La primera canción que escuchamos fue” Ausencia “, después los clásicos de “El Jibarito”, “Che Che Cole”, “Periódico de Ayer”, “El Cantante”, “Qué lío” y varios temas más, pero lo que me llama la atención, es que la primera canción que escuchamos él y yo, que repetía una y otra vez era “Ausencia”…
Hace once años vi por última vez a mi padre, lo vi irse al hospital y cinco días después sonó el teléfono en la madrugada… Nunca más nos volvimos abrazar.
Si escuchas con atención, “Ausencia” dice:
«No importa tu ausencia, te sigo esperando, No importa tu ausencia, te sigo esperando, el día en que tú te fuiste, triste me quede llorando, hay regresa te lo pido, que por tu amor te juro me estoy matando».
¡VERGA GÜEY! Ahora entiendes porque tanto amor a Héctor Lavoe, ¿por qué lo traigo en playeras, pines, stickers? ¿por qué siempre lo escucho cuando me siento triste? ¿por qué lo escucho cuando me siento feliz? ¡CLARO! Para mí es cerrar los ojos y sentir que estoy con él, llevándome al futbol todos los sábados, me acuerdo de esas tardes soleadas escuchando “Aguanile” en un reproductor que con pedos agarraba el disco, aprendiendo a manejar un vocho convertido en taxi; unas cagadotas cada vez que se me apagaba el carro por sacar mal el clutch.
Escuchar por toda la cancha sus gritos, mentándole la madre al árbitro, exigiéndome en el partido, exigiéndome en la escuela, en la casa. “¡NO TE DEJES DE ESE PENDEJO, TU TAMBIÉN DALE¡”. Esa frase la traemos bien marcada mi hermana y yo. Tal vez nos estaba preparando para la vida.
Tuve poco tiempo para compartir con él; me hubiera gustado enseñarle a lo que me dedico, enseñarle mis diseños, mostrarle el flyer donde voy a tocar, decirle cómo no me he dejado de nadie, y sobre todo me encantaría que supiera que sigo escuchando a Hector Lavoe como aquella tarde que llegó a la casa.
Ahora más que nunca espero volverlo a ver algún día o esperar a que el cometa se vuele y jamás nos volvamos a leer.