Corría el año de 1981 cuando se destapaban las cloacas estatales en la Vallirana de Barcelona. Del subsuelo emergía una eufonía parecida a la que dejarían Lux Interior e Iggy Pop, si ambos pelearan a botellazos a media noche, encerrados en una crujía. Desechables fue una banda liderada por Tere González, quien a los catorce años, electrizaba los escenarios más sucios de una Barcelona en plena transición democrática, engalanando la suciedad de las cavernas con una estética húmeda de niña mimada. La acompañaban Jordi Solá, Dei Pei, Miguel González No y Jaime A Secas. Las actuaciones de Tere eran encantamiento puro: alaridos, bramidos, convulsiones, susurros y gemidos, conferidos todos por el sadomasoquismo más precoz y una droga que ya comenzaba a juguetear, rebelde en su cuerpo.
Son Desechables el microbio protozoario del Punk en Barcelona, y su propio principio destructor. Había en ellos una tendencia a la autodestrucción y la desolación, esto pudo haber concebido para el futuro de la música un espíritu de indigencia, sin embargo, trajo al mundo de la lírica un aliento renovador: microrelatos interpretados a gritos. El esfuerzo vocal de Tere se hace más notorio en el tema “El Caso del Hombre Serio y Formal”, en donde lejos de ahogarse, como muchos otros, en el entonamiento de himnos a una ideología muerta, Tere González vino a crear un nuevo orden poético: el impresionismo sobre el Punk. La iniciación y no el éxodo.
Sin embargo, era una banda demasiado hermética, casi imposible de escuchar. Desechables sigue siendo el tesoro mejor guardado del Punk español, su leyenda negra continúa circulando hasta la fecha como un mito más. Adictos al estramonio, echados de un convento de monjas –en el caso de Tere–, con directos que eran más bien una exhortación al caos y la algarabía. Al final de ellos, Tere pedía leche en los bares, ya que prácticamente era una niña.
Vendría la heroína y tendría los hermosos ojos de Tere González, trayendo consigo un espeso aire de defunción a la banda, misma que acabaría con siete miembros muertos. Este es el caso –parafraseando a su canción– de una personas serias y formales, que creían en un Dios que los hacía trabajar. ¡Qué desesperación!
*Como cortesía, les compartimos el álbum de Golpe tras Golpe: Desechables – Golpe Tras Golpe