Una película que enfoca su lente en un don nadie y finaliza con la llegada de un grande como lo fue Dylan sin llamar la atención. Así definiría a esta obra en pocas palabras.
Inside Llewyn Davis es una cinta tanto escrita como dirigida por Los Hermanos Coen la cual documenta una semana en la vida del joven músico llamado Llewyn Davis (interpretado por Oscar Isaac) que vaga en soledad, sin fama ni dinero por las calles del lado oeste de Manhattan en Nueva York (Greenwich Village) rodeado del movimiento Folk y Beatnik de 1961.
La atmosfera atemporal que impregnan los pasillos angostos por los que el cantante suele deambular, las carreteras desoladas de Chicago y los viejos sofás que tiende a frecuentar para dormir de casa en casa, existiendo -como diría él- desvelan poco a poco el limbo en el que se encuentra.
Acompañado por la excelente fotografía sobria, apagada y estática de Bruno Delbonnel que refleja la falta tanto de progreso como de significado que encontrará Llewyn a lo largo de sus desventuras, así como el invierno aberrante de la ciudad neoyorquina que congela hasta la última esperanza del sueño americano. Todo esto combinado con una narrativa de sucesos azarosos que mueven al protagonista a través de situaciones amargas e incómodas que despertarán la curiosidad del espectador y lo dejarán intrigado por el porvenir.
La música compuesta por guitarras, vocales, a capela e incluso harmónica hace un excepcional trabajo recopilando clásicos y no tan clásicos del folk que retratan el estado anímico de la época y su gente. La banda sonora acompaña a la historia de una manera magistral. Las composiciones juegan un rol importante en el filme añadiendo una capa de reflexión y sutileza a los temas de los cuales Llewyn huye día tras día. Cuestiones como la muerte, el suicidio, la soledad, la vejez y hasta el aborto son tratados de una forma mundana y a veces hilarante dentro de las letras de los trabajos sonoros; una aproximación muy característica de los hermanos de Mineápolis.
La escritura de los Coen suele oscilar entre lo absurdo, esotérico y simbólico. Desde la pérdida causada por Llewyn de un gato que ni siquiera le pertenece. La esperanza de obtener una oportunidad como solista que lo aparte de su pasado y borre las memorias relacionadas al suicidio de su mejor amigo y compañero de música Mike. Un viaje a Chicago en la búsqueda del manager y representante artístico Bud Grossman (interpretado por F. Murray Abraham). Hasta su retirada del bar donde tantas noches trabajó en un inalcanzable sueño bajo la luz del escenario que al final se ve opacado con la figura de un joven y reluciente Bob Dylan que maravilla al público con la pieza Farewell, la cual resuena en el oscuro callejón de las afueras del local despidiendo al espectador junto a una golpiza dada por un misterioso señor al cantante, dejándolo en el suelo antes de revelar la pantalla en negro y lo créditos; señor del cual sabemos tan poco como de nuestro futuro.
En resumen, Inside Llewyn Davis, es un trabajo que se puede escuchar a través de sus prodigiosas melodías, leer por medio de sus elaborados e ingeniosos diálogos, pero que al final, se necesita ver. Una historia que no tiene relevancia ante los ojos del mundo y la cultura popular pero que consigue explorar el fracaso de una manera casi poética.
Muchos podrán tacharla de ritmo lento, aburrida, carente de sentido o inexistente de trama, pero yo, yo no podría recomendar más esta pieza para aquellos que tengan tiempo y puedan apreciar una obra que sabe cuidar sus detalles, que habla desde lo más sincero sin remordimientos. Con tragos amargos o dulces pero que al final te acompaña y se queda para hacerte recordar que la vida puede tener sus puntos bajos, pero mientras se deambule con o sin propósito por ella, valdrá la pena vivirla; pues como un chiste agrio, no nos queda de otra.
Calificación: 9.5/10