Entre los excesos y la búsqueda de la identidad norteamericana
Estados Unidos, tierra que al ser mencionada en cualquier lugar del mundo, remite inmediatamente a gente con obesidad, producto de la comida rápida de franquicias por todos conocidos. Tierra que nos remite a una nación que a trata de vivir en negación respecto a su naturaleza conservadora, que se ha visto reflejada en gobernantes como Ronald Reagan.
Pero realmente, la identidad de Norteamerica, va más allá. Un caldero cultural donde se gestaría toda la música popular que persiste hasta nuestros tiempos. Estados Unidos, sobre todo en tiempos pasados, era una radiografía cultural de lo que sucedería más tarde en el mundo entero. No es casualidad que la llamada «capital mundial de la música», se encuentre en esta nación, en Nashville, la ciudad donde la música nunca deja de sonar.
Cuando Woody Guthrie surge, nadie podía imaginar lo que vendría. Un joven que llegaba a transformar la música para siempre, con guitarra acústica en mano, y sus letras donde se asomaban ambos lados de la moneda: una realidad norteamericana de explotación e injusticia laboral, un odio hacia el fascismo, y una Norteamerica en progreso, con una identidad plasmada en sus carreteras, trenes, praderas, montañas, cañones ,desiertos y obras hidráulicas como el Grand Coule Damn (Woody sería comisionado para componer los temas conmemorativos a la magna construcción realizada en las aguas del Columbia River), además de una muestra de que no todos los norteamericanos son racistas.
Con Woody, se siembra la semilla para la aparición de otras figuras que transformarían a su antojo la cultura de Estados Unidos, como su ferviente admirador Bob Dylan, quien quiso buscar más allá de lo que el rock ofrecía, enfocándose en rasgar las tonadas tradicionales de su nación, desde el folk, country, blues, polkas, gospel. Otra figura sería Johnny Cash, el hombre que vino a transformar el country, con un sonido que emulaba a la velocidad de los trenes de una patria en progreso, además de conjugar el gospel con los demonios internos y externos que rodean a los habitantes de las regiones campiranas de Estados Unidos. Cash, supo retratar la vida típica de su nación, donde se mezclaban las carreteras, trenes, cárceles llenas de peligrosos reos, estadounidenses con una devoción religiosa que a la vez contrastaba con los excesos y violencia que se respiraban en las tabernas. Cuando Cash se embarcaría en la odisea de grabar un álbum en vivo desde Folsom Prison, de alguna manera dejaba claro la coherencia de la música popular estadounidense. ¿Qué caso tendría hablar de pistoleros, vidas arrepentidas y almas en busca de redención, si no se llevaba esa música a los reos de una prisión de máxima seguridad? Después de todo, ahí habían muchas almas que se identificarían con dichas canciones.
Dentro de esta terna de músicos inquietos por explorar la identidad estadounidense, no podemos dejar de mencionar al hombre que hoy nos ocupa: Hank Williams (obviamente hay otros nombres más en este selecto grupo, pero estos hombres son clave, y curiosamente, tanto Woody, Dylan, Cash y Hank, eran cantautores con una voz no necesariamente grandiosa, pero ahí radicaba parte de su encanto), figura de culto para artistas tan diversos que van desde Jack White hasta Bob Dylan, pasando por Norah Jones, Alan Jackson, Bruce Springteen, Merle Haggard, Bill Callahan, Levon Helm, Patty Loveless, Sheryl Crow, The Replacements, etc.
Hank Williams es más que el hombre que dio forma e identidad al country. Fue, es y será el referente obligado (si tú, que estás leyendo esto, eres músico, lo más probable es que tengas en tu sonido, algo de él, y ni tan siquiera lo sabes). Apoyándose en sus «Vaqueros a la Deriva» (quienes tuvieron que interrumpir labores musicales para tomar las armas, cuando en 1940, Estados Unidos entra a la Segunda Guerra Mundial), se convertiría en la figura a seguir (y para las mentes conservadoras, un ejemplo de vida a no seguir).
Un 11 de Junio, del año 1949, Hank haría su debut en el histórico programa radiofónico Grand Ole Opry (programa aún vigente, lo que lo convierte en el programa radiofónico más longevo de Estados Unidos, con más de un siglo al aire), dejando boquiabierta a la audiencia presente y a la audiencia que escuchaba a través de las ondas radiales de la WSN. Fue tal el impacto ante la naciente leyenda, que tuvo que repetir seis veces su interpretación, un hecho sin precedentes.
No conforme con eso, Hank Williams era el centro de atención en «Louisiana Hairyde», el otro show radiofónico sensación en esa época, emitido por la KWKH, que a diferencia del Grand Ole Opry, que se mantuvo (y se mantiene) fiel al country, sucumbió a abrir sus espacios al naciente rock and roll, presentando a un joven llamado Elvis Presley, que también tendría una participación cantando country, en una de las presentaciones más desapercibidas en la historia del programa (contrario a lo que se pudiera creer).
Con clásicos que forman parte de la cultura estadounidense, tales como, «Long Gone Lonesome Blues», «I’m So Lonesome Cry I Could Cry», » Luke The Drifter», «Ramblin’ Man», «Setting the Woods On Fire», «Lost Highway» (la letra de esta canción sería el punto de partida para «Like a Rolling Stone», incluida en el legendario álbum, ‘Highway 69 Revisited’), y por supuesto, la histórica «Jambalaya», una de las mejores canciones de todos los tiempos, no solo del country, sino de la música popular en general, Williams se colocaría en un sitio aparte. Había algo en su figura, que ni el talento y presencia de leyendas como Webb Pierce, Slim Whitman o Jim Reeves, podían opacar. Brillaba por sobre todos.
Y como era de esperarse, al ser un artista country, el público de Hank Williams era en su mayoría gente del campo y creyentes religiosos, un público que no distaba de los fans de las demás estrellas de la música de las praderas, algo reflejado en los principios morales del Grand Ole Opry, en donde los miembros podrían ser expulsados, si su vida personal no concordaba con los valores que los fanáticos querían ver en sus ídolos. Pero Hank era un hombre polémico, lleno de excesos, sobre todo por su adicción al alcohol, su actitud considerada engreída (incluso su amigo, el legendario Merle Kilgore, lo definía así), sus múltiples episodios escandalosos frutos de su actitud violenta y sus cancelaciones de ultima hora debido a su constante estado de ebriedad. Esto último llevaría a Hank, a protagonizar el momento más obscuro dentro del Grand Ole Opry, al no presentarse a un show ya programado, lo que lo llevaría a su expulsión (a pesar de que su expulsión era considerada por la mayoría, como injusta), con la premisa de que podía ser reintegrado, solo si corregía su vida. Pero esto no sucedió, y a los pocos meses, en el año nuevo de 1953, a los 29 años de edad, Hank es encontrado muerto en el interior de su vehículo, que era conducido por un joven que la estrella del country había contratado para llevarlo.
Este joven, descendió del auto en una gasolinera, en Oak Hill, para comprar comida (Hank, le había dicho que él no tenia hambre y se dispuso a dormir) y al regresar al auto, Hank estaba muerto, debido a la mezcla de alcohol y las pastillas que tomaba. Así mismo, su cuerpo presentaba huellas de golpes recientes, producto de una riña que había tenido. Tras esta tragedia, Hank sería reintegrado como miembro del Grand Ole Opry, y el musico se iba de este mundo de una forma polémica, tal como fue su vida (de alguna forma, no es casualidad la admiración y la deuda que el movimiento punk ha tenido ante la figura de Hank Williams. El fue un auténtico punk sin que el punk todavía existiera, incluso mas auténtico que la mayoría de músicos que cabalgan con esa bandera).
Un hombre que se había convertido en la figura más querida de la música tradicional estadounidense, una estrella contestataria que se burlaba con su manera de vivir de los valores morales que caracterizaban a la sociedad estadounidense, además de tomar las raíces de la música tradicional de su patria, para crear un sonido que nadie ha podido igualar. Un símbolo de la identidad norteamericana, cuya presencia permanece indeleble en la memoria colectiva de una nación que puede jactarse de ser el epítome de la cultura musical popular.
*Este artículo apareció por primera vez en Nopal Eléctrico Radio.