A 20 años de Fabulosos Calavera
Tenía nueve años cuando el sencillo “Calaveras y diablitos” sonaba en cada sitio al que asistieras, fue el primer tema que escuché de Los Fabulosos Cadillacs [LFC], aunque sería algunos años más tarde cuando me atraparían y dimensionaría el tamaño de la banda que son. Fabulosos Calavera fue el último disco que escuché de la banda, es decir, primero conseguí una copia de Vasos Vacíos, álbum recopilatorio que me llevó hacia el pasado [Bares y Fondas, Yo Te Avisé, El Ritmo Mundial, El Satánico Dr. Cadillac, Volumen 5 y El León], posteriormente conseguí Rey Azúcar, La Marcha del Golazo Solitario y el directo Hola–Chau. Por azares del destino y debido al inflado precio de importación en las disqueras, Fabulosos Calavera llegó a mis manos al final y mi primera reacción al escucharlo, no fue distinta a la de la mayor parte de su público: de extrañeza. Estaban todos los elementos que conformaban a LFC, pero no eran LFC, por lo menos no los mismos. Regresé una y otra vez a escucharlo y lentamente me cautivó, con los años se convirtió en mi favorito [compartiendo puesto con El León]. Fue lanzado en 1997 y hoy, a veinte años, escribo un poco acerca de este mítico disco, el más arriesgado de LFC y uno de los más brillantes del Rock latino de todos los tiempos.
La banda venía del punto más alto posible, después de El León, subieron a la cima con el sencillo “Matador” y con el tanque lleno subieron todavía más con Rey Azúcar [antecesor de Fabulosos Calavera]. Rey Azúcar había contado con todo el apoyo de la disquera [Sony], grabado en Bahamas, con invitados de lujo y giras interminables. La madurez musical parecía llegar al tope, pero envueltos en este inigualable momento creativo, se avecinaban momentos complicados que dieron como resultado una explosión llamada Fabulosos Calavera.
La presión natural de ser unas superestrellas comenzaba a desgastar el interior del grupo. Su contrato con Sony concluyó con Rey Azúcar, por lo que se quedaron sin disquera y posteriormente firmaron con EMI. Problemas con ‘ciertos personajes oscuros’ [como lo define Sergio Rotman] los orilla a tomar la decisión de mover de puesto a Vaino Rigozzi, de guitarrista a manager de la banda. La bacante de guitarrista es ocupada por Ariel Minimal, con su guitarra joven y distorsionada. Estos elementos de tensión los lleva a una ebullición creativa con el único fin de romper el molde que tan bien habían construido y redefinirse como banda.
De esta manera, se embarcaron en un viaje sin retorno en donde incorporaron ritmos y temas nunca explorados [o no tan vívidamente] y a su vez casi suprimieron por completo otros elementos que los habían acompañado desde el inicio, fue tan radical el quiebre que incluso se llegó a plantear la posibilidad de cambiar el nombre del grupo por Fabulosos Calavera, al final esto no sucedió, pero conceptualmente el disco representa la tumba de un sonido y el resurgimiento de una nueva etapa.
Aunque la crítica lo calificó desde el primer día como ‘brillante’ la aceptación del público tardó más tiempo en ceder, incluso un sector no cedió jamás pues esperaban otro “Matador” y en su lugar se encontraban temas difíciles como “Carnicero de Giles” o “Piazzola”. Sin embargo, este riesgo asumido es la pieza clave para entender a LFC como la leyenda que son: una banda de ska adolescente con buena estrella que conquistó Argentina y creció para convertirse en una banda de salsa contestataria que conquistó Latinoamérica y creció todavía más para convertirse en la más grande banda de rock latino de todos los tiempos.
Fabulosos Calavera logró un disco de oro y posteriormente un disco platino con su remasterización, fue el único disco de rock argentino en ganar un Grammy cuando no existía la división de Grammys latinos. La placa se fue colocando como la favorita de los entendidos y hoy en día goza de una excelente salud y un misticismo único.
Aprovechemos su cumpleaños número veinte para destapar la tumba de calavera y ponerla a bailar al ritmo de los fabulosos.