Apuntes sobre Alex Lora
Toda inspiración armónica natural corresponde a una actitud fundamentalmente libre de la voluntad y se identifica con ese caudal anímico de la rebeldía, de rodar por la gran ciudad con esa persistencia temporal de lo vivo y lo agónico que, en última instancia, le confieren al Blues el valor de una realidad humana, sin tener consciencia ni edad.
Esta creación armónica arraiga en la naturaleza existencial de Alejandro Lora, en la consciencia existencial del hombre que sufrió por carecer de todo porvenir, y se confundió con la del animal, un perro negro y callejero. Por eso, señalar en las líricas del Tri elementos de un orden bestial, implica reconocer otro centro de procedencia, otra intención, que la meramente estética.
Todo esto se haría presumir, que las letras de Alex Lora, en tanto que expresión de su humanidad/animalidad frente al llamado de la selva de hormigón, es independiente del sentido místico que posteriormente le otorgan sus adeptos guadalupanos.
Si bien, sus letras aparentan provenir de un acto libre de creación salvaje, en el que sólo hallan representación, los modos inminentes de la experiencia sensorial con la calle, la persistencia con que reitera Alex Lora el uso de un determinado método de expresión piadosa, para hacernos compartir el mismo cielo, viene a situarnos en un plano de rigurosa intelección, de una vida rota que alcanza la superioridad, a la que aborda por medio de un proceso verbal puramente fervoroso, en donde las piedras rodantes, al final, se encuentran.
Procede a través de su Blues, mediante la crónica sucesiva de imágenes y relaciones crudas e hiperrealistas, que por su poder incluyente, demarcan el orbe mismo del conocimiento musical de una nación entera.
El Tri es salvaguardia y es bandera, es manto mariano y chupa de cuero y estoperol, es el dedo medio izado en contra de las altas esferas de poder, es el barrio rampante y rompente la madrugada de un 12 de diciembre, es la crónica fiel de los días irascibles y a veces tristes, de todos los que compartimos el mismo cielo, y el mismo dolor.