Un clásico instantáneo
Hay algunos discos a los que se llega de manera indirecta y yendo hacia atrás en el tiempo. Dentro del boom musical que fue el año 2004 hubo tres discos con elementos folk que me llamaron especialmente la atención: A Ghost Is Born de Wilco, More Adventurous de Rilo Kiley y Let It Die, de Feist. Al ahondar en ellos, especialmente en Rilo Kiley, me encontré por primera vez con el nombre de M. Ward. Sin embargo, no fue hasta cuatro años después que finalmente lo descubrí realmente. Fue tarde, pero bastó presenciar un set de 45 minutos para hacerme buscar todo lo que estuviera disponible de su trabajo.
De esa primera vez que lo vi en vivo, me impresionó su virtuosismo perfectamente encausado en la guitarra, no se trataba de fanfarronear, sino de utilizar cada recurso, simple o complejo, para presentar cada canción. La canción que quedó grabada en mi cabeza en esa ocasión fue “Sad, Sad Song”, por lo que, al ir al día siguiente a la tienda de discos, busqué el disco en el que se encontraba y lo compré, se trataba de: Transfiguration Of Vincent.
Se trata de un disco que corre sin prisas, de hecho, inicia con un “canto” de grillos al que se une una guitarra cadenciosa y posteriormente un ensamble de pianola, escobetas y percusiones para disfrutar a medio tiempo. Se trata de “Transfiguration #1”, el primer tema instrumental del álbum que además sirve para nombrarlo de manera parcial. Esto no es un dato menor, ya que detrás del título del disco se esconde un homenaje a John Fahey, una de sus principales influencias, y su disco de 1965 The Transfiguration of Blind Joe Death. La influencia es notoria en toda la discografía de M. Ward.
Una vez sentado el tono, llega “Vincent O’Brien”, una genialidad tanto musical como lírica en la que la voz y la incorporación de la guitarra eléctrica extienden la paleta sónica y emocional para el escucha, dando como resultado un tema perfectamente radiable, con carácter e ingenio:
He only laughs when he’s sad / and he’s sad all the time / So he laughs the whole night through / Yeah he laughs in the daytime too.
Continuamos con “Sad, Sad Song”, la canción que seguía en mi mente desde que la escuché en directo, su versión de estudio cumple con las expectativas. En este tema el disco pasa a un lado ligeramente siniestro y solemne, susurros y ecos crean la atmosfera fantasmagórica del tema. Aquí ya se empieza a notar la meticulosa y siempre análoga producción de este y el resto de su discografía.
“Undertaker”, a pesar de su título es mucho más ligera que su antecesora, teniendo como principal característica la voz frágil y suave de M. Ward en los agudos, se presenta de manera directa el que es uno de los temas centrales del álbum: la muerte. De ahí pasamos al segundo tema instrumental “Duet For Guitars #3” un Rag memorable, por no decir adictivo, en el que Matthew (de ahí la M.) hace gala de su maestría en las guitarras con afinación abierta.
En “Outta My Head” vuelven la guitarra eléctrica y la voz para acelerar un poco el ritmo, y en “Involuntary”, bajan de nuevo las revoluciones, un tema acústico, reflexivo, solitario y hermoso. “Helicopter” llega con un trote firme y acelerado que da paso a “Poor Boy, Minor Key”, un tema sórdido y misterioso que firmaría Tom Waits.
El siguiente tema es “Fools Says” una canción alegre que reivindica el romanticismo en menos de dos minutos:
Hey, you ain’t never met a fool like me before / You ain’t never met a fool like me before / They told you all romantic fools had died / I’m here to tell you that they lied.
“Get To The Table On Time” es otro tema cortísimo, de minuto y medio para ser exactos, que continúa con el momento ligero en el disco, previo a uno de sus temas más conmovedores “A Voice At The End Of The Line”, con la que el tempo vuelve a descender. La recta final del disco consiste en dos temas acústicos acompañados de la voz cruda, quebradiza y emotiva de M. Ward: “Dead Man” donde vuelve a aparecer la temática de la muerte y un cover de “Let’s Dance” de Bowie, misma que acompaña de harmónica y un lejano piano, apropiándose por completo de ella. El cierre llega con “Transfiguration #2”, un tema instrumental lúgubre e hipnótico en el que se filtran sonidos mientras llega el fade out.
15 canciones que encapsulan lo que es M. Ward, después de escuchar una y otra vez el disco, descubrí sus trabajos solistas posteriores, dentro de los que destaco Post-War (2006) y Hold Time (2009) y previos, dentro de los que destaco End Of Amensia (2001), sin embargo, Transfiguration Of Vincent ocupa un lugar especial para mí.
Si bien ha alcanzado una popularidad considerable con proyectos como She And Him y Monsters Of Folk, es una pena que un talento así permanezca oculto para la mayoría… quizás es su más grande tributo a su querido John Fahey.