Aún apetecible, después de 30 años
El 21 de julio de 1987 sale a la luz a través de Geffen Records Appetite for Desctruction, el álbum debut de Guns N’ Roses, y con él, se crea un parte aguas en la escena musical. Por un lado irrumpe en el movimiento glam de Los Angeles, dominado por Motley Crüe, Poison, Ratt, etc. añadiendo toneladas de un muy necesario street cred y por otro, se eleva como un disco que ve hacia atrás y hacia adelante, creando un puente entre los grandes referentes del pasado y las bandas que reinarían durante la década de los 90’s.
Esto último no es poca cosa, G N’ R logró verter a este disco algo (o mucho) que lo hace atractivo para público de todas las edades, estratos y género, no es casualidad que haya sido recibido como un éxito tanto comercial como de crítica, algo sumamente raro en bandas de hard rock. De tal modo que inmediatamente se vieron llevando su brutal acto en vivo a los escenarios más importantes y a reinar durante algunos años como la banda más grande en el planeta, hasta que eventualmente y para sorpresa de nadie, el tren se descarriló.
¿Qué tiene de especial Appetite for Destruction?
Es una pregunta que se puede responder de varias maneras, una de ellas es el aspecto técnico de su concepción y manufactura, en ese entonces no se hizo con esto en mente pero este álbum es considerado al día de hoy el último de los grandes discos hecho a mano en su totalidad, es decir, masterizado para vinilo, editado con navaja y cinta, mezclado con palancas por un equipo completo, con instrumentos y amplificadores clásicos.
Sin embargo creo que más allá de lo técnico, lo realmente valioso del álbum es que logra cristalizar de la manera más pura todo lo que una pandilla de jóvenes parias, con todo y sus desajustes, puede llegar a lograr cuando tienen algo que decir, utilizando la música o para fines prácticos, cualquier tipo de arte como vehículo. Izzy, Axl y Slash sabían lo que querían desde que tenían 12 años de edad y junto a Duff y Steven Adler se volcaron de lleno, encapsulando en doce canciones el sucio terreno recorrido al filo de la navaja hasta haberlo conseguido. Cada canción de Appetite for Destruction es en esencia una pequeña historia de ese camino, envuelta en alguna melodía pulida por Mike Clink, productor del disco, quien trabajo con Izzy y Slash por muchísimas horas hasta lograr el sonido adecuado, y contada por la apabullante voz del Axl Rose de finales de los 80’s.
De las canciones hay poco que añadir a lo que se sabe de ellas a estas alturas, el disco está estructurado alrededor de los temas principales “Welcome to the Jungle”, “It’s so Easy”, “Paradise City”, “Sweet Child O’ Mine” y “Rocket Queen” y matizado por los temas “menores” que van pasando a ser las canciones favoritas de muchos conforme pasa el tiempo y se van haciendo cansinos los hits. Mención especial a “Nightrain”, “My Michelle” y una favorita personal: “Think About You”.
Algo que hace interesante este disco es lo dinámico que resulta, tanto en la fluidez con que transcurre, como en los cambios de tono entre temas, desde el riff crudo y caótico con el que inicia “Welcome to the Jungle” que te hace recordar de inmediato que Lemmy Kilmister y Charles Bukowski están (estaban…) en algún lugar de Los Angeles, hasta la ternura de las líneas y acordes finales de “Rocket Queen”, pasando por la obscenidad y furia de canciones como “Anything Goes” o “It’s so Easy”.
Finalmente, la portada del disco (elección acertada a mi parecer, tomando en cuenta la que era su primera opción) y el título elegido ayudaron a redondear el álbum y sumaron para que éste se convirtiera en uno de los debuts más exitosos de la historia y el disco con el que un servidor, a pesar de tener 3 años al momento de su lanzamiento, inició su pasión por la música.