Los primeros colonos en la luna

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El lunes por la mañana me levanté emocionado de la cama como hacía mucho tiempo que no me pasaba, desde el viernes, en el portal oficial de la NASA, publicaron un comunicado informando que el lunes harían un importante anuncio con respecto a un descubrimiento que habían hecho en la luna. Después de un fin de semana nefasto, lleno de tensión en la ciudad, gracias a las constantes amenazas del gobernador, llegó el día, y finalmente se hizo el anuncio: habían encontrado agua en la luna.

La noticia me dejó impresionado toda la semana, pero llamó más mi atención la indolencia al respecto, es como si hoy en día la capacidad de asombro de la gente estuviera confinada al nuevo tik tok de moda o a los chismes locales. Sentí tristeza y una desconexión monumental con el mundo que me rodea. Es como si cada uno de nosotros viviera en un universo distinto, en el cual resulta imposible ver más allá de uno mismo a pesar de que todos pregonan la empatía y se pasean por el mundo con la bandera de las causas ajenas.

Traté de no darle mucha importancia al hecho, a fin de cuentas, la ciencia y las artes nobles en la actualidad han sido desacreditadas a tal grado que, nos encontramos experimentando nuestra propia versión del oscurantismo, donde la última  palabra es el pensamiento individual y no existe consenso con respecto a nada en este mundo y entonces, todos buscan tener la razón mientras, colectivamente, nos alejamos cada día más de la verdad, que es tal cual, el consenso común con respecto a la realidad inminente.

Llegados a este punto, el enfoque de las cosas importantes se pierde y todo se convierte en una competencia encarnizada por tener la mejor versión del mundo, siendo que, vivimos todos en el mismo y aunque nos cueste aceptarlo, las cosas son lo que son gracias a lo que cada uno de nosotros ha hecho o ha dejado de hacer. En un afán desmedido por deshacernos de los íconos del pasado, los hemos sustituidos con símbolos banales y absurdos. La estética que en algún momento buscaba ser original y auténtica, ahora se limita a una serie específica de parámetros a cumplir, lo cual vuelve a las creaciones modernas, obras aburridas carentes de sustancia.

Una fotografía debe cumplir con los estándares estéticos con los que nos ha enseñado Instagram y entonces, los fotógrafos carecen de estilo y puedes ver la misma fotografía repetida una y otra vez, con los mismos filtros, los mismos colores, la misma composición y el mismo discurso. Lo mismo pasa con las canciones, que ahora responden a una estética muy clara en sus modelos de composición y de producción. Es muy raro encontrar música arriesgada hoy por hoy. Los artistas temen arriesgarse porque están más preocupados por la retahíla de likes que por crear algo asombroso.

El mundo entero está en busca de lugares seguros, donde no se vea amenazada su individualidad y en esta búsqueda absurda se pierde todo vestigio de autenticidad y surge en cambio un espíritu de absurda competencia que lleva a pensar a los creadores que no es seguro ir más allá de los límites y esto ha vuelto al arte una disciplina predecible y aburrida.

Me cuesta trabajo recordar cuándo fue la última vez que me emocioné de verdad escuchando algo nuevo, creo que fue hace algunos años cuando descubrí “A Winged Victory for the Sullen”, recuerdo haber estado en la casa de mi amigo Martyn Rollo, sin esperar nada de aquella noche y haber salido de ahí transformado. Escuchamos “Atomos”, un disco introspectivo sin mayor pretensión que la de crear algo bello y asombroso. Muchos piensan que la honestidad en el arte se encuentra en la indolencia y el desparpajo en el decir, “a mí no me importa nada, miren como estoy por encima de todos con mi indiferencia ante un mundo que me desprecia”. 

Creo que, la verdadera honestidad en el arte se encuentra en el trabajar una pieza con la delicadeza con la que un jardinero cuida de las flores. No veo mérito alguno en repetir canciones ajenas fingiendo que no se sabe nada al respecto. No veo mérito en la indiferencia, creo que la música es una rama de la hechicería que, puede modificar la realidad si se hace con devoción ritual, infortunadamente, al día de hoy, la música se ha convertido en un producto más cuya oferta es mucho mayor a su demanda, lo cual genera una competencia encarnizada entre los miembros de la comunidad que aspiran a ser reconocidos, sin darse cuenta que, el culto al ser se desvanece con el tiempo pero una buena canción puede alcanzar dimensiones eternas.

Quizás los primeros colonos en la luna recuperen esa capacidad de asombro que los últimos colonos de la tierra nos hemos empeñado en desaparecer.