El documental Rompan Todo: La historia del rock latinoamericano, ha hecho correr ríos de tinta y ha levantado voces como no se veía desde hace mucho tiempo con algo referente al rock. Que si se omitió a tal o cual banda o músico, que si sobran otros tantos, que si está totalmente sesgado, o que si es un culto ególatra por parte de su productor, son parte de los comentarios que se escuchan y se leen por todos lados de América Latina y que han brotado como esporas, y esto cuando menos, ha resultado divertido.
Por otro lado, y lo que no se puede negar, es que ha puesto la mesa para que se converse acerca de distintas bandas y corrientes que surgieron en los distintos países que no aparecen en el citado documental, y esto resulta bastante positivo. Recordemos que muchas corrientes musicales a través de la historia surgieron como respuesta a otras que se consideraban anquilosadas o que ofrecían desde alguna perspectiva, muy poco. Esta respuesta que se ha dado al documental con conversaciones, y que esperemos que se dé en forma de otros documentales que cubran otras esferas de la compleja historia del rock en América Latina han nutrido y dejado aún más que el propio documental, y esto, representa un punto a favor ¿Quién dice que todo acaba cuando empiezan los créditos de una película? ¿No lo mejor viene después? ¿El análisis, la reflexión, las preguntas? Pues eso, cuando menos, ha dejado a su camino la proyección de el documental de Rompan todo.
¿Buena o mala?
Ahora, siendo más concretos, creo que Rompan Todo: La historia del rock latinoamericano cumple con su cometido de ser un divertimento ligero, bien producido y con la justa cuota de información (para quien conoce poco de los contextos del rock en América Latina representa una buena fuente de información, no todos somos tan clavados en la textura; e incluso para quienes ya conocíamos muchas cosas o anécdotas, hay ciertos detalles que pueden ser reveladores o cuando menos te ofrecen un punto más a conocer) y también, y creo yo lo que lo ha llevado a su popularidad: la justa cuota de polémica.
Echemos a volar la imaginación: imaginemos, solo un poco, que Gustavo Santaolalla y su equipo de producción, crearon un documental con esa cantidad justa de polémica: ni tanta como para hacer que a la gente le pudiera parecer repelente, ni que no hubiera, como para pasar desapercibida como suele pasar con muchos documentales musicales como el muy buen Hip Hop Evolution del propio Netflix. O sea, una pieza pensada desde el escritorio de un mercadólogo.
¿El resultado? Lo que estamos viendo. Una serie documental que está en boca de todos, y que deja satisfechos a las personas que no suelen ser tan clavadas con descubrir demasiadas corrientes o agrupaciones – otorgándoles nostalgia por un lado y datos que desconocían por otro-, pero que deja echando pestes a los más intensos. Y si esto se hizo de esta manera calculada, déjenme decirles que estamos ante una genialidad. Miren que poner en una misma cámara a expresarse a un tipo tan respetado y que poco le puedes debatir como David Byrne, y a alguien tan atacado o ninguneado por los más puristas como Fher de Maná, me parece algo hecho para causar este tipo de diatribas y levantar raiting, cuestión aparte de su calidad musical -que por cierto, ninguno de los que aparecen en pantalla me hizo jalarme de los pelos, aunque no me pudieran gustar-.
En cuanto a Gustavo Santaolalla, la figura en la cual se han vertido las mayores críticas de Rompan todo, digamos que el tipo si que tiene su importancia innegable en el desarrollo del rock latinoamericano, desde su banda Arcoiris -en mucho menor grado-, hasta su labor mayormente conocida como productor. ¿Ególatra? si, tal vez. Pero fuera de algunas flagrantes omisiones y las loas en varias partes de la serie, nada que haga rechinar los dientes. Su aporte lo tiene. Se me hicieron más descabellados algunos comentarios hechos por los propios músicos, hablando de ciertos contextos que desconocían, tanto de otros ámbitos como de los suyos propios, cayendo en algunas formulaciones que pecan de superficiales. Algunos de esos comentarios me llevaron a un par de preguntas como ¿Hasta qué punto un grupo solo por ser famoso aporta al desarrollo de un sonido o corriente musical? ¿Se puede considerar influyente o solo son catalizadores o medios para llegar a otras cosas más interesantes? y ¿Hasta qué punto el rock mainstream se alimenta en cada país de otras corrientes menos conocidas?
Algunas buenas bandas fuera de Rompan todo
Ya para finalizar y como el punto más importante de esta nota, me gustaría hacer referencia a algunos grupos que se sugirieron en algunas páginas, foros y redes y algunos otros de mi cosecha, que bien valdría echarles oreja (Y aquí subrayo, son solo algunos, para quien quiera saber más, que indague un poco más en la gran cantidad de contenido que circula a partir del documental. En la misma Argentina no se habló de la importancia de un Daniel Melero, y tan solo en Brasil -para muchos, el gran ausente en el documental-el tropicalismo ya por si solo tiene bastante tela de donde cortar, y bastantes músicos transcendentales a quienes arrimarse, o sin irnos más lejos, Os Paralamas do Sucesso, quienes hasta en español han grabado; contando el país también con bandas de metal insignia como Sepultura con su revolucionario Roots Bloody Roots o el grupo de power metal Angra -todos unos referentes en cualquier lugar del mundo-; y si seguimos hablando de metal, porque no irnos a Perú, con los colombianos Parabellum, en torno a quienes gira el mito de -así como con Los Saicos con el punk– que crearon el black metal.
Dentro de los terrenos del punk -otro gran ausente de Rompan todo-, la zona tiene grandes representantes como los mismísimos Ratos de Porão o los Titãs de Brasil, los Pinochet Boys de Chile o los peruanos Narcosis.
Por otro lado, la psicodelia tienen grandes referentes muy interesantes en todo el continente, como Los Speakers en Colombia, Los Dug Dug’s en México, Aguaturbia en Chile -quien cuenta en sus filas con Denise Corales, una auténtica mujer pionera dentro del rock latinoamericano– o Langhonia en Perú; a esto se le suman agrupaciones que apostaron por la fusión de música autóctona en cada país de forma brillante, como Toncho Pílatos de México, Génesis de Colombia, El Polen de Perú, La Ofrenda del músico de origen alemán Vytas Brenner en Venezuela, o Wara de Bolivia.
Por otro lado ¿a España tendríamos que hacerlo de lado cuando hay bandas que han aportado algo a la música hispanoparlante? Tan solo alguien como Alaska -mexicana de nacimiento, madrileña por adopción, lo cual nos dice mucho de las conexiones entre la música- fue una figura muy disruptiva en su momento, o alguien como Santiago Auserón -Alias Juan Perro, que si sale en Rompan todo, pero solo como narrador- siempre ha tenido un ojo dentro de la música latinoamericana -adelantándose un lustro a Ry Cooder a grabar fuera de la isla a los músicos que se harían mundialmente famosos como Buenavista Social Club– ha tenido una interesante relación con esta parte del mundo; se cegaría uno al dejar de lado la influencia que agrupaciones de punk como La Polla Records, Eskorbuto o Parálisis Permanente ejercen sobre bandas de este lado del charco.
Incluso una banda de origen francés como Mano Negra tiene su importancia en la forma de entender la música de muchos grupos que surgieron después también en el continente. O porque no hablar de personalidades, figuras que por sí solas han aportado mucho al desarrollo de la música en los distintos países, como Eduardo Mateo o Ruben Rada en Uruguay, Jorge Reyes o Humberto Álvarez en México, o mujeres como Gloria Ríos o Cecilia Toussaint también en México. Así nos podríamos seguir citando nombres, pero lo mejor es que cada uno vaya escuchando y descubriendo este vasto universo que nos otorga el rock hispanoamericano.