Adverso, o de lo bello y lo oscuro.

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Texto: César Zavala y Mario A González.

Fotografías: Adriana Armenta

Este pasado 25 de febrero del 2023 se celebró la segunda edición de uno de los festivales de Música más interesantes y autónomos musicalmente hablando de todo México. Hablo por supuesto del Festival Adverso, Adverbio para nosotros, algunos de sus fans, de cariño.

Y por qué lo considero autónomo? Pues porque mientras la mayoría de los festivales tratan de llenar sus filas de muchos y diferentes estilos y subgéneros de música, el Adverso siempre se ha caracterizado por su marcada línea dark wave. Mientras muchos festivales buscan llenar de público atraído por grupos hasta de pop, Adverso rompe con todos los esquemas y tiene una curaduría honesta, profunda y elegante. Una propuesta que quizá sólo se le asemeja con el festival hermano de Ciudad de México Hipnosis, y aquí su antecesor Mexicadelia.

Tanto su selección de bandas nacionales, como las internacionales se vieron caracterizadas por la calidad, profundidad, originalidad y profesionalidad de sus contenidos. Bandas como The Space Ocean, Mooring y Uay, son un futuro prometedor y añorado por todos los que los hemos presenciado.

Para definir literariamente a este festival siempre lo he pensado como la tradición de los poetas Rosario Castellanos y Efraín Huerta. Triste pero hermoso.

«El hombre es animal de soledades

siervo con una flecha en el ijar

que huye y se desangra». 

Los asistentes llegamos desde diferentes lugares a dónde inicialmente constituimos el rito del cheap chat previo al concierto, desde cantinas de la calzada, en ambientes poquianchescos hasta el mismísimo tianguis el cultural. Yo en particular aterricé en una que se llama La Sin Rival junto con mi acompañante, y a la que poco a poco fueron llegando varios grupos de jóvenes asistentes al concierto, desplazando a los naturales del lugar, viejos aparatosos y descarados al estilo de @DonSilverio de Instagram.

La asignación del lugar Parque Agua Azul, a su vez tuvo una muy buena elección. La Concha Acústica es uno de los emblemáticos contenedores de la historia musical jalisciense desde tiempos que hasta me da pena nombrar de tan añejos. Bandas como Placebo por allá del noviembre del 2003 pisaron este recinto dejando huella en el corazón jalisquillo.

Si me preguntan, la organización del lugar y la ambientación fue concreta y lacónica pero efectiva, armoniosa y acogedora. Los bosques circundantes y la abundante vegetación daban un excelente clima para recrearnos con placidez. Marcas favoritas para el rumbeador guanatotense como Grillo Bar, se hicieron presentes por supuesto con una excelente cerveza artesanal de nivel.

Los dos escenarios que conformaron el festival dividieron la selección de las bandas entre nacionales y extranjeros, poniendo a la propuesta mexicana en el escenario contiguo a la concha con un excelente sonido circundante. El escenario de la concha acústica por supuesto también tenía su sonido excelente sin embargo nos pareció que estando muy cerca del stage no se podía distinguir tan bien los agudos, voz y sintetizador cómo en el caso de Cold Cave, pero estando más afuera, en la periferia esto se corregía.

Las primeras bandas tocaron con un sol súper brillante aunque de invierno todavía. Marlento, única propuesta mexicana en el escenario de la concha nos deleitó con su sonido rock, suave y rítmico con canciones como «100 miles» y «14». Le siguió Big Brave, una propuesta de post rock grave pero con voz femenina y un discurso más rápido que sus congéneres postroquenses. Trío muy emocionante que con su sonido pausado y elucubrante fue marcando el tono del festival.

The Space Ocean en el otro escenario nos dio esta dosis de melancolía dulcificada, sonido limpio que nos recuerda a clásicos tan grandes como Drums. Sin duda unos chicos muy bien armados para el futuro. Llegan Cold Showers. Su mensaje es suave pero rítmico, abren con «Only Human», un clásico moderno. Una de las bandas más esperadas sin duda. Su show aún reúne los rayos del sol, pero la profundidad de sus canciones nos catapultan a nuestras cuevas de oscuridad agridulce.

Mooring es una de nuestras bandas favoritas locales. Super joven, llena de este shoegaze enigmático de clásicos como Slowdive. Integrada por varios de nuestros músicos de diferentes bandas, Mooring nos promete una gran trayectoria de frescas ideas. Su show es tímido pero convincente. Nos encanta. Automatic es un fiestón. Su bajo y batería constante contrastan con la apetecible voz de sus voces y sus sintes que van y vienen de un lado a otro jugando con nuestros pies que les siguen el ritmo sin chistar. Una combinación que deja a todos bellamente automatizados. Uno de los mejores shows del evento sin duda.

Grave / Mal es protesta pura. Descontento sonoro que nos inunda de ganas de romperlo todo. Bajo continuo que lidera la batalla. Batalla sensual contra uno mismo y sus miedos. Su mensaje va subiendo de tono, fuerza y distorsión. Éxtasis y entonces, la liberación. Su sonido es un clásico punk de drama que a todos despabila. Human Tetris es la ley. Quizá la voz más influyente en toda la historia del postpunk contemporáneo. Su firma rítmica es inconfundible. Su show quizá era el más ansiado por todos. Esa guitarra que nos hace bailar con sus taciturnas melodías. Un sentimiento entre la soledad deseada y la calidez de la alegría. Estos humans son una de las joyas rusas más apreciadas por todos y toda la concha bailando nos lo confirma.

Uay es consolidación. Esta banda experimenta con nuestras sensaciones y sentido de la predicción, pues su ecléctico sonido no se ajusta a lo conocido. Nos sumerge en un discurso propio que vamos descifrando conforme los beats le van delineando el contorno a sus frases sonoras y vocales. Su show es prolongado y atenuado, cómo queriendo reafirmar. Después velocidad y coqueteo. Voces por aquí y por allá, para de pronto cambiar la narrativa y sorprender con otros sonidos cósmicos insospechados. Una de las bandas más clásicas de la ciudad con huella propia en la perla tapatía.

Soft Moon sintetiza y bajea acompañado de estos teclados tan típicos del dark wave depresivo que todos estábamos esperando. Su mensaje es sensual y maniático al mismo tiempo, una herida de amor agitado que se añora y no se deja ir. La cerveza acentúa esta sórdida felicidad. Health continúa el mood lunar. Su sonido es más tranquilo todavía. Atmósfera futurista y dramática que nos transporta mientras los sintes y los beats nos conducen por su discurso oscuro y alucinante. Maniática envoltura sonora que se adereza con suaves voces contrastantes y pulsaciones constantes.

Cold Cave por fin llega. Los amigos deciden acercarse al escenario como para recibir las notas antes que los demás. «Love Comes Close» nos cobija para empezar. Todos bailamos mientras intercambiamos miradas entre propios y extraños canturreamos orgullosos sus letras. Nos identificamos. Nadie niega la importancia de esta banda, su trayectoria es sorprendente. Horas antes yo le explicaba a alguien que honestamente nunca había pensado verla en vivo. Today Is the day my life is gonna change, I’ve got to get up off the floor, suena. Es «Glory», clásica e imperdible quién nos golpea.

Cada canción de Cold Cave nos enlaza y aplaza el sentimiento de querer que nunca se acabe please. El sentimiento se cumple y tocan 10 canciones en total, maratón de éxitos de entre los que no olvidaremos los destellos de «Confetti» esparciéndose cómo gotitas de felicidades en nuestros oídos y cuerpos bailando.



Cierra esta explosiva jornada el fabuloso sabor sonoro de los Eagles Of Death Metal. Su eléctrico mensaje nos quita el dolor de pies que ya nos estaba acechando desde ya hace horas. Sus canciones son rápidas, estridentes y excitantes. No podemos evitar sonreír y activar el modo éxtasis por los siguientes momentos electrificantes. Su show es fuerza, sudor y pasión. No se puede bajar la guardia un ratito a las sorpresas, cuando de pronto aparece «Moonage Daydream» de David Bowie pero con esta versión de expandida inspiración. Un clásico en las manos adecuadas por supuesto. Su capa de luchador y su mood en el escenario sin duda deja la imagen e idea inolvidable de que: siempre hay que cantar, y cantar, y cantar hasta no poder más.

Gracias Adverso, te mereces el aplauso.

*Destino, Rosario Castellanos, 1960.