Miguel Mateos es sin duda, una de las caras mas reconocibles de lo que se etiquetó (para bien y para mal) como “Rock en tu idioma” en los años 80’s. Hoy día, sigue manteniéndose más o menos vigente, lanzando discos y teniendo giras, aunque sin la fuerza y fama de aquellos años que tuvo en toda Latinoamérica. A principios de los 90’s, ya con un nombre dentro de la escena, tenía relativamente poco que se había deshecho de Zas (aunque su carrera solista haya iniciado desde antes, aún ligada a la banda), y su disco Obsesión, con el que arrancó la década, siguió con el éxito que se había labrado desde los años ochenta.
Apenas un año después del exitoso álbum, Miguel Mateos parecía aprovechar la inercia creativa que llevaba consigo, sin embargo, Kryptonita, lejos de repetir la fórmula del anterior álbum, el cual de alguna manera seguía con cierta resaca ochentera y con una vena de hits radiadles, se fue hacia otro lado totalmente distinto, uno que lo llevó a crear el que posiblemente sea su disco más íntimo, oscuro por momentos, y creativamente más propositivo (algo que se nota desde la portada, lejos de las fotos de estudio), un disco que tiene un lugar especial, lejos de la nostalgia ochentera, la candidez pisanlovera y las risibles peleas personales contra el reggaetón.
Kryptonita empieza con un breve tema instrumental, que ya de entrada, nos anunciaba que había algo distinto en la propuesta de este disco; de pronto, las guitarras pesadas y la memorable armónica del siguiente tema, nos lo confirmaban, este no era cualquier disco del músico. “Lola” irrumpía con una oscura y dolorosa historia leída en un diario, enmarcando en un tema potente y guitarrero, algo que si bien no le era ajeno al músico, posiblemente nunca se había escuchado con esa crudeza. Inmediatamente después “Hablando con mi Ángel” cambia el tono hacia una composición mas trabajada y llena de estupendos arreglos, sin lugar a dudas se puede hablar de una de las mejores canciones en toda la carrera del músico. Una joya.
El tercer tema (sin contar el intro) «No. 1» es un tema en inglés, que desconozco si sea el único que ha sacado en su carrera, pero para el momento, parecía un intento por “internacionalizarse”. No es un tema malo, pero creo que es el punto más flaco dentro de la obra. Seguido de este particular tema, nos encontramos con otro gran tema que aporta bastante al sentido general de la obra: “Que hable el corazón”, un tema de corte acústico, con un interesante contrapunto rítmico y arreglos puntuales, que nos otorga un tema que parece que nace entre silencios, dándole un sentido minimalista.
El tono acústico prosigue con “Danza Peligrosa”, sin embargo, el tono va por otro lado diametralmente opuesto; no cabe duda que Miguel Mateos se dio incluso el tiempo de incluir un tema que raya en lo jocoso, con una divertida melodía que parece salida de algún baile del oriente de Europa, un tema ligero y bailable, pero al mismo tiempo memorable. El siguiente tema, “Vertigo” continua con una base rítmica (Bajo, batería) maciza, y nos trae de vuelta a los temas más cargados de arreglos y que en algún momento, hace el honor al nombre del tema, introduciéndonos a lo que parece ser una caída libre. Un tema que raya en lo épico.
El siguiente tema, “Si tuviéramos alas” nos trae de regreso al Miguel Mateos de los hits radiadles, a ese músico que sabía crear ganchos pop sin desperdicio, un tema que visto a la lejanía, resulta hasta entrañable. “Caprichos Blues” por otro lado, es un tema más oscuro y propositivo, un tema que como bien dice la letra, parece rondar en el filo provocativo de la noche, y que lo considero también entre lo mejor de su repertorio.
El siguiente tema, “Tentando a Diana” nos otorga otro de los momentos mas memorables dentro de Kryptonita. Una letra que podría rayar en cierta candidez (aspecto que en ocasiones se le ha criticado al músico) pero que contrastaba con una melodía lenta -como si fuese un vals- que proyecta una energía al mismo tiempo oscura, como luminosa, como un ying yang en revoloteo constante, como la de los dos cuerpos que se entregaban dentro de la historia de la canción. El tema siguiente “No quiero tu amor” nos trae de vuelta a la parte acústica del álbum, incluso parece estar hermanado con “Que hable el corazón” en cuanto al minimalismo del cual parte, pero en esta ocasión, va adquiriendo una mayor intensidad hacia el cierre para ir calmando nuevamente las aguas de forma espectacular.
Los dos últimos temas, quizás remarcan el tono e intención del álbum. Un remix acústico de “Vertigo” que no tiene desperdicio alguno y que se muestra incluso más épico que el tema base, y «Kryptonita II» (el mismo tema con el que abrió el álbum) pero en una versión más larga y experimental (con grabaciones de campo, sampleos y guitarras acústicas entremezcladas) que cierra con broche de oro el disco.
Kryptonita es personalmente, un álbum al que quiero mucho. Fuera de ello, lo considero un rara avis dentro de la discografía de un músico muchas veces infravalorado, que contrario a todo, demostraba que podía alcanzar grandes alturas cuando se lo proponía. Nunca entendí porque, habiendo tantos caminos tan interesantes que había marcado con este disco, no volvió a experimentar o explorar por ese lado. Como sea, la obra ahí está y la considero una verdadera y entrañable joya que este año, cumple 30 años de su lanzamiento.