Con un tremendo y poderoso título como «FUCK AMERICA» esta novela no pasa desapercibida, al mirarla mientras navegaba por la red, de inmediato captó mi atención. Leí este libro un par de meses atrás y lo he hojeado esta misma semana para hacer la presente reseña. Este libro fue publicado en 2010 por la editorial Errata Naturae en su colección mujer cíclope. Se puede conseguir en la tienda de Amazon, no es nada barato, pero vale mucho la pena. El autor, poco conocido en lengua castellana, toca uno de los temas del cual se han gastado—y del que se seguirán gastando— mares y mares de tinta: La Shoah, el Holocausto o como quieran llamarle. Pero el autor, Edgar Hilsenrath lo hace de una manera única por la sorna y el ácido humor de Jakob Bronsky, un sobreviviente del exterminio y protagonista de esta hilarante pero también en momentos aciaga novela. Por ser un tema tan delicado para los judíos y por el trato que Hilsenrath da a la obra, se explica porque el libro no apareció publicado en Alemania hasta 1979. Hilsenrath nos introduce a su texto con un intercambio epistolar entre el padre de Jakob y el Cónsul General de los Estados Unidos de América. Nathan Bronsky le pide al Cónsul General, primero con diplomacia y después en tono de súplica, que le otorgue a él y a su familia el visado para entrar a la América de la libertad, porque la imparable maquinaria nazi se ha puesto en marcha y la familia ha escuchado rumores de que los nazis encierran a los judíos en cámaras de gas. Hilsenrath fue un encerrado en el gueto Czernowitz en Rumanía y fue liberado por el Ejército Rojo en 1944, llegó a América en 1952, por ello se da por sentado que el libro tiene matices de experiencias autobiográficas. El Cónsul General explica a Nathan Bronsky que sus visados estarán listos en 1952, no antes. Y así es como llegan a América, después de haber perdido el alma. El título de la novela se encuentra en uno de los primeros párrafos:
Cuando Nathan Bronsky contempló la Estatua de la Libertad, se le escapó un pedo de puro terror, creyó que se trataba del Cónsul General.
—¿Qué pasa, Nathan?—preguntó su mujer.
—¡Es el Cónsul General!—dijo Nathan Bronsky.
—¿El Cónsul General?
—El Cónsul General.
—¿Estas seguro?
—Completamente.
—Me gustaría decirle un par de cosas al Cónsul General —dijo Nathan Bronsky—. Pero no sé una palabra en inglés.
—Sabes dos—dijo su mujer.
—¡Es verdad!—dijo Nathan Bronsky—. Me sé dos palabras. Dos palabras en inglés.
—¡Demuestrale al Cónsul General tus conocimientos de inglés!—dijo su mujer
Nathan Bronsky miró al Cónsul General directamente a los ojos. Pensaba en el año 1939 y en la carta del Cónsul General que había enterrado todas sus esperanzas. Pensaba en los muchos cientos de miles que, como él, habían llamado a las puertas de la América desesperadamente, la tierra de la Libertad, que nos les quería… por aquel entonces. Se acordó de la excusa barata de las cuotas de inmigración. «FUCK AMERICA», le dijo
Nathan Bronsky al Cónsul General. En voz a grito.
— ¿«Fuck america»?—le preguntó su pariente adinerado.
—Fuck America!—dijo Nathan Bronsky.
Jakob Bronsky se pasa las noches en una sórdida cafetería para inmigrantes mientras intenta escribir la novela que lo llevará a la fama y al reconocimiento. Entre capítulo y capítulo debe de recurrir a trabajos miserables para sobrevivir mientras anhela con darle por el culo a la secretaria de Mr. Doublecrum quien espera sea el editor de su gran novela. Como inmigrante alemán le es duro vivir en la América puritana de los años 50´s ofuscada—como lo es hasta el día de hoy—por el éxito y el dinero. Pero nuestro personaje Bronsky tiene un hueco, un hueco que no puede llenar ya que no recuerda gran cosa sobre su terrible experiencia en el gueto. De la novela que escribe no da ningún detalle, a excepción del avance de los capítulos mientras intenta evadir cualquier trabajo y su sonoro y obsceno título: El pajillero. Bronsky se codea en las calles de New York con emigrantes, vagabundos, beats, chulos y putas. Hilsenrath no da respiro al lector, desde la primera hasta la última página los diálogos son rápidos, directos y contundentes. No describe más allá de lo necesario. Es como si el mejor Bukowski se haya privado del whisky y la cerveza y se hubiese puesto a escribir por las noches en una cafetería de expatriados en New York. Un ejemplo de la velocidad de sus diálogos es el siguiente:
—¿Tienes curro?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—No quieres trabajar ¿verdad?
—Eso es.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—¿Y de qué vives?
—Eso es asunto mio.
—Cierto.
—No tienes pinta de chapero. Eres demasiado viejo para ser chapero.
—Sí.
—¿Haces la calle de vez en cuando?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque no.
— Mira chaval, como me estés vacilando te voy a dar una hostia.
—No te lo aconsejo.
—¿Sabes defenderte?
—Sí.
—No me lo creo.
—Tú verás.
—No te mosquees chaval. Estaba de coña.
—No me mosqueo.
—Todo el mundo me conoce en Donald´s.
—Ok. Todo el mundo te conoce.
—Estuve un tiempo en trena. Ya he tenido bastante.
—Vale, tio.
—¿Has estado en trena?
—No. Aún no.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—¿De verdad que sólo llevas un año aquí?
—Sí. Un año.
—¿Dónde estuviste en la guerra?
—Al otro lado.
—¿Al otro lado?
—Al otro lado.
—¿Es cierto que el tal Hitler gaseó a los judíos?
—Sí.
—¿Y por qué no te gaseó a ti?
—Tuve suerte.
—Te escapaste de la cámara de gas, a que sí.
—Puede ser.
—¿No te acuerdas o qué?
—No, no me acuerdo.
Sí alguien espera encontrar algo a lo Primo Levi, escritor de Si esto es un hombre absténgase de comprar este libro. Cerca del final, Jakob Bronsky, en su imaginación hace salir directamente de la pantalla del televisor a su regazo a Mary Stone, una famosa animadora de un programa televisivo a quien Bronsky cura de su frigidez. Es ahí, mientras charla con Mary Stone, —quien por su positivismo es algo así como la viva imagen del sueño americano—cuando nuestro héroe comienza a poco a poco llenar el hueco. El humor negro se va desvaneciendo para dar entrada a una narración desencarnada y puntual sobre la guerra y los años del dominio nazi.
De Edgar Hilsenrath, como he dicho, en español prácticamente no hay nada. Por lo menos nada que se pueda comprar. Editorial Maeva publicó en el año 2004 la novela El nazi y el peluquero, hoy descatalogada y lamentablemente de momento imposible de conseguir.