La edad, el aletargamiento y la monotonía existencial se conjugan para hacernos un blanco sumamente fácil para una parte (la más grande) de la industria, que sin producir algo realmente nuevo se llena las bolsas con singular alegría. Cuando la nostalgia se hace presente, hay que tener cuidado.
Creo que es pertinente dejar claro que este texto está dirigido a aquellas personas que en algún momento encontraron algo novedoso, emocionante o interesante cuando pudieron haber seguido la inercia de sus mayores y nunca crear gustos propios. Si por otro lado; “Light My Fire”, “Braveheart” y “Friends” fueron, son y siguen siendo tus máximos referentes en música, cine y televisión hasta el día de hoy… continúa con tu día y no pierdas valiosos minutos leyendo esto.
Al pasar los 30 años, empezamos a darnos cuenta de que vamos más o menos acercándonos a la mitad del camino. Conforme nos aproximamos al final, más y (generalmente) mejor vida tenemos detrás de nosotros que por delante, es más agradable recordar los buenos momentos que hacer algo activamente para crear/encontrar nuevos. Cada vez se torna más sencillo voltear ojos y oídos al pasado, que tomarnos el tiempo y la dedicación para descubrir la inmensa cantidad de nuevas y buenas alternativas que se producen continuamente en la música, el cine y la televisión.
Esto, aunado al poder adquisitivo que supone el haber llegado a la tercera década de vida, nos hace un blanco sumamente fácil para la industria y ellos lo saben. No es casualidad que al momento de escribir este texto, en cartelera se estén exhibiendo King Kong, La Bella y la Bestia, Wolverine, Lego Batman: La Película y Trainspotting 2, (Sin contar la nueva aventura anual de Star Wars y Marvel/DC), que los conciertos que más revuelo causan en redes sociales sean Interpol tocando Turn On The Brightligts y Depeche Mode (Sin contar la gira anual de Peter Hook tocando algún disco de Joy Division y/o New Order) o que Stranger Things haya sido el golpe comercial que fue.
Esto resulta de alguna manera paradójico en una época en la que la información y la posibilidad de descubrir nuevas cosas está literalmente en la palma de nuestras manos. Entonces se abre una interrogante: ¿Por qué dejamos de buscar nuevas cosas para mejor estacionarnos con lo que ya conocemos por el resto de nuestros días? La edad no puede ser el factor determinante ya que, aunque ciertamente influye, existe una minoría que continua llegando a nuevos horizontes y enriqueciendo su acervo personal hasta la vejez. La economía tampoco es una limitante ya que (para cualquiera que pueda estar leyendo este blog) existen medios gratuitos que permiten de primera mano escuchar y ver un abanico de opciones virtualmente infinito. Lo mismo puede decirse de la geografía. El internet ha democratizado el acceso al arte y entretenimiento de una manera nunca antes vista.
Tal vez esta última ventaja con la que ahora contamos, sea al mismo tiempo un inhibidor. Podría ser que la cantidad de opciones que se te presentan sea tan abrumadora que el esfuerzo de filtrar lo que te interesa de lo que no, represente un esfuerzo que no consideras que valga la pena, o que prefieras apegarte a lo que la mayoría acepta para evitar el posible bochorno de contar con gustos excéntricos y desentonar en las pláticas en la estación de café de la empresa, o simplemente es una mezcla de todo lo anterior y finalmente consideras que es mejor utilizar tu tiempo en decidir qué color de celda usar en tu próxima tabla de Excel.
Otra posibilidad es que nunca hayas tenido un interés real por nada de esto y simplemente hayas dejado que una mezcla del contenido en MTV, la radio y tus compañeros de escuela permeara en tu persona y que cuando todo esto desapareció de tu vida, hayan sido esos gustos los que se quedaron en ti para siempre.
Estoy seguro que no hay una respuesta única, pero creo que es importante detenernos a pensar en cómo la inercia va haciendo de las suyas en cada uno de nosotros, cómo las decisiones que vamos tomando se basan cada vez más en lo que añoramos en lugar de lo que podríamos tener tomando en cuenta todas las opciones a nuestra disposición (cosa que explica parcialmente que Donald Trump sea presidente de los Estados Unidos o que el Brexit haya sucedido) y como, si no tenemos cuidado, nos puede tragar una montaña de trivialidades cuando realmente lo que más importa es el arte que podamos tener a nuestro alrededor.
Vivimos en una época que tiene muchísimo arte y entretenimiento de calidad que ofrecer, tengamos en cuenta que la nostalgia, a pesar de ser atractiva, nos quita más de lo que nos da. No dejemos que las malditas Member Berries ganen.