En 1985 Leonard Cohen dio un concierto en Varsovia, donde dedicó (como en todas sus presentaciones) una canción a una gran cantante norteamericana que conoció en el elevador de un hotel en Nueva York. Ella buscaba a Kris Kristofferson, pero terminó pasando una noche con Leonard. Poco después ella murió, y Cohen relató cómo un día sentado en un restaurante polinesio en Miami Beach, sin saber exactamente que hacía ahí, escribió acompañado de una bebida de coco la canción «Chelsea Hotel # 2». La cantante norteamericana era ni más ni menos Janis Joplin y el lugar donde ocurrió el idilio fue el Chelsea Hotel, lugar legendario lleno de anécdotas e historias, algunas macabras y otras llenas de inspiración, entre las que se podrían citar el crimen cometido por Sid Vicious, miembro de los Sex Pistols, quién apuñaló a su novia Nancy Spungen, la creación de la novela 2001: Odisea en el espacio por Arthur C. Clarke y parte del Almuerzo Desnudo de William Burroughs. En general, se podría decir que el hotel vio pasar, en medio de una extraña y peculiar atmósfera, un desfile enloquecido de artistas entre los que destacaban Marilyn Monroe, Bob Dylan, Patti Smith, Andy Warhol, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, etc.
Quizá una de las más emblemáticas creaciones inspiradas en torno a este excéntrico hotel, se encuentra en la canción «Chelsea Hotel # 2» perteneciente al albúm New Skin for the Old Ceremony de Leonard Cohen, quién crea una prosa profunda y honesta sobre un recuerdo nítido que asiste a su memoria, como lo menciona varias veces a manera de estribillo: “I remember you well” y que sin embargo se contradice en su última frase: ”that’s all, I don’t even think of you that often”. Un final un tanto desconcertante, ya que se podría pensar que Cohen le brindó la suficiente importancia a esta historia que eternizó al momento de escribirla para después grabarla en un disco. Alguna vez dijo el poeta latino Horacio «Non Omnis Moriar» frase traducida como: “no moriré del todo” para referirse a la palabra escrita que sobrevive a sus autores, pero también a los hechos descritos, donde permanece parte de su esencia, como los que suceden en esta canción que han quedado inmortalizados, o ¿será acaso que el tono un tanto despreciativo que emplea el autor oculta cierto pudor de su parte? Ese guiño al probable enmascaramiento de sus sentimientos, o tal vez al hecho de saber que fue una más en su lista: ”I can’t keep track of each fallen robin” encuentra un eco en lo que alguna vez dijo Nietzche: «Lo profundo ama la máscara», puesto que en la letra de esta poética canción se expresa un constante diálogo entre lo superficial y lo profundo: “We were running for the money and the flesh / And that was called love for the workers in song / Probably still is for those of them left”. La oposición entre el dinero y lo carnal con algo tan profundo y etéreo como el amor, da cuenta de una concepción espiritual que es lo que finalmente unió a los fugaces amantes, ante la resignación de ella por no encontrar la belleza exterior que buscaba en un hombre : ”Well never mind / We are ugly but we have the music”. De esta manera ese alimento espiritual que es la música se impone a la superficialidad del aspecto de una persona y los cánones de belleza que establecen ciertas culturas.
En esta canción Cohen escribió frases que van más allá de lo que dicen a primera vista, colocó cierta luminosidad profunda y misteriosa debajo de ellas para develar el corazón del ser humano, el de un Leonard Cohen que se ha marchado como Janis Joplin, dando la espalda a las multitudes que convocaban y hacían vibrar. Tal vez ahora nos toca el turno de recordarlos en aquello que tenían en común y los unió por una noche y la eternidad; escuchar «Chelsea Hotel # 2» sería una buena manera de empezar.