Un cuarto vacío fue suficiente

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Hoy cumple 30 años Bone Machine de Tom Waits, uno de esos artistas de discografía exquisita donde cada álbum es un crisol de ideas, influencias, colaboraciones e ideas musicales poco convencionales que siempre resultan en un placer auditivo.

Bone Machine

Para 1992, año en que se publicó este su onceavo álbum, Tom Waits tenía cinco años desde que salió Franks Wild Years, el último de una trilogía que profundizaba en Frank, un personaje ficticio que albergaba muchos deseos bastante egoístas y hasta criminales, con mucho jazz, rock y el «clangbang» que Tom Waits ha perfeccionado desde que su estilo musical dio un giro hacia lo experimental.

Para Bone Machine, publicado por Island, Tom Waits encontró un cuarto vacío en el que encontró la acústica perfecta para su «conundrum», una especie de instrumento de percusión que solía ser usado con un martillo para «el desestrés». Contó con las colaboraciones de Keith Richards, David Hidalgo, Les Claypool y Bryan «Brain» Mantia de Primus, con quienes también colaboró en «Tommy the Cat» de Primus.

La música en Bone Machine pasa por las baladas melancólicas, los blues sumergidos en whisky y las que suenan a un bello caos. Las guitarras mantienen un constante diálogo con las percusiones mientras que la voz de Tom Waits nos narra historias extrañas y pesimistas; no olvidemos que las letras de Breenan/Waits siempre describen a la perfección al narrador y su mundo alrededor.

Este álbum ganó el grammy al disco alternativo, llevó a Tom Waits al inicio de los 90s a nuevas generaciones de fans y comenzó otro período musical que, como nos tiene acostumbrados, nos regaló muchos discos de canciones bellas que nacieron en lugares o instrumentos donde no se sabía que podía haber música así.