Los primeros días del fin del mundo

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El rumor de la ciudad  por la noche suena a la distancia como si fueran las olas del mar, se replican los autos y se replica el silencio que queda en el medio y entonces la noche se apodera de los sonidos y cada nota y cada ruido forman parte de una pieza confusa pero perfecta y entonces entre los sonidos, la ciudad solía ofrecer una gran cartelera de música nueva antes que las cosas fueran lo que son ahora, antes que el silencio se adueñara de las noches por capricho de algunos y por miedo de otros.

Hace pocas semanas los conciertos comenzaron a regresar a la ciudad y poco a poco comenzó a reactivarse la música y los sonidos empezaron a apoderarse de la noche, sin embargo, algo ha cambiado notablemente, la realidad cuando es vulnerada no vuelve a recuperar su forma original y estamos experimentando ese impase en el cual, el miedo nos hace decirnos los unos a los otros que la vida volverá a ser igual que antes, incluso mejor, pero sabemos en el fondo que nos engañamos a nosotros mismos. 

Este tiempo nos ha permitido conocernos más, algunos encontraron en ellos mismos cosas que no conocían y que los volvieron más agradables, otros, se dieron cuenta de demonios ocultos que temían salir a la superficie, pero ante la contingencia o el aburrimiento afloraron como una ampolla que se truena en un día de mucho calor.

Entre todos los cambios hubo quienes sobrevivieron intactos, otros cuyos proyectos se vieron mermados. Cambiaron las alineaciones, desaparecieron bandas y surgieron algunas cosas nuevas que estoy ansioso por escuchar, pero definitivamente, el mundo no es el mismo ni lo será y la música y su industria cada día se vuelven asunto más monótono. Las fórmulas, las estrategias prefabricadas, los cursos de superación musical lo vuelven todo cada día más absurdo y acartonado.

Y entre todo este disfraz de modernidad vamos dejando a la música cada día en un lugar más secundario, poco importa la canción al final del día si la banda ha pagado su gira de medios, ha hecho su sesión de fotos, un par de live streamings en instagram y entonces, se busca  que cada banda sea una celebridad estéril cuyo objetivo es vender y vender, y es un hecho que es necesario vender el producto, pero a final de cuentas, la creación es el momento que trasciende y es el momento que queda relegado a lo más profundo del olvido.

Mientras el año se consume como un cigarrillo abandonado en la cornisa me gustaría pensar que, al llegar el nuevo ciclo, las canciones recuperarán su espíritu por encima de los autores que, a final de cuentas, son el elemento perecedero de la música. Como ya lo dije en algún momento, espero escuchar los frutos de este tiempo de introspección y espero también que podamos vernos en el espejo de otras industrias que se han vuelto banales con el paso del tiempo y la modernidad, como el cine que, es ahora un negocio artero que busca una taquilla más que una obra emocionante.

Espero que al volver de lleno los conciertos en la ciudad podamos emocionarnos con las canciones y los sonidos que antes marcaban épocas enteras de nuestras vidas y ahora son sólo el fondo de los días sin sentido que nos ha tocado experimentar. La responsabilidad es enorme, tanto para músicos como para los oídos que escuchan, estamos en los primeros días del fin del mundo y la banda sonora debería ser memorable.