Primus pisaría por primera vez tierras tapatías en una deuda que se tenía desde que sus primeros discos empezaron a resonar en los ya lejanos ochentas, es por ello que una oportunidad de ver a esta banda de culto no se dejaba pasar tan fácil. De esta manera, el público tapatío respondió de buena manera haciendo una buena entrada, aunque la decisión de hacerlo en un lugar como el Teatro Diana fuese algo extraña de inicio para el tipo de agrupación.
Antes del comienzo del concierto pude darme la vuelta al merch, el cual si bien era muy bueno (playera, poster y discos firmados) estaba bastante lejos de mi presupuesto. Pasadas las 9 de la noche la agrupación haría su aparición dejando hacia el final la figura de Les Claypool quien haría que el público se desviviera en aplausos y gritos.
El grupo se arrancaría con “Those Damned Blue-Collar Tweekers”, que era acompañado por la animación Salad Fingers; el apoyo que tenía la música del grupo con los, en su mayoría enloquecidos audiovisuales, siempre fue una constante.
Posteriormente sonaría uno de los temas más conocidos y potentes de la banda: “Too Many Puppies”. En este punto quiero apuntar un detalle: si bien el sonido siempre fue bastante nítido y bueno, por momentos se sentía contenido, sobre todo en lo que fue la primer parte del concierto, detalle que me hizo recordar porqué algunos de mis conocidos (que ya habían podido ver a Primus) prefirieron no ir al Teatro Diana: “¿Ver a Primus sentado en un teatro? que carajo es eso” era uno de los puntos en contra; esta situación sin embargo sentí que se fue disipando conforme el concierto avanzaba.
Sobre este tenor que se podía o no dejar pasar de largo, sonarían temas clásicos como “Frizzle Fry” o la ácida y oscura “Jilly’s On Smack”, donde el mismo Claypool, máscara de cerdo incluida, hace gala del uso del contrabajo y de fondo acompañado de un video de navidad familiar. Luego de repasar algo de los discos anteriores, el grupo se dio su momento para tocar temas de su último álbum The Desaturing Seven, basado en el cuento infantil de “The Rainbow Goblins” de UI de Rico, que en vivo suenan tremendamente bien y donde cada tema es acompañado por los videos que se hicieron para cada canción, redondeando una experiencia realmente trippy donde somos llevados de la mano por la oscura y retorcida historia de los personajes del cuento.
Para ese momento ya se sentía más lo que tenía que ser un show de Primus. “Grondhog’s Day” cerraría la primera parte del concierto para dar paso al intermedio, en el cual se proyectaron tres cortos de Popeye el Marino. Seguramente si Primus fuese un cartoon sería como el buen Popeye.
Al tercer corto, la gente ya estaba pidiendo por el regreso del grupo, el cual se dio de buena manera con “American Life” para enlazarse inmediatamente con la siempre bizarrísima “Here Come The Bastards”, ambas de su disco Sailing The Seas Of Cheese (mi disco favorito del grupo) y con las cuales acabó de levantar los ánimos por las nubes de los asistentes, para de ahí ya no soltar esa tendencia. Nuevamente asomarían a su último disco a través de “The Storm”, cuyo cierre fue uno de los momentos más brillantes de la noche (imposible separar esa psicodelia y pesadillezca animación que brincaba entre caleidoscopios) y “The Scheme”.
Dos clásicos cerrarían de la mejor manera antes del encore: “My Name Is Mud” y “Jerry Was A Race Car Driver”. El grupo regresaría para tocar solo un tema de una forma más calmada pero no por eso menos buena con la progresiva “Southbound Pachyderm”, después de ello, se despedirían y aunque el público se quedó un poco esperando algo más del grupo, esto no sucedió. Las luces se prendieron anunciando el final de un concierto que como dije, tuvo momentos (sobre todo al inicio) contenidos en cuestión del sonido y recepción del público, cuestión que posiblemente fuera dado por el tipo de venue elegido; aunque esto al final se disiparía ante la entrega y calidad de Primus, haciéndolo memorable.
*Fotos cortesía de Ack Promote y Leslie del Moral.