El sábado 8 de Julio los Espíritus visitarían nuevamente Guadalajara, con la novedad de su flamante álbum Agua Ardiente, uno de los discos que por su calidad y brillo, seguramente estarán en las listas de lo mejor del año cuando este finalize. Tenía mucha expectativa de escucharlos, pues la ocasión anterior no los tenía ni siquiera en el radar y posteriormente, su propuesta me engancho con ese blues revitalizado y de aire psicodélico con los dos álbumes que hasta la fecha habían lanzado.
Al momento de llegar al Foro Independencia, ya había iniciado su presentación Kukulkán, banda tapatía que fue calentando el ambiente, desenvolviendo su psicodelia sobre el escenario, con un trabajo percusivo y de guitarras muy disfrutable. En términos generales, el grupo es interesante y tiene puntos a su favor, aunque en ocasiones las voces me parecen un tanto derivativas a las de Café Tacuba, y no es que esto sea necesariamente malo, pero si les resta personalidad. Cuestión de ir puliendo y madurando su sonido. El break sirvió para encontrarme en el patio del lugar con amigos, beber cerveza y disfrutar de la fresca noche con mi novia. Alrededor de las 11 pm, toda la gente que nos habíamos salido al patio del recinto, nos fuimos adentrando nuevamente, pues la banda argentina empezaba a salir para dar inicio con una presentación que sería a la postre, memorable.
Arrancaban con los primeros acordes de “Huracanes” y desde ese momento, la magia se hizo presente en el escenario. Los argentinos se convierten arriba del escenario en una especie de chamanes que hacen al público partícipe de una atmósfera alucinante e hipnótica en medio de una hoguera que nunca se apaga, ya sea bailando alrededor de ella, o dejándose llevar bajo un trance, por la noche y sus demonios. Sin prácticamente hacer pausas (pero si otorgando unos cálidos agradecimientos al público) la banda despliega ese blues que se mueve en ambientes psicotrópicos, en algún lugar entre el delta del Mississippi y alguna selva guatemalteca, con pericia técnica, gran compenetración y un sonido por demás notable, detalles que hacen que su instrumentación luzca y tenga una nitidez para cada uno de los instrumentos y voces (detalle que tengo que comentar, siempre me ha parecido mucho más cuidado en varias bandas sudamericanas, en comparación al grueso de producción nacional).
Es así como darían énfasis en su ultima producción, donde se desencadenarían temas del calibre de “Jugo”, la sensual “Perdida en el Fuego”, la blueserísima “La Rueda”, la hermosa “Esa Luz”, pero sin olvidar grandes temas de sus anteriores placas, como “La crecida”, una muy movida “El Perro viejo”, la tremendísima “La Mina de Huesos” o la divertida “Lo echaron del bar” entre otros grandes temas que han labrado una carrera musical, que aunque corta, ha venido a revitalizar el rock argentino (caso parecido a otra gran banda que nos visitará la próxima semana: El Mató a un policía motorizado). Sin irse a encore (ni falta que hacia) El concierto cerraría con una extraordinaria ejecución de “Noches de verano”, canción, que hasta la fecha sigo teniendo tatuada la guitarra rítmica en la cabeza.
El concierto terminó, las luces se encendieron, y salimos poco a poco del trance. Afuera nos encontramos con la sorpresa de que había llovido. Nunca nos dimos cuenta. Y es que adentro, estuvimos en una realidad alterna o alterada, una donde unos hechiceros nos envolverían con un blues eléctrico, lleno de fuego y pasión.
*Fotografías por Vala Belain.