La primera vez que escuché Atom Heart Mother fue en unas condiciones singulares. Hubo un tiempo en que solía dormirme con música, o cuando menos lo tomaba como una sesión de relajamiento; curiosamente fueron pocos los discos nuevos que llegué a escuchar. Esa noche, recuerdo, estaba a punto de escuchar ese disco que nunca antes había escuchado de Pink Floyd. A esas alturas ya amaba algunos discos de la banda y detestaba otros; otro puño me faltaba por escuchar por múltiples razones. Ese día escogí ese álbum de curiosa y extraña portada y poco comentado en tertulias musicales del grupo o selecciones musicales de lo mejor del grupo. Aunque estaba un poco cansado ya, seguí con esa costumbre.
Acostado y con los audífonos puestos, el tema homónimo iniciaba con lo que parecía la música para una batalla medieval donde las trompetas sobresalían para enmarcar la batalla que se vendría, para de repente dar un quiebre que rayaba en lo avant garde y luego zambullirnos en la pomposidad de una épica orquesta. Un intro que me sorprendió pues no había escuchado algo así con la agrupación, que sonaba precisamente más a una orquesta sinfónica que a una banda de rock psicodélica o progresiva de la época.
Ese inicio era suficiente para engancharme, pero lo que terminó por sumergirme dentro de la canción, fue una combinación de sonidos de aviones, máquinas, y bombas que parecían más propias de una batalla de la segunda guerra mundial que de una revuelta medieval, algo que hasta cierto punto empezaba a rayar en lo pesadillezco, como si ese batallón medieval se hubiera encontrado frente a frente con el ejército del Tercer Reich. Un recurso muy pinkfloyiano, pero que dentro del contexto, tanto del tema como de la manera como lo escuchaba, resultó tan impactante como desconcertante. Posteriormente, la canción subía y bajaba como un soundtrack de la muerte y de la desdicha, pero también del heroísmo y la voluntad propia, de la caída dentro de una espiral de morfina para apaciguar el dolor, pero de la resurrección dentro de un campo de flores y ángeles surcando el cielo.
Este largo tema que había sido “Atom Heart Mother”, me impacto de sobremanera. Posteriormente vendrían cuatro temas más que aunque no tenían posiblemente la intensidad del primero, eran lo bastante valiosos para seguir sumergido dentro del álbum, con guiños al folk, la psicodelia de sus inicios y detalles que se vendrían después y que serían marca de la casa. Tan solo “Summer ’68” es uno de mis temas favoritos de la banda, con ese piano que va llevando toda la canción y su intempestiva orquestación, un tema que guarda mucha relación con el tema abridor.
Considerado solo un disco de transición entre la etapa psicodélica del grupo y su etapa progresiva; muchas veces menospreciado (incluso por la propia banda, posiblemente por lo atropellado que fue la producción del mismo y de que no tenían clara una dirección) e incluso olvidado, Atom Heart Mother es mi disco favorito de la agrupación, por encima de discos tan clásicos y valiosos como Dark Side of the Moon o joyas como The Piper at the Gates of Dawn.