Un concierto Violético
Nacho Vegas se presentó el sábado pasado en el Teatro Diana de Guadalajara en el marco de su gira por tierras mexicanas promocionando Violética, su más reciente trabajo.
Tanto el lanzamiento del disco, como este concierto comparten algunos puntos en común: ambos fueron esperados con ansias por un buen tiempo, ambos encapsularon en un espacio/tiempo limitado las distintas facetas del de Gijón y, quizás por esta misma razón, ambos tuvieron altos y bajos, así como cierta desarticulación.
A las 8:15 P.M. se anunció la tercera llamada en el teatro, momento en el que inició el acto de apertura a cargo del duranguense Lázaro Cristóbal Comala. Frente a un auditorio en su mayoría despoblado, ya sea por el desconocimiento de la mayoría del público acerca de un acto de apertura o por el desinterés de escucharlo como es común en nuestra ciudad; armado únicamente de su guitarra acústica, Lázaro tocó un puñado de temas country al desnudo, pasando del humor al romanticismo durante los 30 minutos que duró su presentación. Su set terminó dejando en claro su admiración por Nacho y confesando su sensación de sentirse más como un fan, que como un artista telonero. Al momento de despedirse, el público era significativamente mayor y recibió el reconocimiento del mismo.
Pasadas las 9:00 P.M. se apagaron las luces al momento que se reproducía una versión instrumental de “Actos Inexplicables”, dando paso a la entrada de los músicos a un sobrio escenario, compuesto únicamente por sus instrumentos, una pequeña mesa y una copa de vino, para así dar inicio formal al concierto. El tema elegido para hacerlo fue “El Corazón Helado”, mismo que abre el disco Violética, seguido por “La Plaza de la Soledá” e “Ideología”. Es necesario decir que el concierto empezó lento, con trabajos para arrancar, con un Nacho al micrófono caminando un poco errático y haciendo una función de frontman en la que no termina de verse cómodo.
El concierto continuó con “Desborde”, uno de los tracks más brillantes de Violética y el primer tema en el que Nacho participó con la guitarra, sin duda una canción que todos estábamos deseosos de escuchar, seguida del clásico instantáneo y coreable (inspirado en “Devil Town” de Daniel Johnston) “Ciudad Vampira”, punto en donde realmente el concierto empezó a sentirse con fuerza y para el cual, parte del público se levantó de sus asientos por primera ocasión. El recital siguió con “Canción de Palacio #7”, uno de los pilares de su discografía que fue bien recibida y “Crimenes Cantados” (que introdujo con una mención a propósito de la caravana migrante que atraviesa nuestro país y para mi sorpresa, siendo algo laxo en su comentario, al omitir la fuerte crítica y desprecio que ésta ha recibido por buena parte de los mexicanos) tal vez el punto más alto del concierto en lo que a su nuevo repertorio se refiere.
Las siguientes 3 canciones encapsularon de la manera más clara el punto actual en la carrera de Nacho Vegas y lo que fue el concierto. La seguidilla “Morir o Matar”, “Ser Árbol” y “La Pena o la Nada” representan respectivamente cada una de sus facetas: el maldito de los primeros discos, el maduro que alcanzó su punto máximo en Resituación y en la genial “Vinu, Cantares y Amor” (que sugería marcar el paso de lo que serían sus siguientes trabajos) y el popular/complaciente, presente a través de su discografía en temas como “Taberneros”. Cada una de estas caras tiene un gran valor dentro de su obra y han abonado a la construcción del que hoy en día es el cantautor indie más relevante de habla hispana. Sin embargo, el tratar de mantenerlas y mezclarlas durante un tiempo prolongado, abre la posibilidad de caer en la trampa de convertirse en un personaje caricaturizado, misma trampa en la que han caído, artistas del calibre de Joaquín Sabina o Andrés Calamaro. ¿Logrará Nacho atravesarla sin daño? Todos los que amamos su obra, esperamos que sí.
El tema siguiente fue la cumbia “Todos Contra el Cielo”, una rareza en su discografía que embona perfectamente y suma dentro del marco del disco doble donde se encuentra, pero que en directo simplemente no amarró; de ahí pasamos a otro par de clásicos “Nuevos Planes, Idénticas Estrategias” y “Como Hacer Crac”, coreados por la inmensa mayoría del auditorio. Para terminar su set, las elegidas fueron “La Gran Broma Final” y “Maldigo Del Alto Cielo” (Cover de Violeta Parra) con un Nacho de nuevo con micrófono en mano, rondando el escenario y acentuando cada línea con su índice apuntando a los ocupantes a lo largo de toda la primera fila, como una especie de Nick Cave sumamente nervioso, siempre recibiendo el ferviente cariño de su público.
La banda se despidió del público y tras unos minutos volvió para lo que sería el encore. De la misma manera en que inició el concierto, “Las Palabras Mágicas” no fluyó del todo y tuvo que ser el combo infalible de “Que Te Vaya Bien, Miss Carrusel” (Adaptación al español de “Fare Thee Well, Miss Carousel” de Townes Van Zandt) y “El Hombre Que Casi Conoció a Michi Panero” el que devolviera la euforia al público, cerrando así el concierto de casi dos horas de duración, en la nota alta que es habitual cuando un clásico, favorito indiscutible del público, pone el broche a un recital.
El balance al terminar el concierto me parece que es positivo en el sentido de que siempre es emocionante y catártico ver a un artista que ha logrado formar un repertorio suficiente para no decepcionar nunca en lo musical y que sigue añadiendo nuevos elementos de sus trabajos recientes a la ecuación, sin embargo, esta amplia gama de facetas que ha dado forma a su carrera en solitario de ya casi 20 años, plantea algunas preguntas, ¿cuál es la dirección que Nacho va a tomar?, ¿qué tan importante es para él que su público siga exigiéndole su lado maldito?, Al día de hoy, ¿qué es natural en Nacho Vegas: “Runrún” o “Gang Bang”?, ¿ser un compositor introspectivo o un frontman que emociona masas? El tiempo nos irá dando las respuestas, mientras tanto esperamos que su calidad no mengüe, sea cual sea el camino que elija.
Imágenes cortesía de Christhian Ferenc.