Graciela Iturbide, una de las fotógrafas más influyentes de América Latina, ha sido reconocida con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025 por su destacada trayectoria de más de 50 años en la fotografía.
Nacida en Ciudad de México en 1942, Graciela inicialmente se inclinó por la escritura y la antropología, pero descubrió su pasión por la fotografía al estudiar cine y conocer al que fue su principal mentor, Manuel Álvarez Bravo. Su obra, mayormente en blanco y negro, se centra sobre todo en la documentación de la vida indígena y popular en México, capturando la fragilidad de las tradiciones ancestrales y la interacción entre la naturaleza y la cultura.
Sin embargo, lo que nos trae aquí, es sobre todo, uno de los momentos más significativos en su carrera tras la lente: su participación en el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro en 1971. Aunque asistió al evento para documentar una carrera de automóviles, se encontró con el festival de rock y decidió capturar la experiencia a través de su lente.
Estas fotografías se convirtieron en su primer libro, sobre el tema «Avándaro», publicado por Editorial Diógenes en 1971 (un libro que se ha vuelto una pieza de colección), y más recientemente en «Yo estuve en Avándaro», una edición conmemorativa que incluye cerca de 90 imágenes tanto en blanco y negro como a color.
El Festival de Avándaro, la versión mexicana de Woodstock, fue un hito en la historia del rock mexicano y la contracultura, siendo Iturbide quien retrató la perplejidad de una sociedad que se reconocía por primera vez fuera de los márgenes culturales del nacionalismo, capturando la esencia de una generación que buscaba libertad y expresión a través de la música. Aún así, no fue su único acercamiento a la música, sino que ahí está su colaboración con la agrupación Sonex o de forma colateral, su hijo Manuel Rocha Iturbide, quien ha trabajado entre otras cosas, sonorizando obra de su madre.
A través de su obra, Graciela Iturbide ha logrado documentar y preservar momentos cruciales de la cultura mexicana, convirtiéndose en un testimonio visual invaluable. Su enfoque respetuoso y su sensibilidad antropológica han permitido que sus fotografías trasciendan lo estético, convirtiéndose en verdaderos documentos culturales.
Su legado continúa inspirando a nuevas generaciones de fotógrafos y artistas en todo el mundo.