Entrevista a Rogelio Garza
Nuestro melómano y coleccionista esta vez, es un escritor, periodista musical y cultural que desde hace varios años tiene un nombre dentro del ámbito en el que se desenvuelve; yo lo conocí por la mítica revista que labró un nombre sobre todo en los noventas, La Mosca en la Pared, pero su labor se extiende a muchas publicaciones escritas y digitales. Sin más, dejemos que él mismo nos cuente todo acerca de su colección privada y como vive la música. De antemano muchísimas gracias por su tiempo y disposición, y no dejen de leer todo lo que el escribe.
¿Quién eres y cuál es tu relación con la música, aparte del coleccionismo?
Soy Rogelio Garza. Soy periodista cultural y musical; a veces hago otro tipo de trabajos de comunicación y editoriales; también tengo una pequeña editorial, soy autor de tres libros: «Las Bicicletas y sus dueños», «Zig-Zag, Lecturas para fumar» y «Bicicletas y otras drogas». Mi relación con la música es muy vasta porque para mí la música es esencial para que haya vida y esto lo digo porque la música esencialmente es movimiento, son vibraciones que viajan por el aire y que finalmente generan movimiento en algo; cuando la música suena algo se empieza a mover dentro y fuera de nosotros, entonces yo siempre he tenido la idea de que la música son los caballos de fuerza que mueven al mundo todos los días. Cualquier cosa se puede parar, menos la música. El día que no haya música no va a haber vida. Yo heredé el gusto por la música de mi papá que era un gran melómano, entonces el gusto de escuchar música y mucho del acervo musical que tengo ahora, lo heredé de él y no es que sea yo un coleccionista, lo que pasa es que suelo conservar las cosas que significan algo en la vida o que son parte de ella, como dice la campaña publicitaria, y la música es una de las partes más importantes y el segundo lugar de la música es la conexión que tengo con mi papá que falleció hace seis años, sin embargo entre él y yo queda un lazo, un nexo musical. Yo estoy seguro – creo esto firmemente – que la música de aquí se escucha allá en el otro mundo, en el inframundo y tan es así es que el día de muertos los panteones se llenan de grupos musicales que van a animar a los muertos; hay mucha gente que pide que cuando mueran los entierren con determinada música, inclusive existe por ahí una marcha fúnebre que es bastante triste pero finalmente como decía – me parece si mal no recuerdo – David Byrne, nacemos con música y nos entierran con música.
¿Cómo te iniciaste en el coleccionismo?
No es que yo me haya iniciado en el coleccionismo de algún modo en particular, sino que conservo las cosas que significan algo importante en mi vida, por ejemplo en el pequeño departamento en el que vivo únicamente tengo bicicletas, libros y música; la música la tengo en formato de vinilos, cassettes y compact disc; tengo diez bicicletas que no es que las haya coleccionado, sino que son bicicletas que he usado en la vida, pero que no he podido deshacerme de ellas y no pienso hacerlo, porque son una parte de mi vida; es como si me quitara una pierna, un brazo; lo mismo me sucede con los libros y con la música.
¿Cuál fue el primer álbum que obtuviste por tu cuenta?
El primer disco que compré con mi dinero, que fue con el ahorro de un verano de cortar el pasto en jardines, no fue un álbum, fue un 45 pulgadas que tenía cuatro canciones, cuatro sencillos de Kiss de cada uno de los cuatro músicos (Simmons, Frehley, Stanley y Criss) y venía ahí «Radioactive» de Gene Simmons, y «New York Groove» de de Ace Frehley.
¿A cuántos álbumes asciende tu colección?
La verdad es que ahorita no sé cuántos discos tengo, aunque tampoco son tantos. Conozco gente que tiene hasta diez mil discos o más; los que yo tengo son simbólicos pues como te decía no soy un coleccionista como tal sino que solo voy conservando lo que me gusta y lo que me importa en la vida, lo que ha formado parte. Este año me regalaron varias cajas de compact disc y de casettes, que ni siquiera los he sacado todos; solo una parte nada más: eran los discos de un coleccionista que falleció y su hija quería que quedarán en buenas manos, entonces los repartió entre otro amigo que se llama Alejandro González Castillo que también es periodista musical y yo, entonces creo que si junto esos con los compact disc que tengo y que juntamos mi hermano – quien vive en Estados Unidos desde hace veinte años- y yo, tendré unos tres mil quinientos, cuatro mil compactos y lo que sí tengo más son cassettes, que creo debo tener unos 6,000 casettes, que muchos de esos en realidad todavía no los tengo conmigo, sino que están almacenados en casa de mis papás y aquí he traído los que he podido acomodar; tengo un mueble que les destiné; sin embargo también me trajeron más cajas de cassettes de este coleccionista, entonces pues no tengo idea de cuantos hay, y de vinilos que son los menos, debo tener unos doscientos vinilos más o menos qué son los que heredé de mi papá, junto a otros que ya tenía; eso sería más o menos el inventario así de volada.
¿Qué tendencia musical hay en tu colección?
Básicamente predomina el rock y en segundo lugar está el jazz -mi hermano y mi papá eran muy aficionados- y en tercer lugar la música electrónica y la música clásica – de la cual también mi papá era muy aficionado de ambos géneros, le gustaba mucho la música barroca y la romántica y la música electrónica que se produjo en los sesenta, setenta y ochenta.
¿Cuánto es lo más que has pagado o pagarías por un álbum?
No se cuánto llegaría a pagar por un álbum. La última vez que compré discos en una cantidad considerable, gastando bastante dinero, fue un viaje que hice a Europa hace cuatro años. Al pagar todo en euros, nunca he querido hacer la conversión porque creo que me va a sentar mal… entonces prefiero quedarme así, sin pensar en cuánto fue lo que pagué en aquel viaje; básicamente traje discos compactos.
¿Cuál es el disco más entrañable que tienes?
Para mí el disco más entrañable que tengo es un vinilo de aquella época Rocket to Russia de los Ramones y bueno pues fue un préstamo que me hicieron alguna vez en la secundaria -hoy tengo cincuenta años- esto fue a mediados los años ochenta y es el disco que más añoro, que más conservo y que más quiero; la funda es increíble además, los interiores son todas ilustraciones de John Holmstrom que fue un dibujante y periodista gringo que hizo la revista Punk con Legs McNeil; este disco para mi es una joya.
¿Cuál es la mayor rareza?
Mi mayor rareza según yo es un disco que me enviaron de Canadá y que se llama Exitos A Go Go: 60’s teenbeat South of the border y es una recopilación que hizo un canadiense que son casi una treintena de grupos de garage y de punk latinoamericanos, donde la mayoría son grupos que prácticamente pasaron desapercibidos para la gente y para la historia del rock, aunque incluyen por ahí algunos otros que si eran conocidos en la época; la discográfica se llama AIP Records y este disco se hizo en 1998.
¿Qué disco es todavía objeto de deseo?
Yo creo que el disco que sigue siendo objeto de mi deseo es un disco doble de los Ramones que se llama It’s Alive; lo tengo en cassette y en cd pero no he tenido la oportunidad de tenerlo en LP; ese sí lo añoro.
¿Tienes álbumes dentro de tu colección que no te gusten o los tengas por otros motivos?
En realidad no tengo discos indeseables; los que tengo son algunos discos de rock nacional de los noventa que me tocó reseñar en aquella década y que me daban en las disqueras y los tengo guardados como documentación; tampoco soy de tirar la música a ningún lado, por supuesto que no; la conservo porque forma parte de mi acervo; casi todos son de discos culebra pues los grupos que grababan con ellos en aquel entonces.
¿El último que adquiriste?
Pues no he comprado recientemente muchos discos, sobre todo por las cajas con compactos y cassettes que me regalaron. El último que compré fue un compacto de Monster Magnet que se llama Mindfucker -cada disco que sale de la banda voy y lo compro; soy fan automático-.