Melómanos y Coleccionistas (IV)

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Entrevista a Enrique Blanc

Continuamos con nuestra nueva dinámica, en donde entrevistaremos a gente que de alguna manera o con alguna actividad en particular, tiene que ver con la música y que se dan a notar por ser grandes melómanos o poseedores de una vasta colección. En esta ocasión, el elegido para hablarnos de todo ello es una persona reconocida en el ámbito musical en todo México por su participación en distintas actividades, y reconocido como un gran crítico y periodista musical: Enrique Blanc. Sin más rodeos, iniciamos con la entrevista y agradecemos de antemano su tiempo y disposición.

 

¿Quién es Enrique Blanc y cuál es su relación con la música aparte del coleccionismo?

Me defino como periodista musical, aunque también me desempeño en otros campos como el de la narrativa y la producción de medios. Fue mi melomanía la que hizo que hiciera de la música la materia prima de mi trabajo profesional. En la actualidad he logrado diversificar mi interés por la misma hacia muchas tareas que conforman mi quehacer. A lo largo de muchos años he producido y conducido emisiones musicales de radio. Investigo mucho en relación al desarrollo de la música y las nuevas tendencias de la misma. Y con ese conocimiento hago playlists y además publico textos a partir de la reflexión que éste me sugiere. He trabajado como asesor en proyectos de documental musical, series de TV. Y he publicado una serie de títulos sobre conversaciones con músicos, o compilando artículos que han aparecido en una larga lista de medios impresos, tanto nacionales (Milenio, Reforma, El Financiero, Marvin, por mencionar algunos nombres) como extranjeros (La Banda Elástica, Zona de Obras, Los Angeles Times, entre otros.) En ese sentido mi coleccionismo está ligado a mi labor, es como la materia prima desde la que emprendo mi vida profesional.

 

¿Cómo te iniciaste en el coleccionismo?

Ya mi padre era un comprador compulsivo de música. Y eso uno lo hereda. Crecí en una casa a la que llegaban muchos discos que se escuchaban en sofisticados equipos de sonido. Y es que mi padre además era un audiófilo.  Dado que me gustaba la música tanto como a él, comencé a comprar y coleccionar discos.

 

¿Cuál fue el primer álbum que obtuviste en por tu cuenta?

Antes de un álbum en particular, recuerdo discos sencillos de aquellos de 45 r.p.m. Si la memoria no me traiciona el primero que adquirí fue uno de Joan Manuel Serrat que debía traer cuatro canciones, entre ellas “Si La Muerte Pisa Mi Huerto”. Recuerdo igual, en esos días de la prehistoria, el sencillo de “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin, con la misma portada del álbum y, en el lado B, “Black Dog”. El primer elepé que compré fue Buddha and The Chocolate Box (1974) de Cat Stevens, músico al que me aficioné porque mi padre tenía sus discos previos, que eran clásicos en casa como Tea for The Tillerman y Teaser and the Firecat.

 

¿A cuántos álbumes asciende tu colección?

No tengo el número total. Heredé la colección de acetatos de mi padre a su muerte que debe rondar como por los 400. A eso le sumo los míos propios, una colección que ahora con el regreso del acetato incrementa, sobre todo por los regalos que me hacen grupos a los que les interesa que conozca su propuesta, que debe andar sobre los 400 vinilos. Mi colección está sobre todo en discos compactos y debe rondar sobre los 10,000 CDs. Tengo también algunos casettes —y un par de reproductores en perfecto estado—, serán unos 70. Desde 2013 mi consumo se ha vuelto digital, suelo descargar el archivo en mp3/wav a mi computadora por el hecho de que lo requiero de esa manera para programarlo en radio. Administro todo desde la plataforma iTunes (no recurro al streaming, más que en iTunes) y en la actualidad, el contador de ésta me dice que tengo allí 4,229 álbumes.

 

¿Qué tendencia musical hay en tu colección?

Hay una multiplicidad de estilos, algunos de ellos son parte de los discos que heredé de mi padre, de géneros que yo no acostumbro escuchar tanto como la música clásica y el jazz. Los CDs los tengo clasificados en distintos apartados que son los siguientes: Uno sobre rock anglosajón, en el que caben todos los subgéneros del mismo (no tengo metal). Otro apartado con rock argentino y uruguayo. Uno más de música brasileña mezclado con lo que tengo de música francesa. Hay otro apartado donde he incluido rock/folk/electrónica/folclor chileno, colombiano, venezolano y latinos en Estados Unidos. Uno más con sólo rock y música independiente (pop, electrónica) española. Otro más donde tengo sólo flamenco. Uno más con música africana. Otro apartado con músicas tradicionales y de fusión del mundo (allí están, por ejemplo, los títulos de Real World Records, de los que tengo bastantes, y también tengo música cubana y chicana). Y uno último en el que he depositado todo lo relacionado con el rock mexicano y las tendencias más actuales.

 

¿Cuánto es lo más que has pagado por un álbum?

Debo decir que muchos discos, en los años más recientes, me han llegado como promoción, es decir que me los regalan los sellos. Otros más los compré durante la estancia que residí en Los Ángeles, California, comprándolos en el Club Columbia, en el que te mandaban 12 por un centavo, con un compromiso de recibir ofertas sin necesidad de comprarlas. He pagado más por el gusto que tengo del artista que por el valor que pueda tener un disco en sí. Hace unos años un amigo me trajo de Inglaterra un Box set de The Pogues con 6 CDs y pagué por éste unos 150 dólares. Hace poco pedí la reedición de Don’t Tell A Soul, de The Replacements, con 4 CDs y un vinilo, y pagué poco menos de 100 dólares.

 

¿Cuál es el disco más entrañable que tienes?

Le tengo mucho afecto por lo que representa al elepé en el que Harry Belafonte, el popular cantante de los años 60, presenta al mundo a Miriam Makeba. Lo valoro porque en muchos sentidos lo considero la primera lección de periodismo musical que recibí. En los 60, los elepés incluían textos en la contratapa que hablaban del contenido del disco, te daban referencias de sus procesos de creación y producción, o de otras cosas. En An evening with Belafonte/Makeba, el neoyorquino de ascendencia jamaicana relata cómo se encontró con la sudafricana y decidió grabar con ella. Belafonte fue un cantante muy importante en su momento, una de las primeras figuras de la World Music —si la etiqueta tiene aún hoy algún sentido—, que abordaba muchos estilos distintos. Bob Dylan lo reconoce en su autobiografía Chronicles. Porque, de hecho, la primera grabación que hizo Dylan en un estudio la hizo tocando la armónica para la versión que Belafonte grabó de “Take the Midnight Special”. Ése es uno, pero también varios de los box sets que son parte de mi colección, algunos de ellos obsequiados para promoción por el fantástico sello Rhino Records. Hay uno que son las grabaciones que hiciera mi admirado Jack Kerouac en vida, tres CDs con un cuadernillo explicativo que da cuenta de cómo sucedieron. También tengo una que compila todos los audios hechos en vida por el poeta Allen Ginsberg, incluidas un par de canciones grabadas con Joe Strummer. Bueno, esos y casi todo lo que tengo de Bob Dylan. Highway 61 Revisited es quizás el álbum con el que guardo una relación más fuerte. Incluso en alguna ocasión me llegó, supuestamente comprado en el Club Columbia, sin haberlo pedido. También, al igual que Blood On The Tracks, es un disco que tiene un texto profuso en su contratapa. Quizás eso es lo que valoro, discos que además te cuentan una historia, que están ligados de cierto modo al periodismo, a la literatura, a la palabra escrita.

 

¿Cuál es la mayor rareza?

Habrá varios por ahí, pero tengo una caja con 6 CDs, que está publicada por el sello inglés Heart of Darkness. Se trata de una colección de punk, llamada The Shit Factory. The Greatest Punk Swindle of All Time. Curiosamente, a diferencia de lo que contaba en el punto anterior, aquí no hay info alguna, sólo las tres cajitas dobles cada una con sus dos CDs, una caja barata donde caben todos con la foto de Johnny Rotten y Sid Vicious. Sí hay un registro de las canciones que compila. Están allí, obvio, los Sex Pistols, Iggy Pop, los Dead Kennedys, Stranglers, Damned, entre otros. La verdad, no recuerdo cómo la obtuve. (Lo escucho mientras escribo esto, hacía mucho que no lo tocaba).

 

¿Qué disco es todavía objeto de deseo?

Me he ido adaptando a los cambios de formato, a mi generación le tocó desde todavía ver victrolas —en casa hay una, aún con discos de 78 r.p.m., que no contabilicé en mi conteo— hasta el archivo mp3, he sabido adaptarme a los cambios y aceptar los nuevos formatos. Debo decir que cuando un disco me guiñaba el ojo hacía lo imposible por adquirirlo para escucharlo e integrarlo a mi colección. A lo largo del tiempo, también modifiqué mi gusto. Hubo un momento en que las bandas de hard rock que me atraían me parecieron un tanto rebuscadas frente a otras cosas que empezaron a gustarme más, ligadas al rock clásico como Bruce Springsteen, Patti Smith, Tom Waits, Elvis Costello, Tom Petty. Entonces cambalaché discos usados (en el afamado Quinto Poder) de grupos como Styx, Rush y AC/DC para comprar los nuevos de los artistas mencionados. Eso sí, conservé mis acetatos de Kiss —bueno, de los álbumes que editó cada integrante, en algún momento un orgullo de mi colección, sólo conservé el de Paul Stanley—. El objeto de deseo, para mí, ha sido siempre la novedad que no tengo de alguno de mis músicos predilectos que, como estas respuestas lo evidencian, son muchísimos en la actualidad.

 

¿Tienes álbumes en tu colección que no te gusten o que los tengas por otros motivos?

Un montón. De cosas me han pasado, ya sea algunos artistas o ciertas discográficas, como novedades en su momento y que no me gustan en lo absoluto. Pero éstas las tengo fuera de mis espacios de colección, en bolsas que quizás, algún día, se irán finalmente a la basura. No recuerdo muy bien qué hay allí, pero supongo que están grupos como AFI o The Rasmus.

 

¿El último que adquiriste?

Recientemente, a raíz de una playlist que me pasó mi buen amigo, el productor y músico argentino Tweety González, descubrí a una roquera argentina joven que ganó un concurso el año pasado, entre 30 mil bandas, para grabar un álbum en Abbey Road, que me encantó. Se llama Feli Colina y su álbum es Feroza. Una verdadera revelación, otra chica más como las hay ahora en Argentina, de gran talento que están reclamando un lugar en la larga e importante tradición del género en ese país que hasta hace poco era casi enteramente masculina. En diciembre pasado, me di una vuelta por Los Ángeles y volví a ese paraíso para melómanos que es Amoeba Records. Allí compré algunos discos, entre ellos una copia en CD de Running On Empty de Jackson Browne, un disco increíble, de mis favoritos de siempre. Lo tenía ya, pero lo creía perdido. Y, una vez que regresé, lo encontré. Pero el nuevo está en digipack, como si fuera el elepé —que tuve en otro momento y ahora no encuentro sin explicación, con todo el estrés que eso genera, deben saberlo los coleccionistas— y es una edición muy bonita que no me arrepiento haber comprado, aunque el disco lo tenga hoy repetido.