Kevin Morby siempre ha mostrado una calidad innegable, pero de un tiempo a la fecha, sus discos parecía que se mantenían dentro de lo aceptable, sin dar mayores sorpresas. Sin embargo, con este, su séptimo disco en estudio se nos muestra a un Kevin Morby inspiradísimo.
Mientras escribía el álbum, el padre de Morby colapsó durante una cena familiar. Durante este difícil período, el músico examinó fotos antiguas en el sótano de su familia, especialmente de su padre cuando era joven. Afortunadamente el padre salió de ello y el álbum terminó teniendo mucha luz y belleza.
Obviando el intro, desde la inicial “This a Photograph”, Kevin Morby nos da muestras de que estamos ante un disco en donde aterriza todos los recursos que posee de una forma redonda, y por momentos, brillante. Tan solo en este tema, un contundente folk va in crescendo hasta convertirse en una melodía más rockera, con trompetas y unos detalles soul que lo enriquecen y vuelven memorable.
Si hay algo que es notorio durante toda la duración del álbum, es la instrumentación y los arreglos cuidados al detalle. Los temas exploran distintas cadencias y texturas, logrando que el álbum se sienta natural y variado, sumado a un Kevin Morby que interpreta sus letras mejor que nunca. Por otro lado, el álbum cuenta con una lista de invitados notable que enriquecen y elevan a otras alturas el álbum, entre los que se encuentran Erin Rae, Eric Johnson, Makaya McCraven o la estupenda Cassandra Jenkins.
Los arreglos de cuerdas o un instrumento como el piano, se hacen presentes durante buena parte del álbum con estupendos momentos, llevando la batuta, matizando o aumentando la intensidad de los temas, dejando momentos para varias sorpresas que afloran de forma minimalista y espontánea, ya sea una guitarra slide, una arpa o una flauta, entre otros muchos recursos.
Ante un álbum tan redondo y rico en general, es difícil decantarse por algunos temas -cada quien tendrá los suyos- personalmente me inclino por el tema homónimo, o por temas como “A Random Act of Kindness” donde las cuerdas van abriendo paso a una dulce melodía en donde en cierto punto aparece un piano de forma majestuosa que va marcando el tono durante buena parte de la canción, hasta cerrar con un emotivo cierre con un Morby en plenitud.
“Bittersweet, TN” es otro tema -netamente folk- que me atrapó y que empieza de la mejor manera con un banjo y la estupenda voz de Erin Rae, a la cual luego se suma el propio Morby en la voz y un violín y cuerdas. La cadenciosidad de “A Coat of Butterflies” es otro de los momentos más altos del disco, con una intrumentación de corte jazzístico y aire noctámbulo. Y ni que decir de la preciosa “Stop Before I Cry”, una oda a su compañera Katie Crutchfield, mejor conocido como Waxahatchee.
¿Es este el mejor álbum de Kevin Morby? Posiblemente. O cuando menos, es en donde todos los rasgos y bondades del músico conviven de una forma armónica y estremecedora. Lo que si es seguro, es que es uno de los mejores álbumes del año.