1994 fue sin duda un año convulso e importante en la historia de México, en varios sentidos. Quizás, para alguien como quien esto escribe, no fuera tan notorio todo ello a una edad pre – adolescente. Quizás si extrañaba o preocupaba el hecho de un levantamiento armado en el sur, en un estado hermano. En ese tiempo todavía vivía en el estado de Oaxaca y había una sensación extraña el que a tan pocos kilometros se sucediera ello, pero se sentía al mismo tiempo tan cerca, y tan lejos.
Quizás también influía el hecho de que a esa edad, las preocupaciones eran tan pocas que el golpe de realidad no llegaba todavía.
Desde ese entonces, era una persona que ya consumía música, aunque a esa edad que tenía, todos lo hacíamos, todos formamos una identidad a través de ella. Era el auge del grunge y había mucha influencia del estilo en bandas no propiamente del género, -desde REM hasta Cranberries– aunque también sería un año que el mismo género se cimbraría, con la muerte del muy querido Kurt Cobain. También, eran buenos años para el rock en México, pero para muchos de mis amigos o conocidos, no era algo a tomar en cuenta. Si, el malinchismo seguía presente en esa época. Porque escuchar Fobia si tenías a Pearl Jam, pensaban, sin decirlo, algunos. Si acaso, eran mejor valoradas bandas como Maldita Vecindad, y sobre todo Caifanes, que ese año lanzaron el álbum más duro de su discografía.
Cafe Tacuba ya había hecho ruido con su primer álbum. Para muchos, era una banda simpática y desmadrosa, incluso hasta cómica, pero también esa condición hacía que no se le tomara mucho en cuenta. A mi en ese tiempo, ya me habían atrapado, por lo que la aparición de un segundo disco, me entusiasmó.
Los dos primeros temas que aparecían de ese siguiente álbum, “La Ingrata” y “El Ciclón”, muy distintos entre si, me agradaron. De entrada, el primer tema (para muchos, el tema más flojo del disco, polémicas aparte) tenía ese sabor norteño que ya habían mostrado en algunos temas de su primer disco, pero el segundo tema, era algo que me parecía realmente bueno, en cuanto a letra, instrumentación y temática. Algo muy distinto a lo mostrado y bastante más atractiva. Un paso adelante. Claro que en ese momento no era tan consiente de todo ello ni analizaba la música como lo hago ahora. Simplemente me gustaba, y mucho.
Poco después, vi en las tiendas de discos la primer edición del que ya se conocía como Re, la famosa edición de la cajita. En esos tiempos empezaba a comprar ediciones físicas, pero solo me daba para cassettes, así que me hice de mi copia. Una edición hermosa, que no me sobrevivió. Pero esa es otra historia. Llegué con la emoción de escuchar un nuevo álbum, romper el celofán, ver la edición a detalle, las letras y al fin, poner el cassette.
Lo primero que me sorprendía al empezar a escucharlo con “El Aparato” era esas guitarras que me parecían sospechosamente cercanas. Yo soy de una zona de mucho cruce cultural en la zona Veracruz-Oaxaca. Pero también me sorprendió ese cierre que parecía de otro lado incluso ajeno al país. Un mestizaje curioso y que funcionaba. Luego aparecían los primeros sencillos, y después un tema que a mi me sorprendió y me encantó: “El Borrego”. Era inesperado. En ese tiempo empezaba a escuchar metal y un tema que tenía toda esa vibra de Ministry me enganchó. ¡Café Tacuba también podía tocar pesado! pensé.
“Esa Noche” fue un contraste tan inmediato como sorprendente. Más en el rollo de “Maria” de su primer disco. Muy en la onda de los boleros que escuchaba en casa, por cortesía de mi madre. “24 horas” era una canción divertida, con una vibra linda -con algo de influencia bossa nova, algo que supe después- y que mantenía el nivel. “Ixtepec” tenía esas guitarras acústicas que sonaban folclóricas y con mucha personalidad, lo cual contrastaba con esa bateria que sonaba procesada, pero que funcionaba realmente bien.
“Tropico de Cáncer” siempre me pareció -hasta la fecha- un tema muy triste. Musicalmente cadencioso y rico en detalles, pero con una letra que me llegaba mucho, porque mi pueblo era un lugar que sufría una transformación en pos del “progreso” y que se debatía entre las culturas indigenas y la llegada de ofertas más cercanas a la idiosincrasia neoliberal. Recordemos que ese año, con el levantamiento armado en Chiapas y todo lo sucedido alrededor de ello, era una manera de levantarse contra esta situación tan desigual. Hasta la fecha me sigue pareciendo uno de los temas más perfectos del Re.
“El metro” no me encantó, pero tampoco me desagradó, era simpática, y me recordaba a la CDMX, (en ese tiempo, DF) la cual ya conocía. En ese tiempo todavía no me imaginaba que viviría un tiempo allá.
El lado B del cassette me sorprendía con “El fin de la infancia” que era un tema que entraba totalmente dentro de la llamada música grupera y el baile de la quebradita. ¡Vaya! Un tema de un género que en ese tiempo, a esa edad, me era totalmente contrario a mis gustos. Pues resultaba que viniendo de Café Tacuba, podía ahora disfrutar de este género sin culpa. Un tema verdaderamente simpático y energético. “Madrugal” era un pequeño tema – puente que volvía a ese sabor añejo en blanco y negro y guitarras al pie de la catedral.
“Pez” era un tema que me recordaba a “El ciclón” no por la temática, pero si por esa sensación de estar escuchando algo distinto en cuanto a lo musical. Ni que decir de la letra, que siempre se me hizo alucinante el hecho de que fuera hablada desde el punto de vista de un pez y sobre todo, que el tono fuera variando de algo alegre a algo más down, y de pronto cambiar a otra canción: “Verde”, que resulta ser más oscura y hasta ambiental. Hasta la fecha, este momento me sigue pareciendo una verdadera genialidad, y uno de los momentos más altos del álbum. Una pieza verdaderamente conceptual, un adelanto de lo que sería el “Revés/Yo soy” y sus pretensiones musicales.
“La negrita” era otro tema que me llegaba. La zona de donde soy también tiene mucha influencia afrocaribeña. El retrato de un personaje de ese tipo hacía que me viera en un espejo y a lo de mucha gente de mi pueblo. “El Tlatoani del Barrio” era la contraparte para mi. Muy cercana a ‘La Chica Banda’ en su forma de expresarse y el retrato de lo citadino, algo lejano a mi, pero que no desconocía. El Ritmo funky era por otro lado, bastante pegajoso.
Llega el momento de “Las Flores”, una de mis canciones favoritas de la vida, una de las que tienen que poner el día de mi funeral. Un son jarocho que también, para variar, me hablaba tan cerca a mi, por la zona en la que vivía, que convive también con esa influencia de la jarana y el son. Curiosamente, todavía no era un género que escuchara a conciencia, pero al ser tan cercano, me pegó con tubo. El contraste vino con “La Pinta” uno de los demás más rockeros y macizos del disco. Claro que me gustó, en ese tiempo me sentía bien rockero, ja.
Pero los contrastes seguían. “El Baile y el salón” era un tema para levantar el encendedor (Bueno, en ese arcaico tiempo). Suave, cadencioso y todo un éxito a nivel radial y en sus conciertos. Bonito y con un trasfondo bastante bello, a partir de un encuentro homosexual. Después llegaría “El puñal y el corazón” uno de los temas más divertidos y energéticos, y que empleaba como pretexto al cha cha cha, un ritmo que forma parte de la historia musical de este país. “El balcón” cerraría de forma cadenciosa y tranquila, sin desentonar, pues vuelven a irse por otro ritmo tan distinto como envolvente.
No se cuantas veces he escuchado el Re, aunque seguramente es de los que más he escuchado en mi vida, sobre todo en esa época. Hasta la fecha es un álbum que me causa la misma emoción. Curiosamente, no me causa nostalgia, porque creo yo, tiene ese encanto imperecedero de las cosas que valen la pena, que se quedan ahí como parte de ti. Mucho se ha hablado de su influencia, de que fue el punto más alto de la mexicanización en el rock, y que a partir de ahí, ya no había nada más que hacer y las bandas optaron por otros sonidos más en boga o novedosos. Tal vez si, haciendo un recuento histórico.
También, últimamente, ha salido mucho en las listas de los mejores discos hechos en Latinoamérica en diversas listas. Algo casi unánime. No lo se. Puede ser importante para muchos críticos por razones diversas, pero el Re, es invaluable para mi, simplemente por la manera en que conectó conmigo, y eso al final, es lo que realmente importa.