¿Qué es lo único que continua estando ahí, acompañando a la música, aún con sus cambiantes formas de consumirla?
Ya sea en formatos más pequeños o más grandes, alargados, de manera física o digital, hay algo que es difícil disociar de la música y que hoy vemos tan habitual: las portadas de los álbumes. Tan acostumbrados que estamos a ellas, y como suele suceder con todo con lo que se convive de manera tan cotidiana, nos olvidamos de preguntarnos como nacieron, encontrándonos que como tal, no siempre fueron concebidas de tal manera.
Los discos se distribuían en fundas planas de papel o cartón, agujereadas en el centro solo para dejar ver de qué canción y artista se trataba. Cada disco tenía tan corta duración que se vendían en álbumes de tres o cuatro piezas. Algo que verdaderamente suena poco apetecible y abrumador hoy día.
Pero algo tenía que cambiar y ahí es donde entra la figura del neoyorkino Alex Steinweiss, quien vino a revolucionar la idea de cómo presentar el packaging musical, y por ende, de cómo vender y consumir la música, dándole una cara que hasta entonces no tenía. Con un bagaje heredado de las vanguardias europeas, Steinweiss fue contratado por Columbia Records como director de arte en 1939. Al estar dentro de la industria, se dio cuenta de lo poco atractivo que resultaba la envoltura de los discos, y tuvo la brillante idea de ofrecer algo que fuera más allá, apoyado en la extraordinaria visión de concebir las cuadradas portadas de los álbumes como un anuncio en sí mismo y como una proyección del contenido musical. Algo que sin duda, y con todo lo habitual que hoy nos resulta, fue algo verdaderamente innovador y disruptivo.
La primer cubierta que realizó y donde se cristalizó esta visionaria idea fue Smash Song Hits, de Richard Rodgers y Lorenz Hart interpretados por la Imperial Orchestra, la cual mostraba una foto en alto contraste de una marquesina, la cual enmarcaba los nombres de los compositores, puestas sobre la imagen de un disco en rojo y negro. Había nacido así en 1940, la primer portada ilustrada de la historia. El resultado se hizo notar inmediatamente. La media de ventas aumentó 800% con este y los siguientes discos que fueron diseñados. Una cantidad enorme de artistas pasaron por su cabeza y sus manos, para ver reflejadas sus propuestas musicales a través de 2,500 cubiertas. Y por si eso fuera poco, otro de los invaluables aportes que tuvo el artista fue el estándar del empaquetado de los discos de vinil que se sigue usando hasta hoy día.
Alex Steinweiss continuó su fructífera carrera por 34 años. Su obra, hasta hace poco un tanto desconocida para la importancia que tiene, ha sido reunida en el libro Alex Steinweiss: The inventor of the modern album cover de Editorial Taschen. Un lujo de 420 páginas para todo amante de la música, el arte y el diseño en general. A él le debemos pues el que incluso, en las horas más bajas de los formatos físicos para consumir música, siga siendo la portada, aun si solo sea digital, algo inherente a la música. Y ni que decir que su legado sigue más que vigente, cuando nos encontrábamos hace poco con la noticia que las ventas de discos en vinilo había superado a la descarga digital.
Es en su honor y gracias a él, al que debemos también la idea de realizar una sección dedicada al arte y diseño de los discos. Que lo disfruten.