Lo Niego Todo – Joaquín Sabina

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Otro intento fallido.

Hablar de Joaquín Sabina a estas alturas, me resulta complicado. Es prácticamente irrefutable que fue el mejor letrista en castellano en la década de los 90’s, alcanzando adjetivos de mito y de leyenda. Pero también es imposible ignorar el deterioro cada vez más lamentable del Joaquín del siglo en marcha, que para su mala fortuna casi cierra la segunda década y el barco no nivela, por el contrario, se hunde y parece llevarse consigo a la sombra de lo que alguna vez fue.

Marcado por la posguerra, el franquismo, movilizaciones izquierdistas, sucios trenes que viajaban al norte y el exilio, graba su primer disco a finales de los 70’s. A lo largo de los 80’s logra consolidarse como uno de los cantautores más destacados de su generación, con una atmosfera trasnochada, de rebeldía y galanteo hipnótica. Pero es en la década de los 90’s cuando despliega su talento en una apabullante seguidilla de discos que deslumbraron a público y crítica en general, convirtiéndolo en el más grande letrista de habla hispana.

Sin embargo, el cambio de siglo no vendría con la misma estrella, en 2001 sufre un leve infarto cerebral, y aunque se recupera sin secuelas, no ha vuelto a ser el mismo. Desde entonces ha grabado pocos discos, algunos apenas dignos y otros malos, ha publicado algunos libros de poemas con exceso de ripio y un reciente libro de dibujos con el indignante precio de 2,100 euros. La caricatura del bombín y el chiste canalla se ha vuelto tan repetitiva y anacrónica que da vergüenza. Sin extendernos demasiado, es en este contexto que desembocamos a su más reciente trabajo discográfico: Lo niego todo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es un disco confeccionado a seis manos, Leiva en la producción y composición [relevando a Varona y García De Diego], Benjamín Prado en la lírica y Sabina en el personaje. Si en el pasado ambos colaboradores habían trabajado con Joaquín teniendo resultados favorables, en esta ocasión dejan mucho que desear. Lo menos desafortunado de la tercia es Leiva, quién junto a su equipo y diversos colaboradores hizo a grandes rasgos un buen trabajo. Lo más desconcertante es Prado, quien ya había rebasado los límites de la sana colaboración en Vinagre y Rosas y que en este nuevo trabajo parece mucho más desafilado, prestándose al sucio trabajo de escribir por encargo. Y finalmente, lo más lamentable del nuevo disco de Joaquín Sabina es el propio Joaquín Sabina, consumido y extraviado en su caricatura, lo suficientemente pesada como para hundirse él y a cualquiera que intente rescatarlo.

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1.- “Quién más, quién menos”. Una balada con aire country. En los coros se escucha el regreso de la hermosa voz de Olga Román. La letra, aunque plagada de autorreferencias alcanza un dejo de emoción cuando dice “Ni un paso atrás / mi espada de Damocles era afilada / cortaba en dos mitades la madrugada / un pie en el tango y otro en el más allá”

2.- “No tan de prisa”. Con música de Leiva y Rubén Pozo, la extinta dupla Pereza. Suena a un evidente refrito de “Rosa de lima”, la letra supone un homenaje a J.J. Cale, pero es imposible descifrarlo en un montón de palabras puestas casi al azar y que juntas no dicen gran cosa.

3.- “Lo niego todo”. El tema más engañoso del disco, una balada con música bien acomodada, y una letra que se queda corta al intentar desmitificar la leyenda. Pero lo indignante no es que se quede corta, si no que la letra más íntima y personal del disco no tenga ni una sola palabra escrita por Joaquín Sabina, ¿qué clase de juego es este? La crisis artística ha llegado a lo inaudito.

4.- “Posdata”. La música estuvo a cargo del mismísimo Ariel Rot, su guitarra inconfundible brinda un tema con aire ranchero. La letra vuelve a hacer ese efecto deja-vu tan molesto con temas clásicos de su discografía, por ejemplo, con “El rock and roll de los idiotas”.

5.- “Lágrimas de mármol”. Una música en la que se filtra más de la cuenta la mano de Leiva. Una letra que de nuevo intenta hablar del paso del tiempo y la vejez y se queda en los ramplones versos de: “El tren de ayer se aleja / el tiempo pasa.”

6.- “Leningrado”. Una balada con aire soul, instrumentación peculiar en la discografía de Sabina. Una letra a primera escucha rescatable, funciona mejor leída que cantada.

7.- “Canción de primavera”. Este es el turno de Pablo Milanés en la música. Olga Román regresa a los coros. Pero ni la dulce voz de Olga, ni la bella melodía de Pablo bastan para rescatar otra letra inmersa en lugares comunes.

8.- “Sin pena ni gloria”. Un rock and roll al estilo Leiva, con una letra que de nuevo aborda el paso del tiempo y de nuevo se queda corta, no es la peor, pero digamos que: sin pena ni gloria.

9.- “Las noches de domingo acaban mal”. Aquí el disco que apenas se sostenía comienza a derrumbarse. Otro rock and roll con una letra invadida por oxímoros tediosos, quizá el peor cáncer de la pluma de Sabina.

10.- “¿Qué estoy haciendo aquí?”. Un desafortunado reggae, con un predecible guiño a Bob Marley, lo único que deseas es adelantar al siguiente track.

11.- “Churumbelas”. El único tema firmado por Sabina en letra y música. Se trata de una rumba con una letra de crónica urbana. Un poco carente de calor rumbero en el registro de la grabación. Que lejos los días cuando era capaz de firmar en letra y música temas flamantes como “Dieguito y Mafaldas” o “19 días y 500 noches”.

12.- “Por delicadeza”. Un tema a modo de bonus track y a dueto con Leiva. Si la mayor debilidad de Leiva es la voz, esto queda al descubierto en contraste con la cavernosa voz de Sabina. La letra me resulta insoportable, melosa y predecible. Nos salvamos del rumorado dueto con Ricardo Arjona, pues este tema sería el indicado.

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Es verdad que a estas alturas no tiene nada que demostrar y no le exigimos otra obra maestra, únicamente estar a la altura y cuidar el legado con dignidad, pero tal parece que esto es una tarea difícil. Durante todos estos años le perdonamos que no fuera el mejor de los cantantes, ni de los músicos, y que se apoyara siempre en compositores y productores, exclusivamente porque sus letras se cuidaban solas. ¿Qué se puede pensar hoy, que tiene que pedir emociones prestadas para hacer un disco en el que sólo firma un tema? La crítica blanda y el público fácil aplauden siempre, pero alguien tiene que decirlo: Lo niego todo es el peor disco de Joaquín Sabina y esperemos que sea el último.