Conociendo a Devol y su disco «Grand Hotel Abbys»

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Hace una semana escuché el álbum Grand Hotel Abbys, el cual me dejó una grata impresión por la poderosa y expresiva música que proyectan cada uno de sus temas, siendo en su mayor parte melancólica, contemplativa. Lo mismo pudiera caer dentro de lo que se conoce como música ambient, pero hay también un uso en cuanto a las progresiones de la guitarra que te lleva a otro lado.

Al querer darlo a conocer en el blog, me encontré con que había poca información del músico y del disco en si, por lo que me di a la tarea de buscarlo, dando con él, y lo que en un principio era solo algunos apuntes informativos, nos llevó a una nutrida y muy interesante plática del músico, su enfoque, sus obsesiones y lo que rodea a él y al disco en particular; en la misma, salieron a colación interesantes artistas de los cuales ya hemos hablado en otras ocasiones y algunos más que bien vale la pena prestar atención.

Le agradecemos por ello, su tiempo y disposición, y les compartimos esta interesante plática con Devol, acerca de su proyecto y su extraordinario disco Grand Hotel Abbys, el cual fue lanzado a través de Apache Mudo Records.

¿Quién es Devol?

Devol es un músico autodidacta que ha tenido la suerte y la fortuna de rodearse y agruparse con otras personas para hacer música, entre otras cosas. Por autodidacta me refiero a que nunca tomé clases formales de música; lo cual no implica que no tome la música con la seriedad y responsabilidad debida. Por el contrario, creo quienes disfrutamos y hacemos música suponemos que hay algo en ella que es tan vital como trascendental. Sin el afán de ponerme metafísico, lo cierto es que una vez que sostuve en mis manos un instrumento musical supe que algo importante había sucedido.

Como en varios de nosotros, la familia y el hogar son espacios que tuvieron gran impacto en la forma de ver y apreciar la música. Con papás que trabajaban, crecí prácticamente en casa de mis abuelos. Mi abuelo paterno tocaba trompeta en un mariachi y una banda de música. Mi abuelo materno tocaba la guitarra y amenizaba las reuniones con boleros. Además, mi papá y mis tíos coleccionaban música rock en inglés en todos los formatos de la época: 8track, cassette, vinyl. Eso nos hacía apreciar también la materialidad de los objetos: los colores, las portadas, las fotos de las bandas, etc.

 

¿En qué otros proyectos has estado?

Comencé a interesarme de manera más personal en la música a finales de los ochentas, cuando cursaba la escuela secundaria, con la proyección mediática del rock en español y la programación de MTV. Soy parte de la generación que creció y se formó musicalmente por la televisión, la radio comercial y las revistas. En esa etapa todo comienza a cambiar. Es una edad importante en la que empiezas a forjarte un criterio e ideas de quién quieres ser. Y yo quería ser punk.

A los 15 años comencé a tocar el bajo en una banda de punk llamada Los Atrofiados. Fuimos la primer banda punk de la colonia Baja California, una colonia popular de acá de Mexicali donde el destino marcaba que tenías que ser cholo. Fue muy chingón crecer como punk en un barrio de cholos, pero nada fácil. La banda duró poco más de un año; quizá dos.

Ya en la preparatoria comencé otra banda de garage punk llamada 9 Círculos donde ya tocaba la guitarra. Aquí fue donde comencé a componer mis primeras canciones. Había un ambiente de hacer cosas con un poco más de libertad. Fue en esa época donde mis amigos de la banda de ska punk Chelsea me comenzaron a llamar Devol. Con ellos tocaría después el saxofón y guitarra, como de 1997 al 2003.

Devol es un apodo; o mejor dicho, es un tag, un nombre que a manera de bautizo me dieron los Chelseas. A mediados de los 90s acá en Mexicali se dió un boom de graffitti y skateboarding. Ellos graffiteaban las paredes de la preparatoria y las que se pudiera, y con ese nombre me anexaron al crew.

A partir del 2003 unos compas me invitaron a unirme en un proyecto llamado Don Chicali y su Infonabeat Social Club. Aunque al principio me invitaron a tocar el sax termniné tocando la guitarra; no me acuerdo por qué. Con ellos aprendí muchísimo musicalmente. Todos y cada uno habían formado parte de varios grupos importantes en la escena del rock local. Don Chicali fue una banda más performática que musical, y aunque ya no existe en términos formales se niega a morir, tampoco sé por qué.

En 2013 fui convocado a formar parte de otro gran proyecto: acompañar a Rancho Shampoo en una orquesta de la cual sigo siendo parte. Aquí volví a tocar el saxofón después de casi diez años. Este ha sido sin duda para mí el otro eje personal y musical que me ha tenido un impacto en mi forma de ser y hacer música. Ser parte de la Indian Dub Orchestra de Rancho Shampoo me ha concedido la gracia de crear con toda la libertad y creatividad posible. Fue en esa coyuntura que comencé a componer música en mi proyecto personal, como Devol.

 

¿Con Devol tú tocas todos los instrumentos tanto en álbumes como en directo? ¿O ha colaborado más gente para la creación de los discos y de soporte en las presentaciones?

 El primer disco, Dialéctica de lo Abstracto lo grabé en mi casa sin ninguna pretensión ni idea en particular. Fue cuando lo mostré a los compas de la Indian Dub Orchestra que mis amigos, Hernán Franco y Polo Vega (Trillones), me animaron a tocarlo en vivo.  No fue concebido para tocarse en vivo, pero con el apoyo de Hernán y Polo lo presentamos en algunos eventos y festivales.

Después nos dedicamos cada uno a diferentes cosas y dejamos a Devol a un lado. Me convertí en padre de familia y eso me mantuvo fuera de mi proyecto solista, pero no de Rancho Shampoo. En este segundo disco, Grand Hotel Abbys, quise regresar a un esquema más modesto: yo con la guitarra y los efectos. Así lo comencé a componer y quise mantener esa esencia.

¿Tú lo produciste o alguien fungió de productor?

El primer disco fue una producción en solitario. En este segundo la producción musical estuvo a cargo de Rubén Alonso Tamayo (Fax), mientras la ejecutiva fue co-producido con Guillermo Estrada (Rancho Shampoo) y un servidor.

 

¿Qué tiempo llevó la composición y producción de Grand Hotel Abyss? 

Aunque hay un par de canciones que fueron compuestas hace ya unos años, la mayor parte fue compuesto durante la pandemia.  Ese tiempo de confinamiento involuntario hizo que me reencontrara con la guitarra. Desempolvé los pedales de efectos y comencé a jugar con ellos más que a componer propiamente. Fue cuando regresamos a la extrañamente llamada ‘nueva normalidad’ cuando comencé a componer. Fueron saliendo una a una de manera fluida. Es extraño porque casi todas salieron tal y como aparecen en el álbum. Digamos pues, que la composición llevó como un año.

La producción fue igual de fluida. Rubén (Fax) me había propuesto grabar y producir el nuevo disco de Devol, y me dijo “cuando lo tengas ya bien ensayado me avisas y lo grabamos”; así que llegué a Facsimile Sound Mastering -que es la guarida donde la magia ocurre- y en una semana ya teníamos grabado todo. Luego Rubén se encargó de ir puliendo y matizando detalles de postproducción, dándole ese toque final que definió el sonido del disco.

 

Sin duda la música que creas gira en torno a la guitarra, pero también es cierto que hay instrumentos que aportan bastante a la ambientación y sentido de tu música. ¿Cómo ha sido el proceso de incluir más tecnologías o instrumentación dentro de tu obra?

La guitarra es el instrumento con el que pudiera sentirme más cómodo, ya que fue el primero con el que empecé a hacer ruido. Sin embargo, en Dialéctica de lo Abstracto incorporé synths, loops y pistas de batería. También incluí unas flautas en la colaboración con Rancho Shampoo llamada ‘Santificarás las fiestas’.

Ahora, en Grand Hotel Abyss, solo quise usar guitarra y efectos, salvo en el track final que solo viene la versión digital ‘Closured’, el cual es una especie de outro que grabé con synth. Rubén (Fax) añadió synths que matizaron en definitiva varios tracks. En este segundo disco también hay otra colaboración con Memo (Rancho Shampoo) en el track ‘Amor Apache Mudo’, que igualmente incorpora algunas flautas, pero principalmente el canto desgarrador del chamán.

Quizá en lo próximo incluya mayor instrumentación como piano y sax, que es un poco en lo que he estado componiendo recientemente. Pero no dejaré de lado la tecnología que finalmente creo que es un soporte fundamental en la generación de atmósferas. Soy de la opnión que la guitarra proporciona la armonía y los efectos  (pedales) te generan el ambiente.

 

Siendo un músico que expresa tanto a través de la guitarra, ¿quiénes han sido un referente para ti en la forma de abordar el instrumento o la música en sí?

Todo tiene que ver con que me inicié musicalmente con el punk. Muy a la usanza de The Ramones, tres acordes y listo, ya tienes una canción. Era una cuestión más de actitud que de talento, aunque en el punk hay muchísimo talento.

Yo creo que de ahí viene mi aversión al virtuosismo y a toda esa pomposidad musical. En ese sentido prefiero el Bossa Nova que el Jazz, aunque hay jazzistas como West Montgomery de quien luego aprendí la técnica de usar octavas en guitarra.

Pero en particular el primer sonido de guitarra que me cautivó fue el del surf rock: The Ventures; Dick Dale & The Del Tones; Santo & Johnny, y demás. La presencia y protagonismo de la guitarra en primer plano; el reverb a todo lo que da -que aún a la fecha es uno de mis efectos favoritos-; y además era instrumental. No necesitaba voz para poder expresar una actitud muy punk rock. El caso de East Bay Ray y los Dead Kennedys es otra referencia temprana. Esos guitarrazos mezclan lo que te venía diciendo: las octavas del jazz con el sonido potente del surf y esa actitud. Para mí era una revelación que se pudiera hacer música punk con esos riffs y acordes. Si buscas en YouTube “Dead Kennedys Instrumental” quizá sea más didáctico que lo que he intentado responder.

En ese mismo sentido, Rowland S. Howard es otra referencia. Su guitarra desde The Birthday Party hasta lo que hizo como solista tiene un sello incisivo, mordaz, sin dejar de ser melancólicamente bello y desagarrador. De él aprendí a que se puede hacer música con los silencios y las pausas. Tiene una cadencia atmosférica y perversa al mismo tiempo sin perder el aura medio scary surf o dark cowboy. Obviamente el caso de Hendrix es innegable. Mas no el Hendrix que destruye y quema guitarras; sino el Hendrix de las baladas, sin distorsión. No hay forma de no acudir a Hendrix cuando pensamos en la guitarra como medio de expresión.

Si me voy al otro lado, está la fascinación que me generó el minimal. Es sutil, delicado, aparentemente sencillo y muy profundo al mismo tiempo. Puedes evocar emocionalmente un mundo de cosas y toca fibras muy íntimas. Como escucha puedes construir significados y estados de ánimo, eso no lo hace cualquier manifestación artística. Es un elemento muy de la música ser etéreo, intangible, instantáneo o momentáneo. Puedo mencionar algunos músicos como el recientemente fallecido Ryuichi Sakamoto o Liz Harris (Grouper), más contemporánea, pero son varios más. Por ejemplo, el caso de Philip Glass que obviamente es más cinemático y que me ayudó a no temerle al recurso de la repetición o secuencialidad, sino todo lo contrario; verlo como momento catártico casi hipnótico.

Por último, y no menos importante, la música sacra. Siempre me ha gustado la aparente simpleza y tonalidad de Arvo Pärt. No hay nada de pretensión; es una pura y llana experiencia pudiera decir espiritual. Lo mismo me pasa con los cantos gregorianos. Lo que más quisiera como Devol es poder replicar los cantos gregorianos en guitarra. Llegar a componer y poder tocar algo que suene con esa solemnidad y ligereza.

¿Podría ser Grand Hotel Abyss el soundtrack del vacío y la nostalgia en estos tiempo tan frágiles?

No me cabe ninguna duda de que nuestros tiempos son difíciles y extraños en materia de lo afectivo y lo emocional. Vamos saliendo del encierro que nos dejó la pandemia. Esto recién acaba de ocurrir, así que no hemos dimensionado las consecuencias de ello. Por el contrario, lo que veo es que ocurre una suerte de negación u olvido rápido y sistemático. Por eso hoy en día todo es diversión y entretenimiento. No tengo nada en contra de ello; pero el contenido está vacío. Solo importa la distracción y pasarla bien porque sí. En la música pasa lo mismo.

Este nuevo disco se llama así Grand Hotel Abyss por la clara referencia a la crítica que le hace Lukács a los pensadores de la Teoría crítica. Les decía algo así como que ellos pensaban y hacían teoría desde la comodidad de un lujoso hotel que estaba justo a la orilla del abismo y el absurdo; refiriéndose al momento histórico de entoces: la segunda guerra mundial. Difiero un poco con Lukács sobre los teóricos críticos, pero la idea me parece muy esclarecedora y me interpela inevitablemente. No me puedo escapar de esa imagen cuando mientras componía las canciones mientras yo estaba en la comodidad de mi casa viendo las noticias y escuchando la cifras de la gente que moría diariamente.

También es una fuerte autocrítica a mi total adscripción a la vida burguesa: me casé, tuve hijos, tengo un empleo con prestaciones y seguro social; y eso te envuelve en una dinámica que me alejó casi diez años de Devol y de una parte muy importante de mí. En estos momentos lucho para recuperarme un poco, pero no es fácil.

Sin embargo, Grand Hotel Abyss es un disco de amor. No tengo una clara definición de lo que esa palabra significa, pero tengo una experiencia muy personal que me lleva a componer canciones desde esa condición.

Son canciones de un amor imposible; de un amor no correspondido; de un amor que quisiera ser más pasional y no puede; de un amor que guarda silencio; de un amor paternal que ahora le toca ser autoridad y ejemplo, y no quiere ser eso, etc. Como no soy pintor ni poeta recurro a la música para poder expresar aquello que tiene que salir porque si no se echa a perder. Tengo 30 años haciendo música y ha sido la forma en que he podido comunicarme. Espero seguir haciendo esto mucho tiempo más. Y efectivamente, este disco es una abierta apuesta por reivindicar nuestro derecho a la nostalgia y la melancolía.