La paleta sonora dentro de la música tradicional norteamericana, se ha ido expandiendo con el paso del tiempo, pasando por diferentes fusiones, entre ellas el rock sureño y roots rock, que fueron ramificaciones que nacieron gracias a músicos que bebían de las influencias de Cream, The Jimi Hendrix Experience, Blue Cheer, entre otros, pero que también, muchas veces por ADN, traían la influencia sureña que era imposible arrancar. De esa manera comenzó a surgir un movimiento de bandas que endurecieron a punta de guitarrazos la escena musical de esa región -otrora epicentro de Los Estados Confederados- pero sin perder la conexión con las raíces del country, blues, bluegrass y folk.
Hoy, a varios años del nacimiento del rock sureño, esta escena musical no parece tener fin, y es precisamente en las entrañas de este género, que se encuentra la banda que hoy nos ocupa. Nashville, Tennessee; la capital mundial de la música y epicentro de la escena del country, fue el lugar que vio nacer a Tyler Bryant & The Shakedown, quienes se forman en 2008, con una alineación que incluía- en algo obvio-al texano Tyler Bryant, a quien se le unieron Caleb Crosby (batería) y Calvin Webster (bajo), además de Graham Whitford (guitarra), quien es hijo de Brad Whitford, integrante de Aerosmith. Posteriormente, Webster es reemplazado en las cuatro cuerdas por Noah Denney, quien después sería reemplazado por Diego Navaira.
Presentando desde sus orígenes, una cruza de crudo rock sureño y blues rock, que les trajo una reputación muy notable en los círculos de la americana y el roots rock, siendo Wild Child (Carved, 2013), su debut con un larga duración, al que le siguió Tyler Bryant & The Shakedown (Snakefarm, 2017), para posteriormente presentar Truth & Lies (Snakefarm, 2019), su álbum más elogiado hasta la fecha. Tras este hito comercial, llegó Pressure (Snakefarm, 2020), para posteriormente dar comienzo a una nueva etapa, ahora bajo su propio sello, Rattle Shake Records, siendo Shake The Roots (2022) la carta de presentación.
‘Between The Lines’ arranca labores, con una dosis de guitarrazos, y un riff que va pegado a la voz y por momentos avanza adornando en solitario, un detalle que sin duda alguna le da ese toque distintivo al track. Por ahí hay unos cambios de tiempo, que aterrizan de nuevo al tempo inicial, para volver a dar lugar a los lapsos en los que el mencionado riff es protagonista. Unos arpegios limpios nos reciben en ‘Crossfire’, para pronto dar entrada a las distorsiones. En general se trata de un corte tranquilo con momentos con más punch, pero todo equilibrado.
‘Snake Oil’ retoma ese estilo crudo y distorsionado, sello de esta banda. Los riffs son minimales y directos, sin buscar complicaciones, solo un ataque directo a la yugular. Llega ‘Trick Up My Slevee’, un momento sostenido en una base de bajo, batería y guitarra acústica, a la que le agregan unos riffs bastante acerados, lo que le da ese toque agresivo. Este estupendo momento, fácilmente pudo haber sido creado por alguien como Chris Stapleton.
Es el turno de una joyita con ‘Happy Gets Made (feat. Ruthie Foster)’, que incluye la participación de Ruthie Foster, cuya aporte vocal funciona de maravilla. En lo musical, estamos ante un track protagonizado por el sonido del dobro, al que se le une posteriormente una guitarra distorsionada, y obviamente, la base rítmica. Este tipo de ejercicios más inclinados entre lo acústico y lo rockero, son una fortaleza en este álbum. ‘Shake You Down’ nos escupe en la cara un rock sureño de esos que parecen creados para escucharse conduciendo a alta velocidad en medio de una carretera por el desierto. Otra joyita, que muestra un contraste musical con la joya anterior.
Tras el madrazo qué acabamos de recibir, llegamos a ‘One And Lonely (feat. Larkin Poe)’, que obviamente cuenta con la colaboración de Larkin Poe, este popular y respetado dúo de americana, conformado por las hermanas Megan y Rebecca Lovell, esta última esposa de Tyler Bryant. En lo musical, nos encontramos con una estructura sigilosa, pero que no pierde poder. A destacar el trabajo en las guitarras, simplemente estupendo. ‘Movin» cambia la jugada hacia una especie de country electrificado, otro estilo que les va como anillo al dedo. Está maravilla suena como si los exponentes del country neo-tradicional, palomearan con ZZ Top.
El bajo repleto de fuzz nos aporrea en ‘Dead To Rights’, un potente corte que no escatima en crudeza. Aquí no hay sintetizadores, programaciones ni nada por el estilo, esto es rock en su estado más puro. El trabajo en guitarras, se destaca una vez más, esto aunado al magnífico logro de la base rítmica y la parte vocal…Y pensar que hay gente que se atreve a decir que el rock está muerto. La dosis no baja en ‘Mona’, más distorsiones, más rock blues, más rock sureño, todo envuelto en una ejecución y creatividad impecables. Definitivamente estos muchachos saben como mantener el voltage.
El álbum concluye con ‘Carefree Easy Rollin», y no podría ser de otra manera que con otra dotación de riffs. El trabajo vocal es también digno de destacar, y no solo de parte de Tyler, sino de sus compañeros que le aportan voces de acompañamiento. En conclusión, Electried es de esos álbumes que quizá no descubran el hilo negro, pero cuya valía musical es más que suficiente. Una colección de canciones, consistente de principio a fin, que reafirma el estado tan saludable que vive la música actualmente, y en específico, la escena musical de raíz estadounidense, que verbigracia, desde hace años ha tenido un crecimiento que no se veía desde hace tiempo.