“Los festivales se han vuelto un lugar de pura posadera y por tanto, a lo que menos se va es a escuchar música. Se sufren más de lo que se disfrutan. Están muy pinches caros. ¿Por qué me tengo que chutar a este grupo si yo al que quiero ver es a este otro? Los grupos más interesantes visitan la CDMX. ¿Por qué le llaman festival si solo son tres grupos? Ya me cansé de estar tanto tiempo parado. Me meo y no me puedo mover por tanta gente…” Todas estas sentencias son bastante habituales cuando la gente se refiere a su experiencia y como se han venido desarrollando los festivales en México. Pero para bien y para mal, quedaron atrás esos tiempos donde era algo verdaderamente raro que un artista de cierto nivel, pisara nuestras tierras. El formato de los festivales tiene ya un rato que se ha quedado dentro de la dinámica de los conciertos. De esta manera, es como festivales de mayor alcance se han vuelto una cosa tan monstruosa, como heterogénea y por momentos, dispar; aun con todo ello, muchos terminan regresando una y otra vez a las mismas dinámicas de las que tanto se quejan.
Dentro de esa evolución que han tenido los festivales en el país, hay gratas opciones dentro de los de menor envergadura. Incluso se puede decir que festivales como el NRMAL o el Ceremonia tienen un perfil más definido y menos prostituido que el Vive Latino o el Corona Capital y han creado una cierta identidad que verdaderamente se agradece. ¿La desventaja? son en la periferia de la CDMX, lo que deja a mucha gente en ocasiones, sin la posibilidad de ir a los mismos, entre los gastos que representa y el tiempo que implican. Otros festivales que se han llevado a cabo en provincia, aunque ha habido buenos intentos, no han terminado de cuajar o han sido por una o dos ediciones. Entonces ¿qué nos queda? ¿Un festival más pequeño? ¿Se le puede llamar festival a meter a una gran cantidad de gente dentro de un pequeño bar para ver a diez grupos que toquen veinte minutos cada uno? ¿O a otro donde solo toquen tres bandas, aunque verdaderamente sea solo la banda principal y dos buenos abridores?
Llegando a este punto, es donde me encuentro con un festival que me representa una oportunidad para la gente de otras latitudes. Un festival hoy día que con todas en contra, se ha sabido expandir, ha logrado superarse y ha creado una identidad bastante definida. Un festival en donde verdaderamente se puede ir a escuchar nuevas y singulares propuestas, divertirse, y disfrutar bajo un precio bastante accesible. Estoy hablando del festival Doña Pancha Fest.
Este festival, iniciado hace algunos años en Tecate, B.C. de la mano de gente con bastantes inquietudes y mucho empuje, inició su andar en esa pequeña ciudad, con el único fin de llevar propuestas y actos en vivo que no tuvieran demasiada cabida en otros festivales o foros, todo bajo un concepto irónico y divertido. Lo interesante del asunto ha sido que el mismo festival ha ido mutando, haciendo cosas distintas cada vez, pero manteniéndose fiel a su espíritu y al tipo de bandas que promueven. Y por si fuera poco, se ha ido expandiendo, llevando su propuesta a otras ciudades como Guadalajara, Tijuana, Mexicali, San Diego y D.F, en ocasiones con el formato del festival y en otras como showcase de cuatro bandas, como bien cita el artísta visual Cristian Franco, una de las cabezas del proyecto (de entre un grupo muy extenso de gente comprometida al mismo) y a quien agradecemos la información aportada.
El festival puede presumir de haber tenido entre sus distintos line ups a gente que en su momento, eran unos absolutos desconocidos, y hoy día, su fama es más extendida (El Muertho de Tijuana, Juan Cirerol) o que han pasado a ser de culto (San Pedro el Cortez, Soledad, Pellejos). Propuestas que van iniciando su andar, y que los ha puesto en el radar (Norway, Chivo Negro, Clan Trevi Andrade, etc.) En la última edición se dieron el lujo incluso de traer a músicos de otras latitudes, como Dick el Demasiado o esa tremenda banda que es Niña Coyote eta Chico Tornado. La curaduría que tienen para elegir a las bandas es pues, extraordinaria.
Fuera de lo estrictamente musical, el festival ha tenido una serie de actividades que redondean su concepto, desde exposición de fanzines de la mano de Editorial Lázaro, hasta presentación de documentales, pláticas y exposiciones que tengan que ver con la música. Esto por no hablar de otras divertidas dinámicas que van desde una entrega de premios ya dentro del acto, hasta la creación de flyers dentro de sus redes sociales. La reinvención siempre ha sido una constante del evento y las mejoras han sido por demás evidentes. Desde la organización, hasta el lugar o el sonido. Y todo ello, como lo dije, sin traicionar el espíritu que desde hace muchos años se planteó en un pequeño bar de Tecate.
DPF me parece el festival underground definitivo (etiqueta a la que probablemente los mismos creadores rehuirían, conociendo su carácter fuera de lo establecido) y promete como cada año, ofrecer una grandísima oportunidad por un bajo costo, de escuchar propuestas interesantes y poco complacientes. Tan excitantes como divertidas. Esperemos pues, a las próximas ediciones del festival, las cuales este año se enfocarán en su mayor parte en Tijuana y Guadalajara. La idea es que en unos años, se tenga un festival que pueda llegar a otras ciudades de la república.
*Doña Pancha cuenta con un programa de radio que se puede sintonizar en Psiconauta.net, todos los martes 9.30 a 11.30 pm (hora del centro) y 7.30 a 9.30 (hora del norte), emitidos alternadamente desde Mexicali, Guadalajara y San Diego, y desde donde se traslada mucho del espíritu del festival desde su concepción.