Los New York Dolls siempre me cayeron muy bien, siempre me ha encantado el desparpajo y la actitud de algunas bandas, incluso, sobre sus capacidades técnicas, algo que sin duda, es de las cosas que más amo del punk, y ellos eran las reynas de ello cuando el género ni siquiera existía. Por otro lado, siempre he admirado el que son un eslabón de lo que venía y lo que vendría para la música, incluso años después.
Para ese entonces, ya Marc Bolan y Bowie venían sentando el precedente del glam rock tanto en estética como en música, pero los New York Dolls llegaron a ensuciarlo todo con mucho Camp y una actitud más directa, más salvaje y menos cerebral, lo cual los colocó en otra posición dentro del espectro, volviéndolos por momentos incómodos, pero siempre divertidos.
Esa actitud y esa música ciertamente más primitiva, el cual mamaba directamente del rockandoll de los inicios, pero también de los atisbos salvajes de unos Stooges o unos MC5, y un gusto especial por The Rolling Stones -habrá que ver tan solo la forma de cantar, el parecido y los gestos de un David Johansen, una especie de Mick Jagger en anfetas- para tener todo un coctel explosivo de influencias más o menos claras, que terminaron por ser algo muy auténtico y que a su vez, terminó influenciando a cantidad de bandas venideras.
No era para menos, que con esas características, no pudieran aprovechar el tirón para hacer un registro de su música, aún así vinieran de una temprana muerte -algo que siempre ha rodeado a la banda- como la de su baterista Billy Murcia durante una mítica gira en Inglaterra. El encargado de ponerse bajo las consolas fue un sofisticado Todd Rundgren, quien fue el elegido por parte de la disquera Mercury para ponerle un poco de orden al caos que imperaba dentro de la banda tanto personal como musicalmente, buscándolos pues, refinar y pulir.
Ya con Johnny Thunders y Sil Sylvain -quien vino a suplir a Rick Rivers– en las guitarras, Arthur Kane en el bajo, David Johansen en la voz y Jerry Nolan en lugar del finado Murcia, se pusieron manos a la obra en la grabación del álbum debut New York Dolls, apareciendo por fin en el verano del 1973.
Aún con todo el esfuerzo de la disquera por impulsarlos, y el buen recibimiento que solían tener en directo, el álbum no logró ni por asomo las ventas esperadas. La propia banda no quedó conforme con la grabación del disco por que sintieron que había perdido algo del filo de su música en pos de mayor accesibilidad al gran público.
Pero fuera del batacazo comercial, la verdad es que el disco es a toda regla, un clásico dentro de la historia del rock, con secos y directos temas que retrataban de forma burlona -faltaba más- la cara más grotesca de Nueva York, de la mano de temas tan emblemáticos como “Personality Crisis”, “Looking For A Kiss” o su reversión a “Pills” de Bo Diddley. Pero también lo menos conocido tenía su valor, como el medio tiempo “Lonely Planet Boy”, la estupenda “Frankestein”, o la muy punk “Trash” -recordemos que en ese momento la palabra todavía no definía al género, pero, vamos, que este tema se adelantó a lo que vendría años después-, así como la contundente “Private World”, o “Jet Boy” quien cierra con broche de oro el álbum.
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Y es, con la escucha del disco y con la perspectiva del tiempo, que encontramos la magia de estos inadaptados. Con su personalidad y actitud, fueron el precursor y referente tanto del punk -tan solo hay que ver que el mismísimo Malcom McLaren, sabiendo lo que se venía, antes de volverse el cerebro detrás de Sex Pistols, quiso impulsar a la banda siendo su manager años antes de los ingleses- como del glam rock ochentero -el cual prácticamente no existiría sin su aporte, ¿o no Poison y Motley Crüe?- o su influencia directa en bandas tan afamadas hoy día como Guns N’ Roses -en su faceta más rocanrolera y sucia, y menos rimbombante- o Kiss -en el mismo disco de los Dolls hay temas que pareciera que la banda de Detroit replicó la formula para cocinar algunos de sus éxitos-.
New York Dolls es un disco tan entrañable como influyente y que hoy día, sigue sonando tan fresco como lleno de personalidad, un auténtico eslabón musical.