El precedente
Serge Gansbourg siempre fue una figura singular, un enfant terrible del cual su altura musical y brillantez iban a la par de la polémica (incluso años después su nombre ha resonado por oscuros pasajes de su vida).
En 1968, el músico lanzaría el tema, junto a su pareja en ese momento, Brigitte Bardot (y a quien, estando perdidamente enamorado, le prometió componerle la más bella canción de amor): «Je T’aime… Moi Non Plus», el cual causaría un escándalo mayúsculo, al representar prácticamente un acto sexual (donde se ha hablado incluso que ambos se estuvieron masturbando para lograr mejores gemidos y susurros durante el tema), tema que al final, para evitar mayores problemas (ahora con el esposo de Brigitte Bardot en ese momento, Gunter Sachs) no sería publicado sino hasta 1986. En su lugar, al año de haber grabado el tema, grabó una segunda versión que terminó volviéndose más popular, ahora con Jane Birkin, su nueva pareja, que para no variar, volvió a escandalizar, en parte por cierto precedente de la actriz y su aura de lolita.
El concepto
Teniendo este precedente, a Serge se le ocurrió, a partir de su relación con Jane Birkin, el crear un disco que contara la seducción de una adolescente por un adulto mayor; en pocas palabras, era como si Lolita de Vladimir Nabokov se cristalizara como un álbum de música (que de hecho, esa era una primer intención). Con la fama y carrera del músico hasta el momento, todo indicaba que podría ser un éxito de ventas, sin embargo, sucedió todo lo contrario. El escándalo no fue tal (posiblemente ya se había dicho todo con el citado tema que regrabó con la misma Jane Birkin) y por ende, las ventas no fueron las esperadas.
Pero como sucede con muchos álbumes durante la historia, su revalorización y su impulso se fue dando con el tiempo, como el mejor añejamiento de un vino de calidad. Y ya Serge Gainsbourg no se encontraba en este plano cuando todos los homenajes y referencias se dieron cita.
La creación del álbum
Con la invaluable ayuda del compositor y arreglista Jean Claude Vannier -y la ayuda en el estudio de gente de primer nivel como Herbie Flowers, Dougie Wright y Alan Parker-, Serge se puso manos a la obra con un disco conceptual que se fue improvisando, pero con resultados que hasta el día de hoy -y con apenas rosando la media hora-, suenan atemporales y que son una piedra de toque para la música contemporánea.
Delineado sobre todo por sus finos y profusos arreglos de cuerdas -cortesía del propio Vannier, y lo que puede presumirse como lo más revolucionario del álbum-, un bajo de gran personalidad que prácticamente sostiene las canciones con un tono que suena todo el tiempo de manera seductora y la propia voz de Serge a la manera de un crooner sumergido en su propia historia y su candente interacción con Jane Birkin, el álbum recrea una atmósfera todo el tiempo lasciva y oscura en una reinterpretación personal de funk y rock. Se lanzó con una serie de videos, a la manera de un corto.
Su enorme influencia
Aunque el álbum no tuvo la repercusión en su momento, sus alcances y novedosas experimentaciones fueron germinando con los años en una serie de artistas de alto calibre. El legado del álbum puede palparse en artistas tan diversos como Beck y su precioso álbum Sea change, en la música de Massive Attack, Portishead y Tricky -cuando escuché el álbum por primera vez, me fue imposible no pensar con ciertos temas, en que estaba ante la semilla de lo que después se llamaría trip hop-, Air, Mike Patton o Pulp -siendo el tema «This is Hardcore» posiblemente la referencia mas notoria hacia el tono del álbum- y en donde incluso, varios de los artistas citados han participado en algunas recreaciones del álbum.
Polémica aparte, Serge Gainsbourg estaría complacido de saber que su obra, al final, sí terminó por volverse trascendental, algo que no alcanzó a ver, pues moriría solo y un tanto ajeno, a la edad de 62 años, hace ya 30 años.