Cuando Johnny Cash, subió vestido de negro, a ese escenario en la Prisión de Folsom, para registrar una grabación en vivo, probablemente ni el imaginó lo que estaba por suceder. Así como Dylan y The Beatles, se conocieron sin imaginar los frutos de esa reunión, lo mismo sucedería con el llamado hombre de negro, cuyo atrevimiento y desafío a la industria, realizado aquel 13 de enero de 1968, cambiaría los cánones a seguir, no solo dentro del country, sino de la música en general. Y es que, aunque la industria nos venda álbumes en vivo, como el Alive!, de Kiss, como lo mejor de la historia en cuanto a grabaciones en directo, es innegable que grabar un álbum en un estadio o foro, cualquier banda con fama lo puede hacer, pero arriesgarse a tocar en una prisión de máxima seguridad, y además, ingresar a las instalaciones, con posesión de metanfetaminas, no cualquiera.
Antes de su presentación, Johnny sería advertido que no debía de sorprenderle si los reos no se levantaban de su lugar o no cantaban, que eso no era señal que no estuvieran disfrutando el show. La calma que iba a haber, era debido a que dos semanas antes, había sucedido un incidente entre un reo y un guardia, así que el orden tenía que guardarse, o de lo contrario, si los reos no obedecían, el show se daría por terminado; esto trajo como consecuencia, una audiencia callada, así que los gritos que se escuchan en la grabación final, fueron agregados por separado en la mezcla final por el productor Bob Johnston.
Un día antes de la presentación en Folsom, Floyd Gresset, reverendo allegado a los presos en la cuestión espiritual, que entre otras cosas, se encargaba de acompañar a los condenados a muerte a sus últimos instantes de vida, además de ser uno de los puntos de conexión para que Cash tocará ahí (debido a la amistad que llevaba con el músico originario de Arkansas, y a su disposición de querer cumplir el deseo de un reo, cuyo sueño era ver a Johnny Cash en vivo) mostraría a este, una grabación que contenía una canción que un recluso de nombre Glen Sherley había compuesto (al salir de prisión, Glen y Johnny se convertirían en amigos cercanos y colaboradores musicales, pero Glen, se suicidaría años más tarde). La canción en cuestión, era ‘Greystone Chapel’, y Cash se dispuso a tocarla al día siguiente, así que la ensayaría durante la noche, hasta aprenderla.
Al día siguiente, el músico subiría al escenario, con su característica presentación: Hello, I’m Johnny Cash, para arrancar con ‘Folsom Prison Blues’, ante una audiencia de asesinos, violadores, y condenados a muerte, que disfrutarían de los dos shows ofrecidos por el músico, que estuvo acompañado de June Carter, The Carter Family, The Statler Brothers, Carl Perkins y por supuesto, The Tennessee Three. Con este album, Johnny volvía a demostrar la simpatía que sentía por los prisioneros, algo que en cierta forma, tampoco era desconocido para él, que solía ser cliente frecuente de la prisión, aunque con estancias de máximo 24 horas, producto de sus adicciones.
Contrario a lo que se pudiera pensar, la estancia en Folsom, para la grabacion de ‘At Folsom Prison’, no fue la primera vez de Cash tocando en una cárcel, ya que en 1957, había tenido un show en la Prisión de Huntsville, Texas, y al año siguiente, en la víspera de año nuevo, ofrecería un show en la Prisión de San Quentin (posteriormente, después de su álbum en Folsom, regresaría a San Quentin, para su segundo álbum en vivo), donde también, sin saberlo, dejaría una huella indeleble al inspirar a un reo de 20 años de edad, que cumplía condena por delito de robo, a seguir sus pasos, cambiando su vida para siempre. Ese hombre era nada más ni nada menos que Merle Haggard, que tras ver el show de Johnny, se uniría a una banda country formada por reos, y más tarde, al salir de prisión, seguiría el camino y se convertiría en una super estrella y leyenda.
“Tenía la actitud correcta. Mascaba goma, se veía arrogante y alzaba el dedo a los guardias, hacía todo los que los prisioneros querían que hiciera. Era un tipo malvado del sur que estaba ahí porque nos quería. Cuando se fue todos eran fanáticos de Johnny Cash”. Con esas palabras, Merle Haggard recordaría ese momento crucial en su vida. Posterior a esas presentaciones, Cash tocaría en la prisión de Folsom, por primera vez, en 1966, sin que hubiera registro en algún álbum.
Johnny Cash fue un músico en constante lucha con sus demonios, tal vez por eso entendía que todo ser humano merece la redención, y buscaba contribuir, llevando un poco de alegría a la gente que por diferentes circunstancias, habían terminado en esas prisiones. Y su esfuerzo no fue en vano, ya que sin esa empatía, tal vez nunca hubiéramos tenido la música de Merle Haggard, y posiblemente cambió más vidas, solo que no conocemos sus casos.
A la fecha, At Folsom Prison, es considerado una obra elemental de todos los tiempos, y una piedra angular dentro de la música tradicional norteamericana. Siendo reeditado en manos del genio de las restauraciones de audio y maestro del acetato, el legendario Bob Irwin (fundador del reputado sello, Sundazed, y famoso por sus magistrales restauraciones y reediciones a obras de Bob Dylan, The Byrds, The Chocolate Watch Band, Love, Moby Grape, y un largo etcétera), además de pasar a formar parte de los archivos de La Biblioteca Nacional del Congreso, donde se guarda celosamente junto a otras reliquias sonoras, como la memorable y accidentada transmisión radiofónica de Guerra de los Mundos.