El pasado 6 de agosto recibí un correo electrónico de Neptuna Music, por medio del cual se me informaba —con gran alegría y entusiasmo, según pude leer entre líneas— sobre el próximo lanzamiento de Mar rojo, primer álbum de Neptuna, banda tapatía conformada por cuatro elementos femeninos: Cyneli Chávez (teclados), Ana Sofía Guillén (bajo), Nathalia Romo (batería y voz) y Carolina Tene (guitarra y voz). El pre-lanzamiento a través de la dirección de correo, que incluía un enlace de soundcloud para escuchar el álbum íntegro, otro enlace de YouTube para acceder al videoclip de “Mar rojo”, más un press-kit en formato PDF con fotografías e información de la banda, constituyó un gesto amable dirigido a los fans con la finalidad de compartirlo antes de su presentación oficial —una “Fiesta de escucha neptuniana” celebrada la noche del 17 de agosto.
¿Por qué tanta insistencia en el mar, específicamente uno de color rojo? De entrada, los conceptos me remitieron a cuestiones algo densas. Pero no quise elaborar ideas a priori, así que abrí el soundcloud movido por una enorme curiosidad, subí el volumen de las bocinas, me tiré sobre la cama y me dejé tragar por las aguas de ese inmenso mar bermejo.
Primera impresión: en aquel imaginario neptuniano, el dios Neptuno había sido emasculado; en su lugar, una figura femenina —la diosa Neptuna— gobernaba los mares, es decir, aquellas extensiones marítimas que se rebelan con ímpetu bravío al interior de las almas humanas. Entre sonidos psicodélicos y múltiples voces femeninas, supe que me encontraba sumergido en las aguas de la introspección, cuyo color rojo producía el efecto de presenciar la combustión interna de alguien consumido por un mar de fuego. El fuego, símbolo de renovación que remite a la filosofía nietzschiana de la adversidad, que asume como condición humana la convicción y la voluntad de reducirse a cenizas para renacer, reencontrarse, resignificarse.
Segunda impresión: Introspección, búsqueda de sí, fueron apareciendo como conceptos centrales de la poética neptuniana. Mar rojo se revelaba así como una oda al autoconocimiento y las formas de llegar a éste, entre ellas el uso de plantas mágicas, veladamente referenciadas en el tercer track titulado “Cactácea”. El simbolismo me fue remitiendo a paisajes introspectivos, obligándome a transportarme abruptamente de una noche desértica —donde las estrellas se convierten en cuarzos— a las profundidades de un inmenso mar rojo. Bastó con cerrar los ojos y dejarme caer en sus olas. Y fue ahí cuando tomé plena conciencia de que Mar rojo constituía un viaje introspectivo, del cual me fui convirtiendo en espectador, guiado a cada momento por los mensajes sonoros y discursivos de cuatro mujeres. Cuatro mujeres que en realidad se fundían en un singular colectivo llamado Neptuna. Observaba cómo ese viaje introspectivo daba como resultado la autoafirmación de la banda, la consolidación de su identidad. Pude observar de cerca cómo la reapropiación de la estética psicodélica —muy distinta a la psicodelia que enarbolaron agrupaciones tapatías de fines de los sesenta y principios de los setenta, como Spiders, La Revolución de Emiliano Zapata y Toncho Pilatos— y el uso de conceptos cargados poderosamente de un simbolismo introspectivo, contribuían a la creación del estilo neptuniano.
Tercera impresión: embelesado por la diosa Neptuna, me sumergí en un mar de significaciones, un Mar rojo que en una primera impresión consideré propio de la banda, pero que al final pensaba que quizás podría ser el mío también, o el de todos nosotros. El viaje, con todo y sus altibajos y claroscuros, comenzó a llegar a su desenlace con “Perdidos En El Tiempo”, una pieza instrumental que me provocó una sensación de permanencia en un estado intemporal, primero placentero y después ambiguo, abrumador y angustiante. Y al final, el epílogo, la sublimación, la consumación del autoconocimiento y de la autoafirmación, simbolizada en la transparencia y la pureza del cuarzo. El cuarzo como símbolo de una nueva identidad, producto de una confrontación individual e interna, pero que comenzaba a proyectar el deseo de una renovación colectiva —un cambio cultural—, cuya lucha era asumida abiertamente por medio de un discurso combativo.
Cuarta y última impresión: Y ahí estaba yo, en ese viaje sonoro, apreciando cómo desde el fondo del Mar rojo emergía Neptuna, dueña de todos sus movimientos, creadora de su realidad, mirándose en los ojos de los otros, decidida a crear otros mundos —hombro con hombro—, sin miedo a morir en la lucha.